Muchos teníamos la pista de Calatraveño algo perdida, lamentablemente, pero por fortuna aún estamos a tiempo de recuperarla y recordarla.
Pero ¿cómo? ¿Que quién es ese “tal” Calatraveño? Pues mire usted; debió ser algo así: “Entonces tú, muchacho, dices que eres de Bolaños de Calatrava”, le espetó don Rafael Marín a un adolescente José Ruiz Baos un día de 1962 en la finca Pinos Bajos, cuartel general de la ganadería de Víctor y Marín, en Fernán Caballero, después de un tentadero. “Sí, señor”, contestó con la barbilla hundida un joven de apenas quince años, acostumbrado a trabajar la tierra y a cuidar animales, pero que ya había presenciado labores de tienta allí mismo en años anteriores, prendiendo en él la mecha del toreo.
Aquel día el incipiente torerillo decidió probar qué era aquello de torear, y lo solventó con éxito. Después, en el tradicional ágape que se sirve al término de los tentaderos, don Rafael sentenció: “Entonces, siendo de Bolaños de Calatrava, deberás anunciarte “Calatraveño” en los carteles”. Y hasta hoy.
Quizás convenga recordar que José Ruiz Baos nació en 1946 (concretamente el 5 de noviembre), en el seno de una digna y humilde familia de gente de campo radicada en la localidad bolañega.
Como hemos señalado en el inicio, fue en 1962 cuando, con quince años, se puso delante de una becerra por vez primera, acabando el día no solo con el debut en su haber, sino con un nombre artístico con en el que anunciarse en los carteles.
Y a fe que José Ruiz llevó con orgullo su apodo con reminiscencias manchegas allá donde fue; y fue a bastantes sitios. Como no es menos cierto que en su terruño, José Ruiz, sin menospreciar a ninguno de sus colegas coetáneos y/o de alternativa posterior, pero al mismo tiempo sin faltar a una verdad irrefutable, es el torero que ha gozado de mayores simpatías y preferencias entre los aficionados que vivieron su época de mayor éxito, fundamentalmente en la década de los 70. Como él mismo reconoce en conversación telefónica mantenida con Lanza recientemente: “Estoy muy agradecido a mi tierra, tanto a Bolaños como a toda la provincia de Ciudad Real, porque me apoyaron muchísimo en mis comienzos. Me perdonaban que al principio fuera un poco tosco, porque yo aprendí a torear a base de porrazos en las capeas y en los tentaderos. Sin embargo aquella falta de técnica la suplía yo luego con una entrega total en la plaza, y eso a la gente le llegaba mucho, porque sabían de dónde venía y se alegraban de ver a un paisano acercarse a su sueño del triunfo en los ruedos.”
Y a fe que movía gran cantidad de aficionados, los cuales se desplazaban allá donde estuviera anunciado, llegando a contar con una peña taurina en Ciudad Real, sita en la propia Plaza Mayor de Ciudad Real, cerca del actual local de Helados Morán. Allí, según nos cuenta nuestro colega -y buen amigo- Rafael Zaldívar (poseedor del carnet junior número 1 de la peña), se reunían los socios, encabezados por su presidente, Rafael Martínez Sánchez, para hablar y ver toros.
Era una época de ebullición taurina. Y de ingenio. Aún se recuerda la frase “El toreo tiene un dueño: José Ruiz Calatraveño”, visible en todos los rincones de vida social en Ciudad Real. Incluso se llegó a exponer, en la desaparecida tienda del también bautizado como José Ruiz, en la calle General Aguilera, el vestido de luces, blanco y plata, con el que el de Bolaños tomó la alternativa en Ciudad Real el 18 de agosto de 1968; vestido, por cierto, pagado solidariamente por Cervezas Calatrava. Todo quedaba entre “calatravos”.
Aquella tarde la plaza se llenó hasta el tejadillo, y Calatraveño plantó cara tanto a su padrino Diego Puerta, como al testigo Santiago Martín “El Viti” (ahí son nada), tanto en trofeos cosechados como en los emolumentos a recibir en tarde tan señalada. Como curiosidad añadiremos que el toro de la alternativa llevó el hierro de Samuel Flores, y se llamó Poliverde.
En la actualidad José Ruiz vive con su hijo en El Barraco, pueblo de Ávila, después de sufrir una seria voltereta en la carretera hace tres años. “Con la de cornadas y trompazos que llevaba en el cuerpo, quién me iba a decir a mí que aún me esperaba otro percance en forma de accidente de tráfico. Fue en 2018, y los primeros tratamientos no me dejaron bien. Hace un año estaba a la espera de que me dieran día para operarme del pie derecho, pero con la maldita pandemia se han retrasado las intervenciones que no consideran de urgencia. Y así estoy, a la espera de que todo vuelva a la normalidad para poder operarme y acercarme a lo que era hacer vida medio normal.”
Durante su etapa como matador de toros, cosechó la nada desdeñable empresa de abrir la puerta grande de Las Ventas en cuatro ocasiones (una como novillero en 1968, y tres como matador, dos tardes en 1971 y la última en 1973), tal y como indica Vicente de Gregorio en su biografía “A sangre y fuego”, a pesar de que las informaciones vertidas en internet dejan esta cifra en tres.
Calatraveño se retiró definitivamente de los ruedos en 1986, si bien volvió como banderillero durante un año al lado de Víctor Puerto en su época novilleril, a pesar de sus ya muy menguadas facultades físicas. Hasta que una tarde un novillo lo inutilizó para la profesión en la plaza de toros de Brazatortas. Era septiembre de 1993.
Años más tarde llegó a guiar los pasos de Rafael Castellanos, novillero de Campo de Criptana. Y a finales de 2006, al reclamo de su biógrafo y erudito aficionado de Almodóvar del Campo, el ya citado Vicente de Gregorio, dirigió de manera inicial y fugaz la efímera Escuela Taurina de Ciudad Real. Sobre aquella experiencia recuerda “Fue una etapa bonita. Ver la cara de ilusión de aquellos muchachos me llenaba de energía. Intenté transmitir lo poco o no tan poco que aprendí en mis años de profesional. Sin pretender que torearan como yo lo hacía, sino hacerles ver la técnica que se necesita para solucionar la papeleta delante de un animal bravo. Lo de ponerse más o menos bonito dependía de lo que cada uno llevaba dentro, como ocurría en mi época en activo, y sigue pasando hoy día.”
Preguntado por el toreo en la actualidad, el honrado torero manchego prefiere no dar nombres, al menos de los que están en activo. “Ahora hay muchos toreros muy buenos, pero yo de los que me acuerdo son de los de mi época, que eran grandiosos. Ese Paco Camino, que vive aquí cerquita, en Gredos, era extraordinario; Diego Puerta, El Viti… Y en cuanto al toro, en mi opinión, y sin querer restar mérito a nadie, hoy día es más noble, no cabe duda. Ahora tienen más recorrido y son, por decirlo de alguna manera, más toreables. Desde luego mucho más toreables que los toros a los que yo me tuve que enfrentar en las corridas que me anunciaba, sobre todo en mis últimos años.”
Sin embargo, a pesar de los tiempos que nos maltratan, no deja pasar la oportunidad para expresar su optimismo. “Los toros son un sector que mueven muchísimo dinero en España y allá donde se dan festejos de todo tipo. Muchas familias viven del toro, y ese aspecto no se puede dejar de lado. Además de las facetas del arte y de la ecología, que también están ahí. La Tauromaquia es una disciplina que tiene muchas patas, y todas son importantes. Pero yo creo que la más relevante es su impacto económico.”
50 novilladas con picadores (88 orejas y 20 rabos), y 209 corridas de toros (331 orejas y 34 rabos). 25 de esos paseíllos tuvieron lugar en Las Ventas (tres como novillero y el resto como matador de toros), alcanzando a cortar un total de tres trofeos como novillero y once como matador, sin obviar sus 43 paseíllos vestido de luces en Ciudad Real (contabilizando tanto los de novillero como los de matador de alternativa), con éxitos rotundos como la recordada encerrona con toros de Marqués de Ruchena el 12 de septiembre de 1971, y que se saldó con la concesión de siete orejas y tres rabos. De aquella efeméride, al igual que de sus logros estadísticos como matador de toros en la plaza de la capital manchega, en su puerta de cuadrillas Calatraveño cuenta con dos placas conmemorativas.
Esos son los fríos números de un matador que no se inclinó por el toreo estético, sino por el del arrojo y el poderío. Según comentario generalizado de los que lo vieron con frecuencia, parece indudable que Calatraveño lució la insignia de la honestidad, el valor a tumba abierta y la entrega a carta cabal allá donde se anunció.
Sin duda tanto José Ruiz como Calatraveño han vivo momentos mucho mejores que los actuales. No obstante, con voz ilusionada, el bueno de José concluye: “Aquí seguiré, con mi hijo José Manuel, en El Barraco, hasta que la situación mejore, puedan operarme del pie y tenga la ocasión de disfrutar de lo que me quede de estar aquí, y volver a abrazar a las muchas personas que me quieren en mi tierra, y a las que yo también aprecio enormemente.” Así sea, don José. Y más pronto que tarde.
Fotografías: Lanza y JCS
