¿Qué pasó en La Mancha hace más de 4.000 años?, ¿por qué surgieron esas extrañas construcciones protegiendo pozos subterráneos, las motillas? La explicación está en el denominado por la comunidad científica “evento climático 4.2 cal ka BP”, que trajo siglos de sequía y aridez.
Sucedió en el 2.200 a.C. La Tierra padeció una de las crisis climáticas más graves de su historia y los humanos, que ya poblaban todo el planeta y practicaban la agricultura, tuvieron que cambiar de vida.
Es lo que pasó en la cuenta alta del río Guadiana, en la hoy provincia de Ciudad Real, un territorio difícil para la supervivencia desde la Prehistoria. De repente llegaron siglos de sequía extrema; los ríos se secaron, la gente dejó de encontrar agua en los manantiales y se impuso otra organización de la sociedad. Empieza la Edad del Bronce y con ella la jerarquización social en las “motillas”, asentamientos humanos diseñados para controlar el agua disponible (subterránea) y almacenar cereales.
Quien tenía el agua tenía el poder
Los arqueólogos que han excavado este año en la Motilla del Retamar, construida aguas abajo de las Lagunas de Ruidera, en medio del cauce del Guadiana en Argamasilla de Alba (si lo hicieron ahí es porque el río estaba seco, incluso más que ahora), han encontrado evidencias de que los pobladores del Retamar lucharon por el agua. El hallazgo más relevante es una alabarda de cobre, una pieza característica de las primeras etapas de la Edad del Bronce (seguimos en el año 2.200 a.C), vinculada al momento de construcción de las motillas.
Las primeras armas de guerra
“Hay algunas que son frágiles y pudieron tener un carácter ceremonial, pero en general las alabardas son instrumentos diseñados específicamente para ejercer violencia y causar la muerte. Su uso es el reflejo de una sociedad sometida a violencia y tensiones”, señala el arqueólogo Luis Benítez de Lugo, director del equipo multidisciplinar que investiga en esta motilla.
El ‘supertrigo’ del Retamar
Otro interesante descubrimiento, bajo la lupa del laboratorio, ha sido unas semillas carbonizadas “de un trigo que se adaptó a las condiciones de clima frío y seco, calculamos que tienen más de 4.200 años”.
Los paralelismos con la actualidad son evidentes, la diferencia es que aquella crisis climática que hizo surgir la belicosa sociedad de las motillas por todo el territorio del Alto Guadiana, “se produjo por causas astronómicas, no humanas”, recalca Benítez de Lugo, experto en las motillas (también dirige las investigaciones sistemáticas en el Castillejo del Bonete de Terrinches).
Hombres de las estepas rusas
El otro elemento que falta en el puzle de las motillas que intenta completar este equipo con otras investigaciones es el de los pobladores. Se ha probado que en esa crisis climática llegaron a la península Ibérica pastores nómadas de las estepas rusas que en varias generaciones sustituyeron a los varones autóctonos, pero no a las mujeres, no sé sabe si porque tenían mayor estatus social, con lo cual los matrimonios con ellos eran más ventajosos, o por guerras.
En los resultados de ese estudio, que publicó en marzo la prestigiosa revista científica ‘Science’, ha participado Benítez de Lugo por un hallazgo de 2004 en Terrinches. En el Castillejo del Bonete (construcción relacionada con rituales religiosos del mismo momento prehistórico) aparecieron enterrados juntos dos cuerpos de hombre y mujer. Los análisis de ADN han demostrado que ella era una mujer local, pero él tenía ascendencia yamnaya, de los nómadas que abandonaron las estepas de Rusia hace unos 5.000 años.
Esto mismo se ha constatado con otros 400 individuos aparecidos en yacimientos de la península de esa época: los varones tienen ese mismo ADN de los nómadas de las estepas que reemplazaron al 40% de la población local, y se cree que al 100% de los hombres.
Dentro de los derrumbes también se ha localizado alguna tumba. Lo que más se conoce de las motillas es que eran espacios fortificados para guardar los bienes más preciados en ese momento, el agua y el grano; pero también se utilizaban como lugares de enterramiento. “Las sociedades del tercer milenio a.C. estaban completamente sacralizadas. Todo se interpretaba con un sentido divino, lo que hacen estas gentes es monumentalizar el territorio. Sus muertos estaban en torno a los pozos. La gente ve esos túmulos y entiende que ahí hay muertos”.
Inicio de la ganadería ovina en La Mancha
Las motillas, entendidas como una red de aguada, se relacionan también con el origen de la ganadería en La Mancha y las ovejas. “El mayor número de huesos de animales que hemos encontrado son de oveja. Se supone que existían estaciones para que abrevara el ganado a lo largo del río”.
Los pozos, un éxito de supervivencia
Según el proyecto ‘Cambio climático y social en La Mancha a finales del III milenio a.C’, del equipo de Benítez de Lugo, las motillas son yacimientos arqueológicos presentes en La Mancha, considerados como el ‘fósil director’, o referente principal, de la cultura más antigua (Calcolítico-Edad de Bronce) capaz de captar agua subterránea a nivel regional en Europa.
La construcción de estos pozos fue una exitosa solución que pervivió casi un milenio y formó parte principal de los procesos de cambio hacia una sociedad más compleja y jerarquizada en la que jugaron un papel principal los varones procedentes del oriente de Europa, que precisamente en ese momento -a finales del Calcolítico- reemplazaron por completo a los varones peninsulares.
Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en varias de estas motillas, a lo largo de más de tres décadas, han revelado que son instalaciones en zonas llanas, de planta tendente al círculo, con doble o triple línea de muralla y, en ocasiones, con una torre central.
En varias motillas se identificó inicialmente una especie de patio interior, que ha
resultado ser un pozo de grandes dimensiones para alcanzar el nivel freático con los medios y tecnología prehistóricos. Así se ha revelado en la excavación más profunda, de unos dieciocho o veinte metros en la Motilla del Azuer (Daimiel).
Las motillas coexistieron en La Mancha con otro tipo de ocupaciones durante la Edad del Bronce, como los poblados en altura, campos de silos, cuevas o lugares sagrados astronómicamente como el Castillejo del Bonete, en Terrinches.
Un recurso turístico para Argamasilla de Alba
“La Motilla del Retamar es un recurso interesantísimo, incluido en el plan de desarrollo turístico de Argamasilla de Alba como motor de descongestionamiento de Ruidera”, señala Benítez de Lugo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.
El proyecto que han iniciado los arqueólogos este año, con trabajo sobre el terreno en septiembre y octubre, es el primer paso de un plan que incluye además la consolidación y restauración, para musealizarla al modo de la Motilla del Azuer, en Daimiel.
El trabajo de este año, financiado con fondos de la campaña de yacimientos arqueológicos 2019 del Gobierno regional y la colaboración del Ayuntamiento de Argamasilla de Alba, ha consistido sobre todo en acondicionar y limpiar para frenar el deterioro. La última vez que se intervino aquí fue en los primeros años noventa, “estaba todo comido por la retama y los conejos”.
Protección para la motilla
En los próximos meses el Ayuntamiento de Argamasilla de Alba presentará la documentación para pedir la declaración de bien de interés cultural de esta motilla, aunque las aspiraciones de la comunidad de arqueólogos profesionales de Castilla-La Mancha va más lejos: “Queremos conseguir la declaración genérica de todas las motillas. Estamos hablando de la primera evidencia de arquitectura en Castilla-La Mancha. Solo hay unas pocas decenas de motillas en el mundo, y la mayoría están en La Mancha”.
Una vez conseguida la protección el siguiente paso sería regular el acceso y por último musealizarla de tal forma que se ponga en contexto con el resto de motillas y poblados en altura de la Edad del Bronce, “lo que nos interesa es una comprensión global”.
Aparte de financiación de la Junta de Comunidades y el Ayuntamiento de Argamasilla de Alba en la investigación de la cultura de las motillas colabora como patrocinador privado la empresa E2IN2, cuyo administrador único, Valentín de Torres Solanot, también ha verificado el avance esta campaña.
El arqueólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y un equipo que cuenta con una restauradora, un técnico arqueólogo y expertos de disciplinas como la paleohidrología, además de personal del Instituto Geográfico y Minero han retomado las excavaciones en un yacimiento en el que no se intervenía desde los primeros años noventa.
La alabarda se está sometiendo a un análisis arqueometalúrgico por parte del profesor Ignacio Montero y de las semillas se encarga la arqueobotánica y carpóloga Leonor Peña.
