Ciudad Real se sumó en 2016 a lista de provincias desde las que se ayuda a refugiados. Cruz Roja, una de las entidades que colaboran con el Gobierno en esto, lo decidió así a raíz de la crisis Siria y el aumento de las ayudas europeas a programas que llevan en marcha décadas, pero sin ruido mediático.
“Tenemos que tener claro que el refugiado no es sólo el sirio que viene de la guerra, y que ni siquiera los conflictos bélicos son el problema principal por el que se pide asilo”. Lo explican Rebeca Santiago y Víctor Carmona, trabajadora social y asesor jurídico respectivamente del primer equipo técnico creado en Castilla-La Mancha dentro del Programa de Atención Integral para Beneficiarios y Solicitantes de Protección Internacional de Cruz Roja, o dicho en otras palabras: el plan de ayuda a los refugiados.
El programa acoge en la provincia en estos momentos a cerca de un centenar de personas, 50 en acogida y 42 en integración -según datos oficiales de la ONG-, de más diez nacionalidades diferentes. En Toledo son 28 los acogidos y 6 en integración (empezó hace pocos meses). La mayoría arrastran historias de persecución personal que ni siquiera tienen que ver con la guerra ni salen en los telediarios.
La guerra, el mal menor
“Los conflictos bélicos son los motivos más llamativos, pero existen realidades más duras detrás de los solicitantes de protección internacional: homosexual condenado a muerte en países como Irán, mujeres víctimas de delitos de honor en países musulmanes, disidentes políticos, racismo por el color de la piel en la misma África subsahariana, o por pertenecer a una etnia”, señalan.
Sri Lanka, Yemen, Ucrania, República Centroafricana, son algunos ejemplos de países devastados por conflictos que han dejado de ser noticia pero que siguen expulsando a su población.
La ruta migratoria, peor que el conflicto
“A veces la propia ruta migratoria es peor que la situación de la que huyen”, comenta Carmona. En el caso de las mujeres muchas son captadas por mafias y obligadas a prostituirse para pagar el precio de salir de su país, mientras que lo hombres son sometidos a explotación laboral.
Estos dos profesionales no pierden la sonrisa mientras cuentan cómo es su trabajado diario, con un componente muy vocacional, “¡Si no vienes con ilusión todos los días ya me dirás!”, dice Rebeca Santiago. “Este trabajo lo que tiene es que cuando crees que el ser humano ha dejado de sorprenderte en lo negativo te llega alguien que te cuenta algo que te vuelve a romper otra vez el alma”, apostilla su compañero.
Carmona y Santiago forman parte de la docena de profesionales que se han ido incorporando al equipo. Ellos intervienen en las diferentes fases del proceso desde que les llega la persona que solicita la protección (en este caso filtrada por el Ministerio del Interior). La ayuda dura por lo general un año y medio.
Cada fase es de seis meses, la primera es la que se denomina de acogida temporal: se les facilita una vivienda, comida, vestido y escolarización de menores, en caso de que haya, “hay una cobertura de necesidades básicas y se hace mucho hincapié en el aprendizaje del idioma, con clases diarias de entre cuatro y seis horas de duración para los que no hablan español”. En esta primera etapa el refugiado no puede trabajar.
En paralelo el asesor jurídico del equipo, Víctor Carmona, inicia los trámites legales para conseguir el asilo. Cada dato se tiene que comprobar. Lo primero es ver si una persona ha solicitado o no protección internacional, concertar una entrevista con él, conocer su historia y orientarle. “Los criterios que tenemos que comprobar los fija la Acnur, el Alto Comisionado para los Refugiados, que exige que cumplan un perfil muy específico”. “Tu puedes conseguir el estatuto de refugiado o protección subsidiaria. Esto es como el culmen de la protección internacional y claro no basta con relatarlo, se tiene que documentar. De hecho parte de mi trabajo trata de coger la narración de los hechos y hacer un juicio de veracidad al expediente, y para hacer eso tengo que constatar cada uno de los hechos que me ha narrado el solicitante”.
Carmona reconoce que es complicado, no se le puede exigir a alguien que sale huyendo de su casa o de forma clandestina que se lleve todos sus papeles, muchos incluso los han perdido por el camino, de ahí la complejidad, “la carga de la prueba la tiene el solicitante aunque los criterios no se pueden llevar estrictamente”.
En la segunda fase se incide más en fomentar la búsqueda de empleo o la formación para conseguirlo. Los seis meses finales del programa de Cruz Roja pasan por lograr la plena autonomía, aunque a ese momento todavía no han llegado los refugiados del programa en Ciudad Real.
El equipo técnico de Ciudad Real lo forman el referente del proyecto, cuatro trabajadores sociales, tres educadoras, la psicóloga, el asesor jurídico y una administrativa. Se ha ido implementado a medida que han ido llegando las solicitudes de asilo y según los profesionales que participan en él está funcionando bien.
Problemas con el personal de la Administración
En este año y medio de rodaje el principal pero no es ni de integración ni de capacidad de acogida: “Nos estamos topando con problemas que dependen de las administraciones a la hora obtener la tarjeta sanitaria o empadronar a los solicitantes de asilo. En el ámbito médico tenemos la figura de la asistencia gratuita para el inmigrante ilegal, pero si es un caso intermedio, como estos, tenemos problemas. Es una batalla diaria.”
Estos profesionales opinan que la administración debería dotar a su personal de algún tipo de formación o dossier para saber cómo actuar ante solicitantes de protección internacional.
Hacerse voluntario, la mejor ayuda
El programa se quedaría cojo si no fuera por la labor que prestan los voluntarios de la ONG para las clases de idiomas o los acompañamientos a gestiones de la vida cotidiana, “si alguien quiere ayudar a los refugiados lo que debe hacer es hacerse voluntario”, aconsejan.
Puestos de trabajo
Los dos miembros de este equipo técnico de Cruz Roja, similares a los que existen en otras provincias, destacan también la importancia de este tipo de ayudas específicas a refugiados: “No sólo no vienen a quitarnos nada, sino que generan puestos de trabajo. Aquí somos once o doce personas, estamos empezando, pero en otras ciudades hay más equipos que dan trabajo a perfiles profesionales especializados que de otra manera no lo tendrían”.
A finales de julio, cuando llegó la última tanda de refugiados sirios a España, el presidente de Cruz Roja en Castilla-La Mancha Jesús Esteban, denunció que el programa europeo no facilita la cosas, “de los 18.000 refugiados que se suponen que iban a venir a Espña al final han llegado 1.700, no sabemos dónde está el tapón pero lo cierto es que los gobiernos no están cumpliendo con las leyes internacionales de ayudar a quienes se van de su país por guerras y persecuciones”.
