Aníbal Ruiz, ya lo hemos citado en otras ocasiones, pasa por ser el torero más popular que ha tenido Ciudad Real en los últimos años. Siempre solícito a cualquier petición que se le hiciera, el de Alcázar de San Juan ha sido reconocido durante años por su arrojo frente a ganaderías de todo tipo.
Sin embargo, Aníbal decidió colgar los trebejos de torear hace unos años, aunque la temporada pasada reapareció en Ciudad Real para conmemorar el 20 aniversario de su alternativa en el mismo coso.
No hubo demasiada suerte. Después de una concienzuda preparación, justo el día de antes, Aníbal sufrió un cólico nefrítico y, para más inri, uno de sus toros le propinó una paliza en el ruedo, afortunadamente sin cornada.
Quizás por ello, por no alcanzar lo que él quería demostrar en la arena, el alcazarño ha seguido toreando este 2019. Puede que su motivación principal sea conseguir demostrar al público que, además del aguerrido torero que todos conocemos, es un torero que sabe torear. Y no es que antes no lo hiciera – torear-, que lo hacía, pero se trataba de un toreo distinto al que en este momento Aníbal siente. Un toreo más reunido, más despacioso, más sentido.
Hace unos días tuvimos la ocasión de acompañar a Aníbal Ruiz en uno de sus entrenamientos. Fue en la finca Los Recitales, donde pastan los toros de Torreherberos que el domingo saltarán al ruedo de Ciudad Real, y a los que se enfrentarán el propio Aníbal Ruiz, Sebastián Castella y El Fandi. Allí, Aníbal estoqueó un toro del ganadero Alberto Morales, y pudimos ver algo de lo que Aníbal quiere ofrecer; vaciar las embestidas hacia dentro, someter al toro, sentirse toreando. Ojalá mañana domingo, por fin, lo logre. Porque lo ha buscado, porque sabe hacerlo y porque se lo merece. Y nosotros también.