En el mismo día de este comienzo de año, 8 de enero, ese mismo que retomo una actividad muy querida por mí, los Clásicos en VOS del Deicy Reilly´s, me entero del fallecimiento de dos referentes de mi infancia y adolescencia, el gran central alemán Franz Beckenbauer (el fútbol, junto al cine, la literatura, el baloncesto y el Real Madrid son mis grandes pasiones, chicas aparte, desde tiempo inmemorial) y el crítico cinematográfico, el colega Francisco Badía, Paco como le llamábamos afectuosamente los amigos.
Me estoy refiriendo a todo un pionero en eso dado en llamar con tino divulgación cinematográfica. Especialmente en un tiempo y en un momento (estertores del franquismo) en el que no era nada fácil programar públicamente ciertos títulos. Estoy pensando, por ejemplo, en “El acorazado Potemkin”, ese manifiesto bolchevique, como nazi lo era “El triunfo de la voluntad”, pero ambos grandiosos en su resolución técnica, pues yo en esta pasión adictiva hasta la náusea, no entiendo de ideologías ni de censuras, sino de talento, o lo que considero como tal.
Conocí a Paco tiempo después, cuando llegué a Ciudad Real desde la verde Galicia en el otoño de 1975. Ya era un recalcitrante cinéfilo, o amante del cine que me gusta más, forjado en aquellas maravillosas programaciones de Televisión Española y en el cine Principal, mi particular Paradiso, de mi pueblo orensano, Leiro.
Fue por entonces cuando descubrí las sesiones y el cine-club Juman que comandaba Paco. Y ahí fue cuando definitivamente me acerqué al maravilloso invento de los hermanos Lumiére de manera más honda e intensa. Él contribuyó a alimentar mi insaciable ansia de conocer nuevos títulos y de formarme de alguna manera en ellos, aunque con el tiempo yo esto lo concibo sobre todo más que como algo intelectual, que también, como emoción y cultura popular. Pues, al fin y al cabo, cualquier manifestación artística es cuestión de gustos… y de libre pensamiento. Por eso Paco y yo teníamos a veces criterios diferentes… y eso es lo bueno de la vida, siempre que fuera en noble lid, como la practicada por nosotros.
Paco bañó, inundó de alegría muchas tardes-noches de martes y viernes, con sus siempre particularísimas e ilustradas presentaciones.
Recuerdo que en su compañía y en la de otros socios, nos pilló el golpe del 23 F con “La guerra de los mundos”. Curioso eh. También un episodio lamentable en el que me tuvo que soportar un tanto desmejoradillo, algo beodo vamos, cuando desgranaba “Las minas del rey Salomón”. No se me ocurrió otra que exclamar en voz alta un lamento por las pobres cebras.
Son muchos los recuerdos que se me agolpan y que pertenecen a mi más personalísima biografía. Hombre amable, atento, enérgico llegado el caso, hoy me siento un poco más huérfano, como supongo que la de muchos paisanos capitalinos. Fútbol y cine -qué bueno y elegante era Beckenbauer- de nuevo aunados en mi devenir y en el imaginario de tantos.
Descansa en paz, buen y entusiasta Paco. Y conste que este no pretende ser un homenaje al uso, sino algo surgido del recuerdo inmediato y de la gratitud.