Todo gran hombre que ha llegado a lo más alto mira a sus orígenes con una mezcla de añoranza y nostalgia, y nosotros, manchegos de pura cepa y valdepeñeros de primer orden, miramos con orgullo a nuestra ciudad, esa ciudad que siempre está ahí, para lo bueno y para lo malo, para cuando nos interesa, y para cuando no. Testigo fiel de la Historia procedencia noble y real con una mezcla de linaje antiguo que bebe de los íberos y romanos, igual que ahora bebemos el vino de nuestra tierra que tan lejos ha llegado a lo largo de los siglos, y que sin duda, seguirá haciéndolo.
Tú, bastión urbano en la campiña manchega, cuando las curvas que nos anuncian la cercanía de Sierra Morena empiezan a hacer acto de presencia en un aviso de lo que ha de venir, son suaves lomas que marcan este “valle de peñas” que recorre con su lento andar el río Jabalón, que quizás por miedo o prejuicio no toca a Valdepeñas con su curso sinuoso, con meandros suaves para no dañar a esta ciudad cuando en ocasiones, su fuerza es tal que ni el propio río es capaz de controlarla.
Del arroyo al campanario
Paradojas de la naturaleza, es un riachuelo el que cruza el corazón de Valdepeñas, la mayoría del tiempo seco pero cuando el clima lo permite, se desata la bravuconería de este hermano pequeño del Jabalón, igual que un muchacho adolescente que no quiere reglas y no quiere restricciones, desbordándose en busca de libertad, típico carácter egoísta de estos arroyos. Arroyo cubierto en su parte cuál bulevar de paseo, lugar de esparcimiento por excelencia, sin duda alguna puesto que está sobre el lecho de un arroyuelo, falta representación acuática en dicho paseo, pero no así veladores y terrazas donde los bares y tabernas sacan lo mejor de sí mismas para el disfrute del valdepeñero hambriento.
Mientras, el campanario de la Iglesia de la Asunción, torre vigía de la comarca, observa al río indiferente en su caminar, allá a lo lejos, como algo lejano pero a la vez tan cercano a nosotros, perdiéndose por tierras quizás más agradecidas y por pueblos que sepan admirar su quietud y su vida cuando la canícula y la sequía no convierten a este lecho de vida en un paciente terminal.
El vino en la “heroica ciudad”
Campos marchitos manchegos, otrora humedales llenos de vida y ahora yermos, que gracias a la vid, se extienden vigorosos y verdes por la distancia cuál prados norteños que alegran el carácter de este paisaje tan poco agradecido pero lleno de vida, océanos de pámpanas verdes en los páramos y cerros como olas agitadas por el viento de la meseta. Productores del fruto que nos ha otorgado la fama y la riqueza, conocida ya en tiempos de los íberos, caldos famosos en Madrid, Villa y Corte, en tiempo de los Austrias, llevados diariamente en tren a la capital ya en el siglo XIX para el consumo madrileño, esos son nuestros vinos.
Nuestra torre, ferviente observadora de los siglos, de los hechos que han ocurrido, ocurren y ocurrirán, en su posición privilegiada y señorial, presenció glorias y bajezas, guerras y alegrías, riquezas y catástrofes, así como la evolución de un pequeño pueblo, fundado dicen los que saben, por la reina Berenguela de Castilla.
Carácter real de Valdepeñas, su sello y garantía, fiel servidora a la patria en hechos heroicos y urgentes por todos ya conocidos, valentía y braveza, pero compasión y bondad, “Muy heroica villa” por Fernando VII, y “Muy heroica ciudad” por la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena en 1895, “Casa grande de Europa, Campo de paz y Tierra de ventura” por el rey Juan Carlos I. Bien reconocidos han sido nuestros logros, y lo seguirán siendo.
La patrona Virgen de Consolación
Más cómo no, llegan los visitantes a nuestra Plaza de España, quizás a mi entender una de las joyas arquitectónicas Valdepeñeras, con sus edificios de añil y blanco, típicos manchegos, y sus soportales característicos que hacen de esta plaza un lugar de encuentro y recreo, presidida por la Iglesia de la Asunción, santuario y residencia de Nuestra Patrona la Virgen de Consolación, “bella reina de este pueblo” como bien dice el cantar, objetos de devociones y plegarias de todos los valdepeñeros creyentes, protectora y alcaldesa vitalicia y perpetua de Valdepeñas, en honor a la cual, celebramos nuestras Fiestas del Vino y de la Vendimia.
Puerta de Andalucía y canto del cisne de la Mancha, fin de la llanura manchega que abarca territorios de las provincias de Ciudad Real, Albacete y Cuenca, despedida a otra región hermana, recuerdos imborrables de aquella que permanece siempre y que ha luchado inmortalmente, centro de la comarca y punto de encuentro de los pueblos de alrededor, ciudad por derecho propio, en servicios, en habitantes y en categoría, aquella para los que somos sus hijos, tenemos que luchar y mejorarla, para que siga su avance en un futuro que sin duda alguna y gracias a nosotros, dejará de ser incierto.
¡Felices Fiestas del Vino 2019!