Aníbal B. C.
Piedrabuena
El maestro y geógrafo Francisco Zamora presentó en Piedrabuena un nuevo libro sobre la historia del ecologismo en la provincia de Ciudad Real, que repasa a través de las imágenes plasmadas en pegatinas los principales conflictos ambientales que ha vivido la provincia. Zamora, que es autor y coordinador de otros dos libros anteriores sobre la historia del ecologismo en Ciudad Real, explicó que el libro pretende refleja cómo las pegatinas se convirtieron durante décadas en uno de los principales medios para dar a conocer la lucha de los grupos conservacionistas en contra de los grandes temas que les preocupaba entonces.
El uso de las pegatinas, de las que una gran parte se reproducen en su libro, “surgió a raíz de conflictos como la oposición a la instalación de los campos de tiro para el ejército del aire en Cabañeros y Anchuras, como consecuencia de los problemas del agua en la Mancha Húmeda o la protección del Bullaque, entre otros conflictos”, advirtió.
El libro, que fue presentado en la sala de exposiciones El Canguro Violeta, analiza detalladamente los motivos que llevaron a editar este material, el momento en el que se hicieron, o quienes fueron sus autores, en el caso de conocerlos, porque, muchas de ellas fueron realizadas de forma anónima. Francisco Zamora matizó que muchas pegatinas fueron la tarjeta de presentación de grupos ecologistas, otras, en realidad representan de forma icónica conflictos que duraron o duran años.
“La pegatina resumía muy bien un conflicto y una posición concreta”, dijo el autor del libro, quién advirtió que para él, “son parte del patrimonio, de la historia y de la cultura, porque en cierta forma, estaban hechas para generar belleza, para que gustaran y llamaran la atención”. En este sentido, recordó que los grupos ecologistas se apoyaron en algunos casos en reconocidos artistas de prestigio para contar con su participación, como fue el caso de pintores como Juan Genovés o Pedro Castrortega, o dibujantes como Forges.
Muchas de estas imágenes tienen un gran valor plástico y estético y todas ellas, reflexionó, “una carga importante reivindicativa”. En otros casos, las pegatinas fueron usadas por los grupos ecologistas como material educativo “para divulgar determinados valores que hoy están asentados entre la sociedad, pero que hace veinte años eran motivo de burla”. Y recordó como en el caso de Cabañeros o Anchuras, que hoy son espacios naturales muy valorados, hace treinta años eran lugares dónde irónicamente se decía que “sólo había lagartos”.
Alguna de esta pegatinas, explicó, “fueron pensadas para llevar a cabo campañas en los colegios, como la que lanzó el grupo ecologistas ‘Cantueso’ para lograr la protección del río Bullaque”. En este caso, advirtió, “se buscaron pegatinas impactantes y que llamaran la atención de los niños de los colegios sobre los valores del río Bullaque, por eso se eligieron para ilustrarlas una serie de especies naturales, fundamentalmente animales y plantas, con la idea de difundir los valores del río Bullaque que en aquel momento estaba amenazado por un proyecto de trasvase para llevarse el agua”.
Zamora terminó diciendo que en el libro incluyen pegatinas realizadas por instituciones públicas que recurrieron a ellas como medio de promoción, divulgación y educación ambiental.
