Catorce intérpretes en escena representan este sábado 21 de julio, a las 22.45 horas, en el Palacio de los Oviedo ‘La danza de Céfalo y Procris, ¡Arden!’, una coproducción hispano-francesa inspirada en el texto de Calderón y la música de Elisabeth Jacquet de la Guerre sobre el mismo mito.
Temas como el amor y el desamor, pero también los malos tratos, la pulsión de la lucha de clases en este caso entre los dioses y la tragedia del ser humano y su fragilidad y fatalidad, se abordan en esta revisión del mito de Céfalo y Procris, comentó la directora de escena, Susana Egea, que consideró todo un acierto la inclusión de producciones de danza barroca en el Festival de Almagro como una parte fundamental de las artes en el Siglo de Oro.
La propuesta, resultado de dos años de trabajo con la participación de artistas franceses y españoles, comienza con el poema de Rafael Alberti ‘Nocturno’ que anima a olvidar las palabras, ya que a veces sobran cuando las cosas llegan al límite, para abrirse a otro lenguaje, el de la danza, comentó Egea, que indicó que el espectáculo mantiene la estructura barroca con una obertura inicial y un pasacalles final con música de De la Guerre, compositora del período áureo.
Egea encarna a Diana y Nick Nguyen, responsable de la dirección artística, da vida a Hermes, dioses que ejercen de narradores, explican la tragedia, juegan con los humanos y castigan sus desobediencias. También la Brisa está interpretada por una cantante en un espectáculo con textos en castellano y francés pero fundamentalmente de danza en el que se narra la historia, sobre todo de celos, de cómo Céfalo se enamora de Procris, del séquito de la diosa Diana, quien ha regalado una poderosa jabalina al primero y se enfada mucho por los filtreos de la segunda. Cazador apasionado, Céfalo emplea la jabalina y, cuando acaba rendido, descansa para que la Brisa lo acaricie, lo que motiva los celos de Procris que cree que la engaña con un amante. De ahí, que vaya a espiarle pero él la confunde con un animal y la mata sin querer.
En el montaje, Nguyen se vale de coreografías del siglo XVII y propias inspiradas en las esencias del Siglo de Oro a partir tanto de la danza barroca francesa arquetípica como de las influencias que la conformaron, buscando tanto la conexión con el público del siglo XXI como con el texto.
Tanto en el vestuario como en la puesta en escena se aprecia una línea contemporánea que recoge y respeta los ecos del barroco, y la dramaturgia, de Chantal Lapeyre, parte de las fuentes originales de Ovidio y Calderón para construir un texto que da sentido al mito hoy en día. La pasión barroca de esta producción cuenta, además de la música de De la Guerre, con composiciones de Charpentier, Monteverdi e Hidalgo.