Si ha habido una enfermería en primera línea de la pandemia ha sido la comunitaria y de familia, primer escalón del sistema público de salud y clave en la divulgación de las medidas de autoprotección e higiene ante el virus, sobre todo en las zonas rurales.
José Miguel Pérez Bermejo (46 años, de Ciudad Real, originario de Saceruela), es uno de esos enfermeros de primaria que ha afrontado el combate en una zona rural despoblada y alejada de la capital, que vivió uno de los brotes más graves del verano: Alcoba de los Montes.
El virus en la residencia de Alcoba
El virus entró en agosto en la pequeña residencia de Alcoba, que permaneció “limpia” en marzo, y fue devastador, fallecieron la mitad de los 33 residentes. Aunque tienen enfermería propia, el centro de salud de Alcoba, del que dependen cinco pueblos de la comarca, también hizo trabajo de apoyo en este geriátrico. “La verdad es que ha sido muy duro, en agosto tuvimos 85 pacientes contagiados y estuvimos completamente desbordados”, admite.
Situación que podría repetirse en este año 2021 que empieza con repunte de contagios y muertes, como temieron los sanitarios en diciembre. “Esperamos que la gente no baje la guardia porque la vacuna tarda en hacer efecto; opino que hasta el verano estaremos como en 2020, necesitamos vacunar a mucha población y solo así esteramos más protegidos”.
“Se esperan semanas díficiles”
Los temores del mes pasado se han materializado mediado enero, “se esperan semanas difíciles porque, de nuevo, se está llegando tarde en las medidas a tomar para controlar está pandemia y las sucesivas olas que estamos padeciendo”, dice, “se debería dar total prioridad a la vacunación de la población, ya que es la principal medida de la que disponemos para superar esta situación”, remata.
Con veinte años de experiencia en medicina familiar, en sus inicios en la residencia asistida de Ciudad Real Gregorio Marañón, y desde hace dieciocho años en el centro de salud de Alcoba de los Montes, explica que está viviendo “tiempos muy difíciles, en los que el impacto personal y profesional ha sido grande”.
En un pueblo como Alcoba de los Montes y su comarca los pacientes dejan de ser pacientes para ser algo más, amigos, conocidos, lo que significa un plus de enganche emocional que es menor en centros de salud de las ciudades. Cambiar el sistema de trabajo por el virus en poco tiempo no ha sido sencillo.
Increíble capacidad de adaptación de la enfermería
“Lo bueno de la enfermería es la increíble capacidad de adaptación que tenemos, por la variedad de patologías que vemos, y que hemos tenido que poner a prueba. Desde mediados de marzo el manejo del paciente ha tenido que ser distinto, aunque ha habido mucho estrés por el miedo al contagio, nos hemos acostumbrado a utilizar los EPI (equipo de protección individual) y hemos participado en lo que se nos ha pedido, incluido el diagnóstico del virus”.
Peor ha sido cambiar la organización y priorizar la atención telefónica, “para una receta electrónica o resolver una duda no está mal, pero el cara a cara es fundamental en la enfermería. No entiendo la teleasistencia para ciertas cosas, soy de contacto con el paciente, sacas más información de él, incluso con el lenguaje no verbal”.
Los centros de salud no están cerrados
Que se priorice la teleasistencia no significa que los centros de salud estén cerrados, “que quede muy claro”, remarca, “seguimos aquí para todo lo que surja”, en su caso con una carga de trabajo importante por la dispersión de la población y los continuos desplazamientos. “En la comarca son cinco pueblos y somos cinco enfermeros, pero cuando uno está saliente o se coge días, hay que asumirlo todo. En las guardias un médico y un enfermero asumen toda la zona básica de salud”.
El trabajo en los centros de salud ha ido cambiando según avanzaba la información y el control del virus. “En la primera ola no tuvimos ni PCR ni test rápidos, cuando se sospechaba de un caso grave por covid se mandaba al hospital. A partir de la segunda, desde junio, hemos estado haciendo PCR y ahora estamos preparados para lo que venga”.
Lo que ha venido después de las Navidades han sido nuevos casos en todas las poblaciones, más rastreo, aislamientos, seguimiento de positivos y consultas solicitando información, “en definitiva un aumento considerable de la carga de trabajo”. Lo menos malo es que se ha reducido el número de contactos por lo que disminuye el riesgo de transmisión.
“Hemos sentido el cariño de la gente”
Echando la vista atrás a un año que iba a ser de celebración, el de la enfermería, Pérez Bermejo reconoce que tanto él como sus compañeros se han emocionado mucho, “hemos sentido el cariño de la gente, había meses que estabas hasta arriba de trabajo y muchos pacientes te llamaban para preguntar cómo estábamos, eso ha sido muy emocionante”.
Ahora para todo lo que no sea urgente hay que llamar y pedir cita telefónica para acudir al centro de salud desde el que se criba si la atención será presencial o telefónica. “Se intenta el mínimo contacto con el paciente para protegerlo, pero cuando es necesario que venga por algo urgente o una cura lo vemos. Es verdad que durante algunos meses hemos dejado aparte todo lo programado porque era imposible asumir esa carga de trabajo”.
En el noveno mes de pandemia Pérez Bermejo concluye que su profesión tiene que estar orgullosa del trabajo realizado y con ese rodaje “afrontar los nuevos retos que hay”. “Lo fundamental es que la sociedad siga las recomendaciones que hacemos, higiene de manos, distancia y mascarilla”.