A poco más de un kilómetro del casco urbano de Carrizosa, en la carretera hacia Villahermosa, se localiza uno de los parajes más populares del pueblo: los Toriles. Por allí, cerca de la ermita de la Virgen de la Carrasca, discurre un arroyo y hasta una cascada cuando llueve mucho. Y luego está la cueva, conocida “desde siempre”, según el alcalde Pedro Palomo que de crío jugaba en la zona, un reciente hallazgo arqueológico podría cambiar el caché de las que se anuncian como “cuevas prehistóricas de Carrizosa” desde la carretera.
Se trata de los dientes fosilizados (dos piezas molares) de un tejón primitivo, de mandíbula fuerte y robusta, que posiblemente murió cobijado en su interior hace entre un millón y trescientos mil años, un periodo coetáneo a los primeros fósiles de la sierra burgalesa de Atapuerca, uno de los yacimientos prehistóricos más importantes del mundo, en el que descubrieron los restos de una nueva especie humana: el homo antecessor.
Paleoantropólogo del Centro de Investigación sobre la Evolución Humana
De Atapuerca, en concreto del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana vinculado a las investigaciones en esa sierra, viene el paleoantropólogo Daniel García Martínez, al frente del equipo que el verano pasado descubrió los fósiles del tejón de Carrizosa en una primera campaña de prospección arqueológica que habría seguido este verano de no ser por la crisis sanitaria del coronavirus.
Ese animal ha permitido datar la antigüedad de la cueva de los Toriles y situarla en el Pleistoceno Inferior-Medio (entre un millón y trescientos mil años), junto a otros fósiles y herramientas de piedra labradas por homínidos del tipo ¿homo anteccesor?, ¿heidelbergensis?, ¿neardentales? Nadie lo sabe. Habría que encontrar restos humanos o protohumanos, algo muy difícil y que de lograrse tendría relevancia mundial.
Evidencias de ocupación de homínidos
García Martínez no aspira a tanto, aunque no descarta encontrar evidencias de ocupación homínida en las profundidades de la caverna, explorada solo en una pequeña parte, la suficiente para constatar su interés. “También tenemos que afinar más en la cronología”, explica en esta entrevista para Lanza.
La génesis del hallazgo, que se dio a conocer a la comunidad científica en un artículo en la revista ‘Journal of Iberian Geology’ publicado en mayo, empezó más de un año antes. A Daniel García, que por razones familiares se mueve mucho por el Campo de Montiel (su familia materna es de Villanueva de los Infantes), le llamó la atención el cartel de “cuevas prehistóricas” en la carretera de Carrizosa a Villahermosa. Unas cuantas visitas después comprobó que podría ser interesante e inició la vía formal de solicitar un proyecto de investigación.
“No es normal encontrar cuevas prehistóricas en la meseta sur; en Ciudad Real y el Campo de Montiel hay muchos yacimientos arqueológicos de todo tipo pero existe un vacío de registros prehistóricos. Ahora que me estoy abriendo camino en la paleontología decidí investigar allí por razones profesionales y personales”.
Un artículo en la ‘Journal of Iberian Geology’
La campaña 2019 apenas duró dos semanas pero fue tan fructífera como para albergar las mejores expectativas sobre la potencialidad de los Toriles, “el artículo ha gustado bastante en la comunidad paleontológica”, remarca el investigador.
¿Estamos ante la nueva Atapuerca? García reconoce que decir eso es exagerado, “la magnitud de Atapuerca lo convierte en un yacimiento único en el mundo, aunque por cronología podría ser comparable en el sentido de que tenemos fósiles de una edad similar”.
Que no sea Atapuerca no le resta interés a la cueva de los Toriles. “Siempre que se publica un yacimiento nuevo es interesante porque se pone un nuevo punto en el mapa de la Península, y más en una zona donde hay poquitas cosas. Hacer un descubrimiento espectacular en la Sierra de Atapuerca se espera, pero ya no tiene ese punto de novedad que encontramos aquí”.
La cueva de los Toriles ha estado ocupada desde la prehistoria. “Hemos encontrado algunos huesos fosilizados de diferentes periodos, entre ellas evidencias humanas de la Edad del Bronce, del Hierro, romanas y medievales. La cueva ha estado ocupada por importantes poblaciones humanas”.
Encontrar restos Paleolíticos en Castilla-La Mancha no es frecuente, existen dos tipos de yacimientos, o bien los asociados a las terrazas fluviales de los ríos (como Albalá, en Poblete), la mayoría campos de cultivo en los que si aparece algo está machacado o descontextualizado, y las cuevas, que no son habituales en la meseta sur. De hecho esta de Carrizosa es única en la comunidad autónoma junto con la de Los Casares en Guadalajara.
“Si bien es cierto que algunos yacimientos de renombre a nivel arqueológico se encuentran en Ciudad Real, como Albalá o El Sotillo, estos son ricos en lítica pero pobres en fósiles, algo que no ocurre en la cueva de los Toriles donde también se han encontrado macromamíferos, por lo que puede contribuir a llenar ese vacío de conocimiento en esta región”, señala.
Investigar los Toriles, a la que García Martínez y su equipo volverán en septiembre, “un par de días para hacer unos trabajos menores”, dice, es importante también para avanzar en el estudio del poblamiento y movimiento de la fauna de la meseta sur de la península Ibérica, un corredor natural que conectaba el Sistema Central e Ibérico al norte, con la cordillera Bética al sur.
Herramientas líticas que se siguen analizando
Además de los dientes del tejón, que han permitido datar la cueva, en los Toriles se han encontrado herramientas líticas, achelenses, parecidas a las encontradas en Albalá (Poblete), que se siguen examinando en el Centro sobre la Evolución Humana de Burgos y que situarían los primeros indicios de vida en la cueva de Carrizosa entre 300 y 400.000 años, “es posible que estemos ante un periodo más reciente del millón de años que creíamos al principio”.
“Humanos en esa época potencialmente había por allí, no sabemos si tenemos un hogar o si simplemente era un sitio donde iban a procesar la caza para posteriormente llevársela a otro lugar. Al tener sólo herramientas de piedras, que ya es bastante, podemos saber que procesarían allí quizá las presas, pero poco más. En las siguientes campañas se tendrá que ver cuál es la geología de la cueva y cómo se utilizaba”.
Acceder a la cueva de los Toriles (de propiedad privada) no es sencillo. A la primera parte se pasa con algo de dificultad, el interior es más complicado.
De momento las prospecciones arqueológicas se han hecho en la zona exterior y en otra pequeña zona interior. “Claro que en el Pleistoceno la morfología sería muy diferente, el primer metro de relleno es reciente, del Bronce para adelante, cuando hubo humanos habría más espacio, tendremos que hacernos una idea de que cómo sería el entorno”.
El hábitat del tejón de Carrizosa
¿Y cómo sería el entorno en el que vivió el tejón de Carrizosa? No estamos en la Edad del Hielo (hace 20.000 años, la época de los mamuts y los rinocerontes lanudos), sino mucho más atrás. En las fechas en las que está datada la población más antigua de la cueva de los Toriles “hubo varios periodos cálidos (interglaciares) y fríos (glaciales), por lo que honestamente no sabemos dónde nos encontramos. Por la similitud de las herramientas de piedra con otros yacimientos como El Sotillo es más probable que nos encontremos en la glaciación denominada Mindel o en el interglacial Mindel-Riss, todavía son especulaciones”.
Según el investigador las cuevas estaban muy cotizadas en el Pleistoceno, “los homínidos no eran los únicos que buscaban refugio allí, habría leones de las cavernas, hienas prehistóricas, osos de las cavernas… Futuras excavaciones revelarán, esperemos, algo más”.
En septiembre el equipo dedicará unos días a acondicionar el yacimiento y utilizarán el georradar para ver cómo es de grande la cavidad y número de galerías, en definitiva una serie de preparativos para conocer y estudiar mejor la cueva.
El alcalde, “a lo que nos digan los arqueólogos”
Pedro Palomo, el acalde de Carrizosa, que el año pasado le facilitó el alojamiento al equipo científico, admite su entusiasmo con lo que considera “un gran descubrimiento”, que el Ayuntamiento quiere poner en valor, de la mano “de lo que nos digan los arqueólogos”.
“Estamos ante un gran descubrimiento tanto para Carrizosa como para el Campo de Montiel, que de confirmarse el interés podría convertirse en un recurso patrimonial más para visitar en el camino entre las Lagunas de Ruidera y Villanueva de los Infantes”.