Es una de esas ocasiones en que el Auditorio tuvo altura acústica para acoger el doble concierto que ofreció el músico libanés, que vino cargado de energía, de ganas de lanzar mensajes de paz y de transmitir al patio de butacas que las composiciones no tienen porqué ser condimento de aburrimiento.
Ara Malikian hizo sentir la música al público de Puertollano con cada una de sus cuerdas. Se movió a lo John Travolta, bajó a pie de butaca para que nos sintiéramos más cercanos a su violín y colmó los sentidos con obra propia, como el Valls a su hijo Cairo, y con versiones de Pulp Fiction, David Bowie, Jimi Hendrix o Led Zeppelin, cuyo cartel reinó durante tantos años en su dormitorio juvenil en el Libano.
Reinventar a clásicos
Lo dio todo en el escenario de Puertollano y ahora queda más que justificados los cientos de seguidores por todo el país con continuados llenos absolutos. Sabe que la música tiene que reinventarse, pero también reivindicó a los más clásicos, como Bach y Paganini con su “La Campanella”, todo armonizado con una buena banda de siete músicos.
Contador de historias
Malikian es músico pero también un contador de historias, como las de su violín firma Alfredo Ravioli, su gira europea con una banda irlandesa ataviado de castor y el retiro en los mares gallegos escuchando la voz de los percebes.
Malikian no deja de buscar la paz, de ser la voz de los refugiados, como fue la de su abuelo en 1915, que con un violín salvó su vida y su alma del genocidio armenio. Un legado emocional que recibió en Beirut de manos de su padre hasta convertirlo en la esencia de su existencia.
Tras dos horas y media de concierto el público en pie despidió al artista, al músico y al contador de la historia de un violín que hace cien años cruzó una frontera para poder alejarse del odio. o