El 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Ictus y el jefe del Servicio de Neurología del Hospital Mancha Centro de Alcázar de San Juan analiza la causa y efectos de esta enfermedad y cómo se ha visto afectado su asistencia por la pandemia.
Así, Botia explica que durante las semanas de la pandemia con mayor número de ingresos hospitalarios por Covid-19 se ha observado en hospitales españoles una disminución de ingresos por ictus en torno a un 30% durante ese periodo. En concreto en el Hospital Mancha Centro se ha detectado una reducción similar, siendo los ictus de los pacientes que llegaban al hospital en general más graves y con mayor demora desde el inicio de los síntomas.
Durante la pandemia se ha mantenido la atención urgente al ictus, aunque haciendo además frente a una mayor sobrecarga de trabajo de los profesionales pues colaboraban además en la atención a pacientes con Covid-19.
“Muchos pacientes con síntomas leves de ictus no acudían a los servicios de urgencias y se redujeron las activaciones del código ictus”, explica Botia, que indica que “la atención presencial en consultas externas para el seguimiento de pacientes con ictus y los tratamientos de rehabilitación se suspendieron temporalmente”.
Superados los momentos críticos de la pandemia, en los últimos meses se ha ido retomando la actividad asistencial de rehabilitación y consultas, sustituyendo en ocasiones la revisión presencial por telemática.
Aunque es pronto para establecer conclusiones, se han detectado evidencias que relacionan las secuelas del Covid con episodios de ictus. El jefe de Neurología explica que durante la infección aguda por SARS-CoV-2 se ha encontrado un aumento del riesgo de formación de trombos por alteraciones en la coagulación de la sangre y se ha detectado asociación entre padecer Covid y mayor riesgo de ictus, incluso en personas jóvenes.
“Durante los primeros meses de la pandemia era frecuente que atendiéramos a pacientes con ictus a los que simultáneamente se les diagnosticaba COVID-19”, explica el neurólogo, que detalla que “Una vez pasada la infección por COVID-19 hemos observado otro tipo de secuelas neurológicas como casos de anosmia persistente, distintos tipos de cefalea y en ocasiones síntomas cognitivos, pero no hemos registrado mayor riesgo de ictus meses después de la infección por SARS-CoV-2″.
Detectar el ictus en tres pasos
Cualquier persona es capaz de identificar que alguien está sufriendo un ictus con una prueba rápida y sencilla, en tres pasos, y en menos de un minuto. Es suficiente comprobar si al sonreír la boca se desvía; si al levantar ambos brazos uno de ellos cae hacia abajo; o si al intentar hablar no es capaz de pronunciar de forma coherente una frase sencilla.
El doctor Botia ha enumerado otros de los síntomas que requieren una llamada al servicio de Emergencias 112: pérdida de fuerza repentina en la cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo; alteración repentina de la sensibilidad, con sensación de ‘acorchamiento’ u hormigueo de la cara, brazo ó pierna de un lado del cuerpo; trastorno repentino del habla, con dificultad para expresarse con palabras o comprender lo que otros dicen; pérdida brusca de visión parcial o total en uno o ambos ojos; dolor de cabeza súbito de intensidad totalmente inhabitual y sin causa aparente; o sensación de vértigo, desequilibrio si se acompaña de cualquiera de los síntomas anteriores.
En cuanto a las secuelas, tras un año de acontecer el ictus, menos de un 50% de los pacientes que lo padecen son independientes. El tratamiento neurológico, los cuidados de enfermería en unidad de ictus y la rehabilitación de inicio precoz por parte de un equipo multidisciplinar y especializado consiguen una mayor supervivencia y mejor pronóstico funcional. La mayor recuperación ocurre en el primer año tras el ictus, especialmente en los primeros tres meses.
Incidencia y secuelas
La incidencia del ictus se encuentra en torno a los 190 casos por cada 100.000 habitantes al año y se prevé que aumente más de un 30% en los próximos quince años. Cada año se producen 27.000 muertes por ictus en España y 1.200 en Castilla-La Mancha. Una de cada seis personas padecerá un ictus a lo largo de su vida. En el Hospital Mancha Centro se atiende a cerca de 350 casos de ictus cada año.
Tras el alta hospitalaria, además de las revisiones en el Servicio de Neurología y el control de los factores de riesgo en Atención Primaria, un equipo coordinado por el médico rehabilitador (fisioterapeuta, logopeda, terapeuta ocupacional, neuropsicólogo, etc.) llevan a cabo tratamientos para reducir la discapacidad y mejorar la adaptación del paciente, facilitando en lo posible la reincorporación a su actividad habitual social y laboral, reduciendo la dependencia. Se estima que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela como alteración de la movilidad, el habla, la visión, la sensibilidad o el equilibrio, así como trastornos del estado de ánimo cognitivos y de personalidad.
Factores de riesgo
La edad avanzada aumenta el riesgo de padecer un ictus. Problemas de salud como la hipertensión, la diabetes, el colesterol elevado y la obesidad, así como el estilo de vida sedentario, el estrés, tabaquismo y el exceso de consumo de alcohol son factores que aumentan la probabilidad de padecer un ictus.
En este sentido Botia explica que se puede prevenir el ictus controlando factores de riesgo como la hipertensión, diabetes, colesterol elevado y sobrepeso, evitando el tabaco y el exceso de alcohol, realizando ejercicio físico regular y siguiendo una dieta variada, incorporando más frutas y verduras, como se hace en la dieta mediterránea. Al respecto estima que más del 80% de los ictus son evitables.
El ictus puede ocurrir en personas jóvenes, especialmente si presentan problemas cardíacos, hipertensión arterial, sedentarismo, exceso de ingesta de alcohol, tabaquismo o consumo de drogas. En los últimos veinte años el número de casos de ictus en personas de menos de 65 años ha aumentado un 25%. Cerca del 12% de los pacientes con ictus tienen menos de 50 años.
El protocolo Código Ictus es la principal herramienta para atender esta patología. “Nuestro sistema sanitario está preparado para activar el “código ictus” en cuanto se detectan los primeros síntomas”, subraya Botia, que incide en que es muy importante no perder tiempo y llamar a emergencias para que confirme la sospecha de ictus y tras ello se coordine inmediatamente el traslado y la atención rápida a uno de los centros regionales capacitados para tratar el ictus agudo, lo que puede evitar en muchas ocasiones un infarto cerebral o bien reducir sus secuelas.
Tratamientos y avances
En los últimos años se han ampliado las situaciones en las que se puede disolver er un trombo mediante trombectomía mecánica o fibrinolisis intravenosa, beneficiando a mayor número de pacientes con ictus, evitando el infarto cerebral o reduciendo su tamaño, con lo que disminuye la discapacidad y mejora la calidad de vida.
Además se han desarrollado nuevos anticoagulantes orales más seguros para prevenir el ictus en pacientes con fibrilación auricular y se dispone de nuevas técnicas diagnósticas de neuroimagen avanzada que permiten tratar a más pacientes con ictus agudo con menor riesgo. En este sentido además se está usando el “teleictus” para tratar precozmente el ictus en la fase aguda en lugares distantes a los centros de referencia, reduciendo la discapacidad del paciente.
Actualmente hay más de 1.400 ensayos clínicos en marcha de fármacos para tratar del ictus, además de ensayos con terapia celular que son prometedores. Se están mejorando además las tecnologías de imagen para poder diagnosticar más rápidamente y tratar a más pacientes candidatos a terapias de reperfusión en el ictus agudo. En los próximos años se seguirá extendiendo el modelo de atención multidisciplinar coordinada en el ictus con la creación de nuevas unidades de ictus y el apoyo a otros centros distantes mediante el “teleictus”.