Hoy me apetece escribir sobre Manuel Hervás Casado, a quien tenía la esperanza de volver a ver ayer en el pregón taurino que desde hace años prologa nuestra feria de la Virgen Del Prado. Pero no lo vi.
El bueno de Manolo lleva un par de temporadas bregando con el negro toro del cáncer, al cual le está costando meter en vereda. Por eso, es decir, porque me apetecía, y porque los aficionados a los toros de Ciudad Real nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos, me apetece escribirle –escribirte, Manolo- estas líneas.
En la presentación de la segunda parte de su enciclopédica obra “Historial Taurino de Ciudad Real”, creo recordar que fue Felipe Pedraza quien apuntó aquello de que cuando alguien quiera conocer algún aspecto histórico taurino acaecido en Ciudad Real, en el futuro, habría que referirse al “Hervás”, en analogía con la denominación por la cual la magna obra de José María de Cossío “Los Toros” es conocida (“El Cossío”).
Manuel Hervás a buen seguro haya sido la persona que más horas ha pasado delante de un ordenador intentando dejar plasmado para los restos la historia del toreo dentro de los límites de la provincia de Ciudad Real desde que existe constancia escrita rastreable de la misma. Para ello, durante muchos años, todos los días, después de terminar su jornada laboral en el instituto El Torreón -Manolo es profesor de Formación Profesional, o Ciclos Formativos como se denominan en la actualidad-, se metía en su despacho a “picar” textos y más textos que encontraba en todas las publicaciones de las que podía echar mano de manera física, tanto en la Biblioteca como en el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, entre otros, como de manera digital en muchísimas otras instancias.
Hoy día, si alguien quiere rastrear algún aspecto histórico referido a la Tauromaquia en Ciudad Real y su provincia, solo tiene que consultar “Ciudad Real, historial taurino”, publicado por la Biblioteca de Autores Manchegos, o su segunda parte, más amplia, “Ciudad Real, el otro historial Taurino”, volumen autoeditado y que sus buenos esfuerzos le costó ver materializado a Manolo, tanto por la cantidad a desembolsar como por el escaso tiempo que le dejaba el cuidado de sus muy queridos -e inquietos- nietos últimamente.
Otro aspecto a destacar, poniéndolo al mismo nivel o superior al de su erudición taurina, es la de su valía humana. Siempre preferí estar al lado de un aficionado con menores conocimientos taurinos pero con valor humano positivo, que tratar con un aficionado que supiera de toros pero cuya calidad humana no anduviera acorde. En Manolo se dan los dos casos; sabe de toros y posee una serie de cualidades como persona que muchos quisiéramos para nosotros mismos.
Manolo, amigo, compañero, sé consciente, en el intenso dolor físico que la enfermedad te produce, desgraciadamente, que somos muchos los que te aprecian, y muchísimos los que te queremos, y te agradecemos con devoción el ser como eres, y dejarnos un legado impagable. El Ciudad Real taurino no sería lo que es sin ti.