A. R.
Almagro
Nada más entrar en el Patio de Fúcares, los espectadores escribieron en tarjetas frases, títulos o impresiones que luego sirvieron como interruptores, pies o hilos conductores de lo que sucedió en escena con los cuatro actores de Jamming haciendo gala de su ingenio y rapidez de ideas y recursos en un espectáculo basado en la improvisación.
Con unas loas a partir de títulos como un impronunciable menú, un pepino en tu mesa y un apasionamiento por Lope de Vega, comenzó la función en la que el reparto se marcó unos divertidos bailes isabelinos de muchos giros y muchas más reverencias y que incluyó momentos para que el respetable descargara la adrenalina con gritos eufóricos y vítores y para que cada uno saludara a quienes estaban sentados a su lado de manera que los reparos se marcharan a otro lugar.
El primer acto de la función se abrió con una ‘trageding grieging’ sobre un “atrapacabezas” que no dejaba vástago con testa, incluida su hija menor, la más joven entre las jóvenes, cuyo cráneo terminó llevando bajo el brazo su amado por toda la eternidad.
Luego llegó el ‘shakespearing’ con el leit-motiv, propuesto por una espectadora, de los cibernautas y dos apuntadores llegados del público que culminaron inventadas rimas con no menos increíbles finales de versos como te escucho mejor por los pies o un anacrónico desayuno de patatas fritas en el siglo XVII. Joaquín Tejada originó carcajadas con la chaqueta puesta del revés a modo de regio traje repartiendo frijoles al pueblo, siendo acuchillado al confesar su amor por un seguidor que le envió mil buenas nuevas de admiración a través de palomas mensajeras.
Así mismo, las frases escritas en tarjetas por el público, recogidas por los actores y lanzadas sobre el escenario, dieron paso a un ‘entremesing’ y sirvieron, al sonar un silbato, como punto de continuación o giro a la acción, apareciendo una dama que emuló desnudarse ante un espejo que le devolvía una imagen de singular belleza.
‘Siglo de oring’
Paula Galimberti, Juanma Díez, Lolo Diego y Joaquín Tejada, con Michael a los mandos técnicos, se repartieron con frescura y revitalizante solidaridad las labores de espontánea improvisación y explicación a los presentes de las pautas de un espectáculo con mucho de juego y que contó en el segundo acto con un episodio de ‘siglo de oring’ de rimas nunca antes conexionadas, a partir de la propuesta de un carné de manipulador de alimentos, a cuyo propietario se le acusó de manipular, a su vez, corazones y no llegar nunca a realizar su cometido en la cocina del monarca.
Y también se desarrolló un ‘quijoting’ que tuvo como objetivo, planteado desde el público, de encontrar un arlequín con los sonidos ambiente y de las acciones de los personajes recreados por dos espectadores que subieron al escenario a poner la banda sonora. Como el trote de Rocinante y el rucio pareció más la caída de goterones sobre charcos, Don Quijote y Sancho afrontaron su caminar como si de hecho estuviera lloviendo –preludio de lo que a continuación sucedería en Fúcares- y el ingenioso hidalgo halló un arlequín con un gorro de tintineantes cascabeles y confundió con Dulcinea una encina que fue talada ante el descrédito del Caballero de la Triste Figura.
Al público, feliz y muy implicado en la interactiva propuesta de improvisacioning, no le importó, es más agradeció ante los tremendos calores de este julio, que cayeran verdaderamente las primeras gotas de una refrescante tormenta y reclamó otro número más de Jamming, que finalmente consistió en otro ‘entremesing’ en el que la compañía fusionó las escenas más divertidas de la velada, a la que, por otra parte, asistieron tres actores de Ron Lalá, que fueron reclamados desde el escenario para que colocaran a los intérpretes de ‘Jamming’ como si fueran estatuas de mimo .
El público disfrutó con la desinhibida y participativa puesta en escena de Jamming que mantuvo vivas durante el espectáculo la emoción y la sorpresa apostando por una divertida y creativa técnica.