En su cabeza era una gran idea. Escandalosa, con fuerza, genial, original, manipuladora, útil… Cabrían otros tantos adjetivos, mucho menos complacientes, para calificar lo que finalmente salió por su boca.
“—¿Considera realmente a Puigdemont un exiliado, como se exiliaron muchos republicanos durante la dictadura del franquismo? ¿Los puede comparar?
—Pues lo digo claramente, creo que sí. Y eso no quiere decir que yo comparta lo que hiciera…”
La “boutade” (RAE, ya que gustan tirar de diccionario) o “butade” (RAE. Panhispánico de dudas, por si quieren diversificar lecturas) es tan gorda (por extravagante, que no por ingeniosa) que no ha hecho falta en la mayoría de los casos repasar cómo se llegó a la pregunta y a la respuesta. Y, sin embargo, la contestación final, irrespetuosa cuanto menos, transitó por un camino en el que se mostraron las carencias intelectuales y culturales del líder con el “poder omnímodo” (en expresión de Gabino Diego bajo la dirección de José Luis Cuerda).
El camino estuvo empedrado de imprecisas referencias a la ética, a las leyes, en una confusión que muestra poca reflexión desde posiciones ideológicas de izquierdas, sino más bien posiciones entre religiosas y totalitaristas: mesiánicas en cualquier caso. Por lo demás, ni una referencia procesal a la situación de dos personas que estaban siendo comparadas precisamente con respecto a la ley vigente democrática. No extraña nada que después, como le falta la humildad y la cualidad intelectual de dar marchas atrás, a la pregunta, que era obvia para ver si caía en lo incongruente de todo lo que estaba diciendo, dio como respuesta una atrocidad.
Si alguien se perdió el camino confuso y manipulador que llevó a la respuesta tan comentada, le habrá bastado ver cómo se ha comportado después: “No admito lecciones de los que impiden que se investigue al rey emérito”, dice. Bueno, no lo dice tan enunciativamente, sino pelín desafiante. Esa humildad de “lecciones, ninguna”, esa capacidad nada inocente para mezclar churras con merinas, esos desplantes… Ni un argumento. Ya han salido una diputada de Podemos y su portavoz en el Congreso con parecidas carencias a decir lo que dice la RAE o a levantar a los suyos por la fe: “¿Es Puigdemont un exiliado? Sí. ¿Igual que un exiliado del franquismo? No”. Acabáramos. Luego, en la comunicación del portavoz, un par de desplantes para alimentar a los propios. Incluso el portavoz invita a escuchar toda la entrevista, como si quienes opinan de ella no fueran capaces de valorar(?) lo que dura un capítulo de una serie de televisión.
Escuchada que lo fue y ha vuelto a ser, su compañero Iglesias, el del liderazgo omnímodo, no matiza ni siquiera la perogrullada también del portavoz. Lo único que dice es que la diferencia está en que con las razones del exilio (sin comillas) del expresidente él no está de acuerdo. Pues eso: la diferencia es solo que él no está de acuerdo con esto o con aquello. Igual que en la campaña electoral, tras el permiso de paternidad, cuando “vuELve”, ÉL sigue siendo la medida de todas las cosas. Cuando las reflexiones son profundas, da gusto.
Es verdad que las respuestas, desde todos los ámbitos, han sido suficientemente esclarecedoras. La ministra Montero (María Jesús, de Hacienda) ha puesto de relevancia un hecho obvio y significativo: el exilio republicano defendió y luchó por la legalidad democrática vigente; Puigdemont, la conculcó. El presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Emilio Silvia, considera que “cualquier comparación entre el Estado del que se fue Puigdemont y la España de la que tuvieron que huir los republicanos es desafortunada”. Un hombre educado y contenido en el uso de los calificativos. Pilar Nova, presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio Español, “exige” a Iglesias que “utilice correctamente el lenguaje que expresa un contenido político tan dispar. No es posible comparar a Puigdemont con aquellos a los que les arrebataron todo”. Y añade, en un párrafo con más sustento intelectual que la mayor parte del entrevistado de referencia, que la salida de España de Puigdemont “es una cuestión política sometida a una controversia legítima en una sociedad democrática. Si no hubiese democracia en España, Puigdemont sería un exiliado, no un autoexiliado, como es el caso”. Autoexiliado por no salirse de la RAE, supongo.
En fin. Dos cuestiones más para terminar, pero que no parecen baladíes. El portavoz de Podemos, que habla de la “gilipollez invent” (no sé muy bien si es que se ha dejado “–ada” o se trata de un esnobismo), asevera nada menos que nunca un vicepresidente del Gobierno había dicho la puñetera verdad así en la televisión. “Puñetera”, dice. Que no se preocupe porque, en las filas de enfrente, hay una derecha que está deseando no tardar en usar las mismas palabras que Iglesias: el exilio republicano y Puigdemont, son iguales. Y repetirán, queridos aparentaizquierdas, exactamente vuestras mismas palabras. Añadirán quizás: “Y no estamos de acuerdo con ninguna”. Ahora no lo hacen porque les resulta más rentable meterse con esa parte minoritaria, y cada vez menos relevante, del Gobierno. Por lo demás, a lo mejor es que otros vicepresidentes tenían más cabeza.
La otra cuestión. Hay en la entrevista muchas perlas relevantes. Una, la apoteosis de la imprecación a la casta. Magnífica. Ya no la hay. Ni mención siquiera. Le debe de dar corte aunque no se lo diera hablar de ella desde la posición paria de profesor de universidad. Ahora son ellos los poderosos. Ellos… Los otros… Pues si un Vicepresidente del Gobierno tiene tan poco poder como para no incluirse entre los poderosos, los ministros deben de ser los que les llevan el botijo. Y entonces no se entiende la falta de caridad, y la deslealtad, de arremeter contra los compañeros de Gobierno, pobres, que no le dejan a él, con su porcentaje de votos, hacer la España que ÉL quiere.
No sé si está preparando el camino para, con historias de esta enclenque enjundia, saltar del Gobierno cuando vengan mal dadas o se preparen las próximas elecciones generales. Lo que sí sospecho, sin pruebas, pero sin dudas, es que Pedro Sánchez estará de Iglesias como Gabino Diego lo estaba del Alcalde del pueblo. Aunque Sánchez no se lo dirá, seguramente.
Pero mañana amanecerá, que no es poco.