Uno de los mejores trabajos del gran Sydney Pollack (“Memorias de África”, “Tootsie”, “Las aventuras de Jeremiah Johnson”), rodado entre -ni más ni menos- las soberbias “Tal como éramos” y “Los tres días del Cóndor”.
Un thriller apasionante, sólido y absorbente, intimista en su mayor parte, espectacular cuando llega el momento (ahí está ese clímax final de alto voltaje) que opone las elásticas normas de amistad occidentales a los rígidos códigos de honor orientales, en el marco de un enfrentamiento entre el clásico perdedor yanqui y un hosco ex-yakuza nipón, unidos/separados/vinculados por una mujer japonesa, contra los ex aliados de ambos.
El tema musical de Dave Grusin es una verdadera maravilla.
Encima está protagonizada por una pareja masculina de resoplar: un maduro Robert Mitchum absolutamente genial y un ejemplarmente ceremonioso Ken Takakura.
Un título inolvidable y a reivindicar, pues en el momento de su estreno no gozó de la acogida merecida como ingentes obras maestras a lo largo la historia del cine, las últimas en la época en la que escribo esto, con un margen de un par de años: “Babylon”, “Robot dreams”, “Los que se quedan”, “La estrella azul”, “Saben aquell”, “El último duelo”, “West side story” (Spielberg), “The Creator”, “Jeanne du Barry”, “Wonka”, “Las ilusiones perdidas”, “Delicioso”, “Top Gun: Maverick”, “Belfast”, “The Batman”, “El callejón de las almas perdidas” (del Toro), “Licorice pizza”, “El hombre del Norte”, “Rebel”, “Fallen leaves”, “Fall”, “Llaman a la puerta”, “Misión imposible: Sentencia mortal”, “Voy a pasármelo bien”, “Los renglones torcidos de Dios” o “Los Fabelman” entre montones.