La crisis de precios agrícolas que en los últimos días han levantado al campo español, no sólo se debe a los márgenes de la distribución nacional, sino a otros factores estructurales del propio sector productor y de la dinámica exportadora.
Así lo dice Mariano Íñigo, profesor de EAE Business School y especialista en el sector de la alimentación, quien ha llamado la atención de cuatro factores a tener en cuenta para explicar la falta rentabilidad en el sector agropecuario: la gran dispersión de la oferta, las desventajas competitivas con países que no cumplen las garantías sanitarias, la incapacidad de los agricultores y ganaderos para que los consumidores distingan sus productos por la calidad y el modelo de exportación español.
En declaraciones a lanzadigital explica que la distribución nacional compra tan sólo el 10% del total de la producción agrícola española para venderla a los consumidores, “con unos márgenes pequeños en la cadena”, mientras que otro 20% es transformado por la industria alimentaria, y el 70% restante se comercializa en mercados exteriores.
De ahí que para Íñigo “resulte excesivo” responsabilizar a los hipermercados del hundimiento de los precios en origen, aunque reconozca que estas plataformas hagan mala praxis con las ventas a pérdidas y el uso de los productos llamados “gancho” para animar a la compra de productos más rentables.
Entonces, ¿cuáles serían los motivos reales por los que los precios en origen son tan bajos e impiden mejorar la renta agraria?
A juicio de Íñigo hay cuatro factores. El primero es “la atomización y dispersión de la oferta”, en el caso del aceite con un millar de cooperativas, frente “a la concentración de la demanda, muy especialmente en lo que se refiere a la distribución”. En este juego tiene más poder quien compra y presiona los precios a la baja.
El segundo “es que la oferta ya no es exclusivamente nacional”, sino que cada vez más se ve ampliada por productos procedentes de terceros países cuyos costes de producción, y muy especialmente los costes laborales, son mucho más reducidos.
“Los productos españoles no sólo compiten con productos dentro de la UE, explica el profesor, sino con los de Israel, Marruecos o Túnez, donde la mano de obra es más barata y no son tan escrupulosos con los fitosanitarios como en España o Europa”.
De la misma manera, la pertenencia a la UE es un factor que condiciona “para lo bueno y para lo malo”, y la negociación bilateral no existe, sino que tiene una “vocecita” dentro de una mesa en la que también se negocia el comercio de otros alimentos como la pesca.
En tercer lugar, Íñigo achaca también la crisis de precios “a la incapacidad, tanto del sector productor como del sector industrial y la distribución” en su tarea fracasada de hacer que el consumidor español perciba las diferencias de calidad con los de otras latitudes. Por ello, “su decisión de compra se base casi exclusivamente en el precio final”.
Precisamente, según el experto en alimentación, el escaso valor a los productos interiores “impide establecer precios superiores y los presionan a la baja”, que tienen como resultado “unos márgenes muy estrechos en todos y cada uno de los diferentes eslabones de la cadena de valor agroalimentaria”.
La cuarta causa está relacionada con el modelo de exportación español, y basado más en el volumen que en la calidad.
Íñigo recuerda que en el sector vinícola España es el primer exportador mundial en volumen pero el tercero en valor, a gran distancia de los dos primeros, “debido a que la mayoría de sus exportaciones se realizan a granel”.
Así, en conjunto, para Íñigo, “no debemos simplificar el problema de los bajos precios de los productos agrícolas españoles centrándonos en el papel que juega la distribución”, sino que invita a una redefinición de la comercialización nacional de los productos.
“Buena parte del futuro de nuestra agricultura, asegura, sector esencial de nuestra economía y uno de los pocos cuya balanza exterior es positiva, nos va en ello”.
Con todo, el experto anima a aprovechar el potencial agrícola español, “con productos de indiscutible liderazgo mundial, como el aceite de oliva y el vino”.