Los grabados que aparecen en las piedras del campo, en las paredes de los molinos de agua, en las cárceles y en el dintel de las puertas de los escasos edificios que se conservan, son hoy los fedatarios de una época en la que a través de la simbología se buscaba protección frente al mal. Así queda recogido en algunos de los grabados aparecidos en lugares como la antigua la cárcel de Picón, hoy sede del ayuntamiento, en los pozos de Navarro, en Alcázar de San Juan, o los que muestran las piedras del campo o las de las cañadas reales.
Este singular proyecto de investigación puesto en marcha hace unos años, tuvo su origen en los grabados rupestres de Alcázar de San Juan y Campo de Criptana. Durante aquéllos primeros años fueron documentados decenas de petroglifos, grabados esculpidos sobre rocas del campo, para finalmente recoger toda la documentación en un trabajo publicado en 2018 bajo el nombre de “Grabados rupestres en La Mancha centro: documentación y estudio de un patrimonio desconocido”.
Esta publicación no detuvo, sin embargo, la labor investigadora emprendida en esta comarca sino que, sin olvidar el estudio de los grabados de las rocas del campo, los investigadores ampliaron el proyecto para incorporar al mismo el estudio de otros grabados que habían aparecido en las paredes de un molino situado en la Puebla de Almoradiel, el molino hidráulico de Pingazorras.
No era para menos. El hallazgo resultó ser una representación “excepcional de motivos, datados entre finales del siglo XVIII y principios del XX”, entre los que destacaba sobremanera la presencia de varias cruces de brazos curvilíneos que fueron muy frecuentes en el norte de España -sobre todo en el País Vasco-. Conocidas como lauburus, estas cruces eran poco o nada habituales en el centro y sur de la península. A éstas se sumó la representación de otras conocidas como cruces de calvario bajo templete, rosetas hexapétalas, flores de la vida, figuras humanas, un molino de viento, fechas y representaciones de animales, según se recoge en la documentación aportada por la Universidad regional.
Más importantes de La Mancha
La simbología y las condiciones del hallazgo han hecho que estos grabados, por tanto, estén considerados hoy como uno de los conjuntos de graffitis murarios más importantes de La Mancha y no solo por su extensión, sino también, por la variedad temática y su tipología. Situados junto al cauce del río Cigüela, los grabados quedaron al descubierto tras el incendio que se originó en el molino al que siguió, poco después, una serie de lluvias torrenciales que azotaron al edificio -entre los años 2018-19- y dejaron al descubierto el tesoro que ahora sabemos que albergaban sus paredes.
“Además de las rocas, hemos pasado a estudiar los grabados de este molino porque su simbología muestra que son el reflejo de la misma mentalidad que tenían quienes grabaron las piedras del campo , explica a lanzadigital el profesor Víctor Manuel López-Menchero, integrante del grupo de investigación que dirige Jorge Onrubia. Lo incorporamos, sostiene, porque reflejan la misma representación de la mentalidad de la época.
En los próximos meses, la linea de investigación avanzará para, por un lado, llegar a comprender la complejidad y diversidad de estos grabados pero también, por otro, para favorecer que no ceda la propia estructura de un molino que se encuentra aquejado por los males que conlleva el paso del tiempo.
Los dibujos han sobrevivido a la intemperie por estar ocultos bajo varias capas de cal, lo que ha impedido el deterioro y también que algunos de ellos mantengan el color rojo de la pintura como elemento decorativo, “algo que es extraordinariamente inusual pero que convierte a este conjunto en uno de los más importantes de la región” asegura el profesor López Menchero.
De forma paralela a este proyecto, el grupo investigador del departamento de Historia avanzará este año en el estudio de los pozos de Navarro, en Alcázar de San Juan, y también en los grabados del cerro del castillo de Consuegra mientras plantearán nuevos proyectos que ayuden a desentrañar el significado de las representaciones que aparecen en edificios y en el campo.
La mentalidad
Inicialmente los hallazgos en el campo no arrojaron luz suficiente como para entender su significado. Sin embargo, fue la coincidencia con otros elementos de características similares, aparecidos en edificios de los siglos XVI y XVIII, la que hizo posible que afloraran datos sobre una cronología similar y así permitir a los que investigadores avanzar y datar las muestras.
“Empezamos a ver que los símbolos de un lugar y de otro eran iguales; es decir, que los encontrados en una cárcel del siglo XVI eran los mismos que los que había en el campo o, incluso, los existentres junto a un pozo por el que pasaba el ganado” explica el profesor López-Menchero. Así, los investigadores comprobaron que lo que estaban estudiando iba más allá del significado en si del grabado ya que lo que estaban mostrando era la expresión plástica de una mentalidad que se correspondía con el período anterior al siglo XIX.
La simbología representaba elementos con los que el hombre buscaba protección ante los malos espíritus, los malos augurios y el propio diablo, de ahí la presencia de muchos grabados religiosos propios de una sociedad extraordinariamente creyente y con un miedo atroz a la muerte, que buscaba refugio en emblemas y amuletos de la misma forma que hoy le buscamos en la ciencia y en la medicina.
Vestigios de la época
Vestigios de esta mentalidad se manifiestan en las inmediaciones de los pozos en el campo, en las cañadas reales (pozos de Navarro) como lugares de tránsito, en las rocas, en las cárceles y en los molinos de agua. Pero también, aunque en menor medida por su desaparición, en los dinteles de las puertas de edificios de los siglos XVI, XVII y XVIII como dan fe los dibujos de cruces de calvario que han aparecido en viviendas de Villanueva de los Infantes y Almagro.
Las cruces de calvario son los símbolos más representativos del siglo XVIII y están por todos lados, tanto aquí como en el resto de España, en Europa occidental y Latinoamérica. Lo mismo sucede con las rosetas hexapétalas –flores de seis pétalos- que aunque aparecen en algunos grabados rupestres –molino de Pingazorras- su origen se remonta a la prehistoria y también forman parte de la iconografía de culturas como la musulmana y la judía.
Más difícil explicación tiene la presencia de la cruz de lauburu aparecida tanto en el molino de La Puebla de Almoradiel como en otros lugares, al parecer, del término de Daimiel, pero no así en el campo o en la iconografía eclesiástica. Pese a su rareza, nuestro investigador apunta que ello no significa que no exista en cualquier otro lugar sino que “si buscamos en más molinos quizás pueda aparecer, lo que pasa es que no ha sido investigado todavía. Sin embargo, lo que sí es una realidad es que no es natural en estas tierras”.
Cárcel de Picón y Villarrubia
El estudio de los hallazgos en las cárceles de Picón y Villarrubia de los Ojos, donde se baraja la restauración de las celdas en las que han aparecido grabados, no forma parte de este proyecto investigador pero se enmarca dentro de la línea que mantiene este equipo de la Universidad de Castilla-La Mancha, a través de otros proyectos más pequeños .
El objetivo es muy ambicioso. Porque de lo que trata es de entender la mentalidad de una época a través de símbolos de la edad medieval y la etapa postmedieval. De ahí que se realicen intervenciones en otros lugares como la estación rupestre de Abenójar.
“La lista empieza a tener su tamaño. Vamos poco a poco porque el tema es muy complejo”, concluye el profesor López-Menchero