Filólogo y escritor. Nacido en La Roda de la provincia de Albacte el 12 de abril de 1884, su nombre y su obra fueron reconocidos por aquella generación que dio cuerpo y dimensión a la España cultural de la Segunda República, aunque buena parte de su vida transcurrió, como exiliado, en Estados Unidos, dedicado profesionalmente a la enseñanza universitaria. Precisamente su discurso de ingreso en la Real Academia Española versó sobre “El acento castellano”. Su fallecimiento tuvo lugar en Nortampton (Massachustts) el 17 de septiembre de 1979, a la edad de noventa y cinco años.
Efectivamente, Tomás Navarro Tomás no sólo fue discípulo predilecto de don Ramón Menéndez Pidal, como queda dicho, sino uno de sus principales colaboradores, alternando con otras figuras tan eminentes como Américo Castro y Federico de Onís. Ocupó el cargo de director del laboratorio de fonética del Centro de Estudios Históricos, perteneció al cuerpo de archiveros y dio a la imprenta obras de enorme valor cultural. Entre sus trabajos más importantes cabe señalar “Manual sobre la pronunciación española”, “Atlas lingüistico de la Península Ibérica”, “La pronunciación en Puerto Rico” y “Sentimiento literario de la voz”, trabajos en los que no sólo rayó a gran altura, sino que creó escuela, señalando un nuevo modo de entender y desarrollar estas disciplinas.
El entonces director de la Real Academia Española, Dámaso Alonso, gran poeta de la generación del veintisiete, como es bien sabido, y director de la Biblioteca Nacional, manifestó que Tomás Navarro Tomás había sido el primer intelectual que trajo a España los estudios de fonética y que su exilio supuso una gran pérdida cultural para nuestro país. Este ilustre manchego, cuya definición del exilio nunca fue, únicamente, una categoría literaria, como muchos creen, sino una circunstancia histórica que casi siempre solemos emplear en forma de descripción sociopolítica, la cual ha de valernos para mejorar nuestra propia conducta, o sea, la manera de transitar nuestros pasos por la vida. Se exilió en 1939, a la vez que Antonio Machado y León Felipe, entre otros.
Fue miembro numerario de la Real Academia Española y ayudó cuanto pudo a la publicación de “La hora de España”, revista editada en Valencia, segunda capital, entonces, de la República y auspiciada por aquel grupo de escritores y poetas que se reunían en casa de Juan Gil Albert, que fue su director. El grupo lo componían Moreno Villa, León Felipe, Arturo Serrano Plaja, Rafael Dieste con otras figuras de aquel tiempo, entre las que debemos señalar a Tomás Navarro Tomás, que ya se había destacado, en la temática literaria, en sus comentarios y ensayos sobre la obra de Garcilaso de la Vega y el estudio sobre “Las moradas” de Santa Teresa de Jesús, aunque su principal importancia se enmarca en su aportación filológica que en el siglo veinte llevó a cabo el Centro de Estudios Históricos, del fue uno de sus principales promotores.
Por supuesto que merece ser recordado en estas páginas de LANZA, cuando se ha cumplido casi el medio siglo de su fallecimiento, pues Tomás Navarro Tomás fue un español de arraigado sentimiento patriótico; también, y de qué manera, de las esencias cervantinas de La Mancha. Entendía la vida y especialmente su vida universitaria como una entrega absoluta y hasta heroica, su pasión científica y humanística por el engrandecimiento de la cultura española. Precisamente su última obra, realizada en1976, tres años antes de su muerte, fue “La voz y la entonación en los personajes literarios”, lo que prueba que estuvo trabajando hasta el final de su vida.