A. R.
Almagro
“Cuando hace 15 años decidimos llamarnos así fue una declaración de principios: Por un lado, fue en homenaje a Gil Vicente, el autor teatral peninsular más grande del siglo XVI, y en homenaje a un período de nuestra literatura dramática, pero también es una metáfora de lo que supone el viaje artístico, una vida dedicada a transitar mares donde quizás no es tan importante dónde hay que llegar si no cómo es el día a día de una navegación que siempre es peligrosa pero que también aporta cosas estupendas”, destacó Ana Zamora, directora de la compañía.
Se trata de un texto “curioso”, perteneciente a la última parte creativa de Gil Vicente “en la que, contra todo pronóstico, hace una defensa absoluta del amor por encima de todas las cosas, como motivador para cambiar el mundo”. Escrita para recibir a los reyes Joao III y Catalina de Austria a su regreso a Lisboa tras dos años de ausencia a causa de la peste, la alegoría de la propia ciudad aparece en escena feliz por recibir de nuevo a los monarcas, pero es interrumpida por un príncipe de Normandía -un héroe de libros de caballería- que viene a pedir la Nao de su escudo, de su divisa para ir a buscar su dicha o ventura. Lisboa no le puede dar la nao, pero le concede permiso para construir en sus riberas una embarcación “hecha de sentimientos amorosos” que, una vez construida, empieza a atraer a diferentes personajes que tienen en común ser desdichados en amores y estar dispuestos a jugarse la vida y “entrar en terribles tormentas con tal de encontrar también su ventura”.
En la pieza, aparecen referencias a las barcas de locos, que fue “todo un género”, e influencias de las novelas de caballería y las epopeyas de las conquistas, comentó Zamora, que indicó que de la compañía Nao d’amores es el sello de esta producción, aunque también lo tiene portugués ya que el montaje, realizado en colaboración con el Teatro de Almada, se construyó durante dos meses en Portugal y la mayoría del elenco es portugués. Cinco de los actores-músicos son portugueses y dos son españoles, apreció Zamora, que resaltó que es espectáculo “muy lúdico”, con danza popular y cortesana, y del que destacó la importancia de la música como parte fundamental de la propia acción dramática.
Unidad
Con dirección musical de Alicia Lázaro, se tocan instrumentos como clave, viola de gamba, fídula, flautas y percusiones. “Todos cantan y bailan, forman parte de este mundo sonoro en el que verso, fonética y música forman una sola unidad”, dijo Zamora, que indicó que esta obra de Gil Vicente, escrita por el propio autor e interpretada en castellano y portugués, es “un compendio precioso entre lo lírico, lo festivo y la teatralidad”.