Se constituyó el domingo 8 de abril de 1894, en una reunión a la que asistieron 22 personas y que se celebró en el domicilio de uno de los presentes, situado en la Plaza de Palacio, nº 7. Su nombre inicial fue Sociedad Benéfica “La Esperanza”, que tuvo hasta 1992, en que fue cambiado por el de Asociación “La Benéfica”, con el que, ciertamente, siempre fue conocida por los habitantes de Puertollano. Su primer presidente fue Eduardo Pastor Gijón, un mecánico de 28 años de edad.
Los fines primordiales de la entidad eran conseguir una mejor instrucción para sus miembros y familiares y, sobre todo, la beneficencia, consistente en dar un socorro diario a los socios que cayesen enfermos, quedaran inválidos o se jubilasen y, en caso de fallecimiento, aportar una cantidad de dinero para el entierro. Se trataba, en realidad, de suplir con los propios medios de sus integrantes, obreros la gran mayoría, la incapacidad del sistema político de la Restauración para mejorar las condiciones de vida de los asalariados, quienes procuraban remediar, en la medida de sus posibilidades, unas carencias de tipo social que la legislación vigente no contemplaba, ya que no existían los Sistemas de Previsión y Seguridad Social. Es decir, defraudadas las clases trabajadoras, una vez comprobaron el abandono a que se veían sometidas por los distintos gobiernos en los estamentos e instituciones oficiales, y a las que sólo quedaba la calle como escenario de sus protestas, la solución más factible que encontraron para mejorar la precaria situación que vivían fue unirse con personas de su misma clase y naturaleza.
Los socios elegían a la Directiva, que celebraba encuentros periódicos y convocaba Juntas Generales, a las que concurrían todos los afiliados y donde, según un Reglamento que confeccionaron, se trataban los asuntos fundamentales de la entidad.
En un principio, organizaban las convocatorias en casas particulares de los socios, ubicadas, además de en la anterior, en las calles Amargura, Ancha, San José y Talavera Alta, por lo que se plantearon comprar un terreno en el que construir su domicilio social. Debido a ello, en 1895 adquirieron una parcela de 450 m2 en el sitio donde en la actualidad se levanta la sede, en el llamado Pozo Vélez, entonces ocupado por un olivar y en una zona prácticamente aislada del resto de la población, que pronto se denominó Paseo de San Gregorio.
Las obras las efectuaron operarios que eran afiliados y, de ese modo, el 27 de abril de 1899 tuvo lugar la primera reunión en su local, que disponía de dos plantas. Si bien estaba sin acabar, y las obras de mejora continuaron posteriormente, era la culminación de una tarea titánica en la que habían puesto todo el empeño y, salvo alguna contada excepción, únicamente cimentada en sus medios. Fue muy de valorar que pudieran salir adelante, teniendo en cuenta los gastos que ocasionaron los jornales y el material empleado, y todo ello sin dejar de cumplir con el abono de socorros a los enfermos, asunto prioritario de “La Benéfica”.
Un rasgo característico de la Sociedad fue su espíritu emprendedor, pues en las ocasiones en que dispusieron de fondos, que no fueron todas, evidentemente, muy pronto los invertían para ampliar su patrimonio. Así, adquirieron una casa que limitaba con la sede y otra en la calle Torrecilla. También estaban suscritos a algunos periódicos y para las fiestas de Carnaval, de fuerte arraigo en la población, organizaban bailes. Ya cuando el siglo XX daba sus primeros pasos y, en un afán por mejorar las condiciones materiales del local, en el otoño de 1903 y habida cuenta de que pocos años antes había echado a andar Eléctrica de Puertollano, acordaron instalar ese tipo de corriente en la sede.
En 1906, año en que hubo nada menos que 43 reuniones, pusieron en marcha una Cooperativa, concebida como economato. Planteó problemas desde el principio, con deudas que obligaron, en ocasiones, a suspender los socorros largo tiempo, circunstancia muy negativa, pues suponía dejar a numerosos afiliados sin el único recurso que les permitía sobrevivir. Ya en 1909, en su tramo final, sólo abría los días de pago en las minas, señal, por otra parte, de que la vida en la localidad estaba articulada en torno a ellas.
En la primavera de 1910, “La Benéfica” contaba con la respetable cifra de 600 afiliados, en una localidad cuyo número de habitantes era de 10.000. El presidente de la Asociación fue Eduardo Gómez Ferrer, un carpintero que, cuatro años más tarde, se convirtió en alcalde de Puertollano, algo muy poco usual durante aquella España de la Restauración, en que ese tipo de cargos, de manera común, estaba en manos de las oligarquías y élites locales.
Desde 1923, con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, el domicilio social se llamó Avenida del General Narváez, varias veces presidente del Consejo de Ministros, en tiempos de Isabel II, y muy vinculado a Puertollano, ya que solía venir a su balneario.
La proclamación de la Segunda República en 1931 coincidió con un panorama laboral lleno de dificultades. Dichas complicaciones económicas repercutieron en el número de afiliados, que no llegó a 500, cuando, en años anteriores, había superado el millar.
Durante la Guerra Civil, el mando militar republicano incautó la sede y estableció en ella un Destacamento de Defensa Antiaérea. Al no disponer de domicilio propio, “La Benéfica” tuvo que trasladarse a un edificio prestado en la calle Aduana, todo ello con numerosos miembros destinados en las zonas de lucha. Por ese motivo, en el listado de socios de aquella época, junto a muchos nombres, figuraba escrita la palabra “Ausente”.
Acabado el conflicto, la situación no mejoró, porque las tropas vencedoras instalaron en el local un Parque de Artillería, donde se recogieron las armas que había en la ciudad. Cuando se retiró, la Jefatura Nacional del Movimiento estableció allí el Frente de Juventudes, mediante un contrato de alquiler.
Comenzaba, de ese modo, la etapa del franquismo, un período muy difícil para la Asociación, con la sede ocupada y en la que sólo disponía de un salón de 112 m2. Puede afirmarse que “La Benéfica”, sobre todo durante los primeros años de la posguerra, fue un reflejo de lo que ocurría a su alrededor, de las duras y adversas circunstancias por las que pasaba gran parte de la ciudadanía, y que mantenerla en pie supuso un auténtico ejercicio de fe, entusiasmo y tenacidad.
Los domingos proyectaban cine y, en ocasiones y con dificultades, ya que necesitaban un permiso, organizaron bailes. La lista de la Directiva era enviada al jefe de Policía y al gobernador civil, para que diesen su visto bueno, y conseguir el material necesario con el que efectuar cualquier obra en el local, por pequeña que fuese, resultaba una tarea ímproba en la depauperada España de la época. Pese a todo, al llegar la Feria de Mayo era costumbre pintar y adecentar la sede, y disponían de un aparato de radio, bien preciado que les servía para informar y distraer, y del que aún carecían en sus domicilios la mayor parte de los socios.
Había 161 inscritos en 1959, cifra muy baja respecto a otras anteriores, pero debía tenerse en cuenta el espacio tan reducido del que disponía la Sociedad, lo que mediatizaba en gran medida su desarrollo.
La falta de colegios en Puertollano hizo que el Ayuntamiento instalase, hasta finales de los años sesenta, aulas en la sede, en concreto, el Colegio de Niñas “Concepción Arenal”, abonando un pequeño alquiler. A su vez, la casa de la calle Torrecilla fue vendida, lo que permitió aliviar la situación financiera, aunque pronto compraron otra, también destinada a alquiler, en la calle Pozo.
Durante los años sesenta se celebraron menos Asambleas, debido, sencillamente, a que la trayectoria de la entidad cambió de forma paralela a cómo lo hicieron sus objetivos, entre los que el pago de socorros ya no era fundamental al haber aparecido los Sistemas de Previsión. Así, se hablaba de otros fines para los afiliados, como encontrar en la sede un lugar de entretenimiento y lectura. También adquirieron un televisor e instalaron calefacción central, mejoras de la época que vivían.
Tras llegar a un acuerdo con la Asociación, una empresa iba a construir pisos en el local, por lo que, en agosto de 1974, fue derribado el edificio primitivo, trasladándose la Sociedad, mientras se realizaban las obras, a un emplazamiento provisional en la calle Juan Bravo.
La inauguración del nuevo domicilio, ubicado en el mismo lugar que el anterior, en un inmueble del que la Sociedad recibió la entreplanta y un millón de pesetas en metálico para ser amueblada, se produjo el 12 de agosto de 1979, con asistencia de las autoridades locales. En cierto modo, y aunque las circunstancias de todo tipo habían cambiado de manera considerable, pues ahora estaban inscritas en la Agrupación personas que pertenecían a distintas clases sociales, y no sólo humildes trabajadores que buscaban socorrerse mutuamente, tuvo algo que recordaba al que se desarrolló ochenta años atrás, cuando estrenaron su primer local, sobre todo en cuanto a sensación de constancia y esfuerzo.
Poco después, la Sociedad reclamó por vía judicial los locales que había ocupado el Frente de Juventudes, ya suprimido tras la llegada de un sistema democrático al país. Por ello, en la tarde del 17 de diciembre de 1984, José María Barreda, entonces consejero de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, hizo entrega en la sede del documento que anulaba el contrato de arriendo con ese organismo, por lo que se reparaba la injusticia histórica de no devolver unas dependencias a sus legítimos propietarios.
En este último tramo se produjeron las largas y fructíferas presidencias de Francisco Úbeda Afán y Luis Rodríguez Izquierdo y la casa de la calle Pozo fue vendida.
Actualmente, el Club de Ajedrez forma parte de la entidad y se organizan excursiones y los Juegos de Primavera. El número de socios asciende a 500, con numerosas mujeres entre ellos, pues, desde 1980, comenzaron a formar parte de la Agrupación. Incluso dos de ellas se incluyen en la Directiva que encabeza Sabas Nogales.
Como final, señalar que, desde 1992, desaparecieron los socios beneficiarios, signo distintivo y razón de ser de la Asociación desde su puesta en funcionamiento, pero la coyuntura y objetivos habían cambiado, en este caso a mejor, de manera obvia, y había que adaptarse a ellos, algo que esta Agrupación, unida indisolublemente a la historia de Puertollano, siempre supo hacer a lo largo de su existencia.