Abrir un grifo y que corra el agua en cantidad y calidad parece fácil, pero no lo es. Al ritmo que avanza el cambio climático, con sequías cada vez más cíclicas, en Ciudad Real y su comarca (110.000 habitantes) va camino de ser poco menos que milagro que el agua sigue saliendo. Pero el caso es que lo hace, y la explicación hay que buscarla en factores terrenales como la potente inversión del orden de 150 millones de euros que empezó el Ministerio de Medio Ambiente en el año 2005 –con la mitad de financiación europea-, y los ayuntamientos de Ciudad Real, Miguelturra, Carrión, Torralba, Picón y Alcolea que hartos de padecer lo indecible en sequía decidieron mancomunarse para gestionar juntos el agua.
Sin estas inversiones no sería posible que en este diciembre de 2017, siete años después de un año excepcionalmente húmedo, hubiera agua suficiente para afrontar doce meses más de una sequía que podría ser todavía más grave que la de 1995, la referencia más cercana en términos de desabastecimiento.
“Aquí no se despilfarra ni una sola gota de agua, el rendimiento del proceso es del 96-98%, y la poca que se pierde es por la cantidad de lodo que pueda traer”, asegura Alfonso de la Morena, director técnico de la Mancomunidad del Gasset mientras explica a Lanzadigital.com desde el centro de control de la ETAP (estación de tratamiento de agua potable) cómo funciona el proceso desde que la válvula toma el agua de la presa, a siete kilómetros, pasa por la planta potabilizadora, es propulsada hasta los depósitos y se distribuye a los siete municipios.
Esas conexión ha permitido que en los dos últimos dos años del embalse de la Torre de Abraham se hayan autorizado seis trasvases que han traído al Gasset 15 hectómetros cúbicos.
El ciclo del agua empieza con la ‘bruta’
“Del embalse nos llega un agua ‘bruta’, que no es apta para consumir porque tiene arrastre de sedimento, de tierra. Lo que hacemos es prepararla para retirarle todo lo que no tiene que estar y convertirla en adecuada para el consumo humano”, explica. De esa agua ‘bruta’ se sacan dos productos, por un lado el agua potabilizada y por otro el residuo: lodos que una vez homogeneizados se recogen en un contenedor y se los lleva un gestor autorizado. “La parte del agua que nos interesa se somete primero a un proceso de preozonización [se genera ozono in situ con descargas eléctricas] y luego se burbujea en un cámara para que haga su función de oxidar el agua”, añade el técnico.
El siguiente paso es el tratamiento en las cámaras de mezcla y floculación. En ellas se añaden una serie de productos que según De la Morena son muy simples: sulfato de aluminio (una sal para coagular la suciedad del agua), polielectrolito (almidón de patata que aglutina la suciedad). Todo eso para desestabilizar la suciedad que después pasa por la batería de decantación que permite que la poquísima suciedad que quede baje al fondo, mientras que en la superficie se recoge el agua clarificada.
Batería de filtros de arena y carbón
Pero no termina aquí el proceso. El agua clarificada pasa después por una batería de filtros de arena (se retirán partículas sólidas que no han salido en la decantación) y a continuación por carbón activo cuyas propiedades químicas permiten además de retener partículas sólidas eliminar las sustancias que pueden ser contaminantes o no deseables en el agua para consumo humano.
“Me refiero a esa materia orgánica que no queremos que este como los trihalometanos o los precursores de los trihalometanos. Siempre le cuento a las visitas que esto es como una jarra para filtrar agua de esas ‘brita’ pero en grande”. De ahí el agua va al depósito “en el que lo único que hacemos es añadir el desinfectante residual, el cloro. ¿Por qué añadir cloro?, porque tiene la ventaja de que aguanta en la planta durante un tiempo. Siempre debe haber una cantidad residual que nos garantiza que el agua está desinfectada, controlando las concentraciones para consumo humano, con parámetros de máximos y mínimos”.
Tras esta última fase, la de la cloración, lo que se hace es impulsarla a los depósitos de bombeo de la Atalaya y desde allí se distribuye. Se hacen tres impulsiones. La construcción de un nuevo depósito de 27.000 metros cúbicos de capacidad es otra de las mejoras en la estación. En la actualidad la mancomunidad tiene dos depósitos operativos Don Gil y Gasset (el nuevo).
“Este es el ciclo, lo último es usarla, y antes de devolverla al río ponerla en condiciones, pero la depuración ya no es competencia, aunque la mancomunidad también supervisa”.
Instalaciones suficientes para ahora y el desarrollo futuro
Para conseguir el máximo rendimiento de un agua que en última instancia, y en caso de necesidad viene del pantano de la Torre de Abraham, la mancomunidad ha invertido en los últimos doce años millones de euros con ayudas públicas en la construcción de una nueva tubería de cincuenta kilómetros que trasvasa de la Torre al Gasset. Además se ha ampliado la planta potabilizadora que pasó de una capacidad de tratamiento de 500 litros/segundo a 900. “Esto es suficiente para las necesidades actuales y para un desarrollo futuro sin límite a corto y medio plazo”, remarca el director técnico.
También se dotó a la planta de nuevos sistemas de tratamiento como la oxidación por ozono, distintos tipos de sistemas de decantación y la doble filtración. Las nuevas instalaciones empezaron a funcionar en el año 2012.
