Así lo volvió a demostrar Marwan Abu-Tahoun Recio (Madrid, 1979) en la noche de este jueves ante el numerosos público que se congregó –entregado desde el primer minuto- en la sala Zahora Magestic para disfrutar de un concierto que volvió a revelarse como único al estar lleno de verdad porque así es todo lo que hace Marwan –y probablemente sea el secreto de su éxito-.
Pasaban las 22.20 horas cuando, acompañado del teclista Dani Serrano, Marwan salió al escenario acompañado de su compañera vital, la guitarra, mientras sonaban los primeros acordes de “Cómo hacer que vuelvas”, a la que siguieron temas de su último trabajo –producido en esta ocasión por Sony, “Mis paisajes interiores”- entremezclados sabiamente con alguno de sus grandes éxitos.
De esta forma comenzaron a fluir de la guitarra y la voz de Marwan –apoyada en esta ocasión por el virtuoso teclado de Daniel Serrano- canciones como “Animales”, “Palabra por palabra”, “Ya te estoy imaginando”, “La ecuación”, “Carita de tonto” o “Los restos de esta historia”.
Las letras impactantes de Marwan
Y todas ellas salpimentadas, como siempre, por el sentido del humor del artista que, consciente de la carga emocional e intelectual de sus letras, establece una conexión muy especial con el público para irlo guiando hacia el lugar en el que él estima en cada momento: de la risa a la emoción, pasando por la tristeza o la rabia.
Canciones improvisadas, anécdotas, reflexiones impagables compusieron el mosaico de un concierto en el que se vivió un momento muy especial –debido al cariño que también le tiene el público ciudadrealeño- con la subida al escenario del hermano Samir Abu-Tahoun Recio –enfermero de vocación y escritor por pasión- para recitar algunos de sus textos como el que sirvió de base a la canción “Puede ser que la conozcas” u otro poema de su libro “Cómo pudo nadie dejarte escapar” que se fundió con el tema “Desde que duermes junto a mí”.
“La vida cuesta”, “Mi único motor”, “Las cosas que no pude responder” –aún recuerdo con la piel de gallina su versión con Rozalén en el WiZink Center de Madrid en enero-, “Conviene saber” y “Canción de autoayuda” cerraron el repertorio del concierto.
Música y poesía
Pero sólo de forma temporal, hasta que Marwan inició el solicitado bis con un brutal poema dedicado a su padre, refugiado palestino, pero que podría aplicarse a todos y cada uno de los millones de refugiados que hay en el mundo. “1950-1967. Palestina” logró llevar al silencio a una encendida sala que minutos antes reclamaba “otra” de forma estruendosa y que ahora escuchaba cómo “no se puede mirar a la muerte a los ojos / y regresar intacto. Nadie puede”.
Se produjo en ese momento uno de los instantes mágicos del concierto que sólo un sentido aplauso y los acordes de la reivindicativa “Necesito un país” lograron diluir temporalmente -que no romper-, para concluir el concierto con la archiconocida “Un día de estos”.
“Nadie sale ileso de una buena canción” asegura Marwan en uno de los micropoemas de su último libro, “Los amores imparables”. En la noche del jueves fueron muchos los que no salieron ilesos de su concierto, un regalo para el alma, gracias a que logró “un pequeño milagro que nos aleja del tú y del yo, esas palabras que caminan separadas”.