No querría para mí ni para los míos una escandalera en el Congreso de los Diputados si el infortunio cayera sobre mi entorno. No soy capaz, no tengo coraje suficiente para ponerme en la piel de la familia de Laura Luelmo – la maestra zamorana asesinada en la provincia de Huelva pocos días después de llegar para emprender su trayectoria laboral-, e imaginar el dolor infinito que estará padeciendo tras conocer las circunstancias de un crimen que ha conmocionado al país en vísperas de la celebración de Navidad. Por ello creo que no podemos permitir que una familia tenga que soportar que se haga política con su dolor.
La gravedad de los hechos causantes del asesinato y agresión sexual de esta mujer joven no ha evitado, sin embargo, la repetición de reproches y enfrentamientos entre partidos convirtiendo, de nuevo, el Parlamento en un zoco a propósito de un asunto tan grave como la violencia que se ejerce contra las mujeres. No es fácil asumir que estos espectáculos forman parte ya de nuestra cultura, aunque hayan calado en la cotidianidad de nuestras vidas, propiciando una desesperanza que cala lentamente como el agua de lluvia en la tierra húmeda.
Recuerdo que pocos meses después de comenzar el año, miles de mujeres salimos a la calle para reivindicar una igualdad real y pedir medidas y acciones que ayudaran a combatir todas las formas de violencia y discriminación. Tuvimos un recuerdo muy especial para aquéllas que eran explotadas, acosadas y asesinadas y criticamos también decisiones judiciales que considerábamos marcadas por principios machistas.
Punto de partida para la igualdad
Ciudad Real no fue ajena a la gran movilización general y celebró ese 8 de marzo con una de las manifestaciones más importantes que se han registrado en los últimos años, convirtiendo la fecha en un “histórico” punto de partida para la igualdad. La calle nos dio unidad y nos hizo sentirnos fuertes y esperanzadas en la consecución de políticas que nos hicieran iguales en casa, en el trabajo, en la calle y en la intimidad pero nadie dijo que todo cambiaría de forma inmediata.
Ahora que acaba el año y los mensajes de ventura y felicidad se mezclan con noticias y manipulaciones me pregunto si los periodistas transmitimos bien el mensaje; si supimos fijarle en la retina de esta sociedad compleja y en guardia por los nuevos retos e intereses que tiene por delante. Quiero pensar sí, que la transmisión fue buena pese a que el debate político produzca interferencias y el ruido de fondo distorsione las reclamaciones. Tenemos aprendido que necesitamos políticas públicas que incidan en una igualdad real porque necesitamos mujeres –y hombres- fuertes para combatir entre todos el avance de la demagogia populista que se abre paso en las redes sociales y la política.
Estoy convencida de que hay vida más allá de Cataluña y de la unidad de España aunque pueda parecer lo contrario. Me lo hace ver mi panadera, la cajera del súper y mi madre. Y yo también lo veo a diario en la calle, aunque una realidad paralela trate de formar parte de nuestra vida para distorsionarla. Podemos empezar por no dejarnos atrapar por ella y así evitamos que se nos confunda.
Sean felices en Navidad y siempre.