Dios, bajo la apariencia del conocido actor Mariano Peña, se subió este domingo al escenario del Teatro Municipal de Tomelloso para reescribir los diez mandamientos. O tal vez fuese al revés, Peña se hizo pasar por Dios, para interpretar el casi monólogo escrito por David Javerbaum (realmente la obra está basada en una serie de tweets del autor) en el que se critican una serie de lugares comunes de la religión cristina, a juicio de este periodista, afortunadamente superados.
El público que casi lleno el aforo del Municipal de Tomelloso se divirtió de lo lindo con la comedia que interpreta Mariano Peña, a quien acompañan Chema Rodríguez-Calderón y Bernabé Fernández, como dos arcángeles. La obra está dirigida por Tamzin Townsend quien, junto a Peña y Rodríguez Calderón firma la versión.
Con estas premisas el lector ha deducido que la obra versa sobre Dios. El omnisciente hacedor del cielo y la tierra. Ayudado por dos arcángeles, repasa y actualiza el decálogo que entregó a Moisés en el Sinaí. El Dios-Peña nos ofrece una nueva versión de los mandamientos, más acorde con los tiempos en los que vivimos. Con un formato de talk-show, Dios contesta a las (supuestas) preguntas del respetable o, incluso, hay momentos para la publicidad y el merchandising.
Aprovechando la reforma de los mandamientos, Dios aprovecha para confesarse y contar al respetable lo que ha hecho mal. Así, entre mandamiento y mandamiento repasa los pasajes más señalados de la Biblia. Cada una de esas, digamos, diez partes, contiene algún momento gracioso, pero también, mucha paja. Pero Colmenero está magistral, es capaz de hacer que el público no se despiste ni se aburra, aventando esa paja como solo él sabe hacer. Adán y Eva, el arca de Noé, Abraham o Jesús (su hijo mediano, que se lo hizo pasar regular) y Steve Jobs, con el que está creando el “Universo 2.0”.
La religión, ya se sabe, es un asunto controvertido, pero nos parece que en la obra está tratada con respeto. Además, hay que perder el reciente miedo al humor de estos tiempos y reírnos a gusto. Al final, una apoteosis digna de Broadway y una recomendación divina que, lógicamente, no vamos a desvelar. El público aplaudió a rabiar y los actores tuvieron que salir varias veces al escenario a saludar.