El personaje de Egeria reúne esta triple condición: la primera peregrina, la primera “guía turística”, la primera viajera en la historia de España. Además de ser la primera escritora hispana.
“El de Egeria es el primer viaje de sacrificio y peregrinación de la historia. Antes hubo otros viajes literarios o de recreo, pero no de peregrinación”. Así lo entiende el catedrático de Filología Latina e investigador Eduardo López Pereira, uno de los mayores especialistas en la figura de la peregrina gallega y traductor de su Itinerarium.
Un duro viaje
El viaje de la dama aventurera comenzó en Gallaecia. Egeria atraviesa el Sur de la Galia y el Norte de Italia, cruza en barco el mar Adriático y llega a Constantinopla en el año 381. De allí parte hacia Jerusalén; visita asimismo Belén, Hebrón, Jericó y Galilea. En el año 382 se traslada a Egipto; visita Alejandría, Tebas, el mar Rojo y sube al monte Sinaí. Visita luego el monte Horeb, y regresa a Jerusalén por la tierra de Gesén. Pasado un tiempo, va al monte Nebo en Arabia, y peregrina por las tierras de Samaria. De nuevo en Jerusalén, transcurridos ya tres años desde el día que emprendió su viaje, decide regresar a su patria. Siguiendo la costa mediterránea se dirige hacia Tarso, con la intención de cruzar el Asia Menor en dirección a Constantinopla. En Antioquía siente deseos de visitar Edesa y demora su regreso adentrándose por Siria y Mesopotamia. Finalmente vuelve a Tarso, y por Galacia y Bitinia llega a Constantinopla, donde concluye su diario de viaje.
“El sacrificio -señala el investigador López Pereira- es evidente en muchos de los lugares que visita; ella misma comenta en la subida al Sinaí que aquello no hay quien lo aguante, pues el monte es tan empinado que tiene que subir en caracol porque ni el burro puede subir. No es un viaje de placer, sino de peregrinación”.
Entre los años 381 y 384 de nuestra era, una mujer culta y rica de la Gallaecia romana realiza un viaje a Tierra Santa lleno de peligros e incomodidades.
El documental Egeria, la primera peregrina (2022), rodado en Jerusalén, trae a la actualidad la figura de un personaje enigmático que dejó por escrito en su Itinerarium ad Loca Sancta las impresiones de esa apasionante aventura, lo que la convierte en la primera escritora española de nombre conocido y una de las primeras mujeres que escribe en latín.
El Itinerarium de Egeria es un documento de gran interés para el conocimiento de la liturgia de los primeros siglos del cristianismo, al tiempo que prueba la antigüedad de la tradición que identifica los Santos Lugares. Se trata de un testimonio de primera mano que recoge numerosas costumbres de la época y tiene además un valor filológico pues incluye locuciones del latín popular tardío.
El periodista Luis Menéndez, director del documental, luchó mucho por su proyecto, porque, aunque hay algunos libros sobre Egeria, “hasta ahora no se había hecho nada serio a nivel audiovisual”. Lo que más le impresiona del personaje fue “la aventura en sí, porque es realmente sorprendente que una mujer en el siglo IV se vaya desde Gallaecia a Tierra Santa, al otro lugar del mundo”. Más de 5.000 kilómetros, en su mayor parte recorridos a lomos de un burro.
No se sabe con exactitud el lugar concreto desde donde inició el viaje Egeria, porque el Itinerario está incompleto: falta la primera y la última parte. “Se supone que el origen de Egeria está en la Gallaecia romana y que acabó sus días en Constantinopla”, añade el responsable de este audiovisual de Productora Faro. Algunos historiadores sostienen que Egeria era natural de Iria Flavia, mientras que otros sitúan su origen en el norte de Portugal o en el Bierzo. Algunas expresiones del Itinerarium y de una carta del monje gallego Valerio, a mediados del s. VII, apuntan al noroeste peninsular como su lugar de origen.
En opinión del catedrático Eduardo López Pereira, investigador de la peregrina gallega, pudo haber fallecido en Constantinopla, porque ella en las últimas páginas dice que está muy malita y que si Dios le da vida les contará otras cosas. Da la impresión de que ya no debía estar muy bien y quizás murió por allá. Desgraciadamente faltan las últimas hojas y solo hay un manuscrito”.
Una parte del Itinerario está escrito en latín vulgar, con matices cultos. Se supone que era una mujer que gozaba de una buena posición social, pues de lo contrario no habría podido afrontar semejante viaje. López Pereira sostiene que era pariente del emperador Teodosio. “De hecho llevaba protección y una especie de salvoconducto”, apunta Luis Menéndez.
En una de sus cartas escrita en Arabia comenta a sus hermanas: “A partir de este punto despachamos a los soldados que nos habían brindado protección en nombre de la autoridad romana mientras nos estuvimos moviendo por parajes peligrosos. Pero ahora se trataba de la vía pública de Egipto, que atravesaba la ciudad de Arabia, y que va desde la Tebaida hasta Pelusio, por lo que no era necesario ya incomodar a los soldados”.
Una mujer de interés, hoy
Egeria, mujer española del Siglo IV, hizo un gran viaje desde Galicia a Jerusalén. Escribió un libro que, en la actualidad, se utiliza como guía de los Santos Lugares. Egeria, mal llamada “monja Egeria”, en realidad, es una patricia hispanorromana.
Su figura sigue concitando un notable interés. Egeria está dentro del acervo cultural actual y su imaginario. Ella es un foco de producción de relatos novelados sobre su persona, así, los producidos por Francisco García Jurado, profesor de la UCM; por Joan Perucho, Premio Nacional de Literatura; por Carlos Pascual, entre otros muchos que cabría citar.
Egeria fue mi guía en los Santos lugares. En efecto, los franciscanos que es la Orden que tiene el privilegio histórico de ser los custodios de dichos lugares, utilizan el libro de Egeria (escrito en el Siglo IV) como guía turística.
Son escasísimas las mujeres que han quedado documentadas como personajes en la historia (una feliz casualidad investigadora, hizo descubrir a Egeria y su manuscrito en 1884). Esa minoría de mujeres deben ser consideradas como monumentos, patrimonio de la humanidad, dada su escasez, rareza y el milagro de haber sobrevivido al tiempo y pertenecer ya a la Historia universal.