Las retorcidas y enormes lámparas iluminan la estancia, las ventanas lucen sus cortinajes aterciopelados como antaño y en el centro del escenario un músico toca unos acordes con una guitarra Tokai Les Paul. Unas plantas colocadas en jarrones en el patio de butacas separadas típico de la “nueva normalidad” son las únicas que escuchan la melodía.
El silencio ha inundado el escenario del Antiguo Casino de Ciudad Real, al igual que el Teatro Quijano y tantos otros espacios escénicos de la provincia. La cultura ha enmudecido ante el Covid, que ha sido desolador para actores, bailarines, instrumentistas, técnicos de iluminación, montadores y tantos otros oficios que viven por y para ella.
Víctor López, músico de profesión, de 33 años y miguelturreño, es uno de los “afortunados” que han podido mantener la actividad. Enseña guitarra en Mousiké de Ciudad Real y en las escuelas municipales de Pozuelo de Calatrava y Villarrubia de los Ojos, unos de los pocos sitios donde las semicorcheas no han dejado de danzar, primero de forma online y ahora de forma presencial con limitaciones.
Las bandas, las charangas y los grupos para eventos han vivido otra historia. López ofreció su último concierto con su banda de punk rock el 21 de febrero. Desde entonces no ha dado ningún bolo y ha sufrido sus consecuencias: ha desaparecido el sobresueldo que consigue el músico más allá de la actividad docente y también ha disminuido su “visibilidad”.
Desde marzo empezó la suspensión de conciertos. Con Maldito Matas anularon todas las fechas, incluida la presentación de su nuevo LP, recién publicado, un día antes del estado de alarma. Y con la banda de ska y funk Wahira les cancelaron cinco festivales, “uno en Linares, otro con Desakato también en Jaén, en Puertollano y en las Fiestas del Vino de Valdepeñas”.
Eso no fue todo, pues sus actuaciones con guitarra clásica en eventos institucionales se fueron “al garete”, al igual que con la charanga Aligüi, una imprescindible a la hora de amenizar fiestas, carnavales, desfiles e incluso ceremonias. “Si a las bodas pueden ir solo 10 o 20 personas, cómo vas a llamar a una charanga que somos diez”, confiesa.
¿Cómo vivir sin cultura?
Ver el escenario del antiguo conservatorio vacío, donde López cursó un par de años antes de terminar su formación superior en Córdoba, “te toca un poco”. Comenta que “cuando subes a un escenario, siempre esperas que haya gente que pueda disfrutar de tu arte”. Ahora, sin embargo, el cine está desierto y la gente no va al teatro.
“¿Quién podría pasar un día sin escuchar música, sin ver una película, una serie?”. Sin tapujos, Víctor López subraya que “si no hay cultura una sociedad se va a la mierda”, porque “la cultura es el bien, algo que nos aporta mucho como pueblo, como sociedad”. El churriego siempre ha sido una persona “positiva”, pero “ver a personas como mi hermano que trabaja en el mundo de montadores, a tus colegas en ERTE, ver todo cerrado”, le genera un “malestar”.
En diciembre, Raphael, metió 5.000 personas en un concierto en el Wizink Center de Madrid y generó una gran controversia por la cantidad de público, pese a las estrictas medidas de seguridad. Lo cierto es que no hubo contagios, pero estos eventos culturales en los últimos meses se cuentan con las manos.
“La cultura es segura, sin embargo, si en las grandes ciudades esto no va, imagínate aquí”, advierte el músico, que reconoce que eventos de este tipo en una ciudad como Ciudad Real o a nivel local “son inviables”, tanto por la limitación de aforos que reducen la rentabilidad de los promotores, como por los ayuntamientos, que ante todo quieren evitar contagios.
A diario ve como las clases grupales de las escuelas de música languidecen por el miedo a los contagios, que espacios como la Sala Nana –una de las pocas de la zona- todavía siguen cerrados, y confía en que “los organismos públicos, el Gobierno de España, fomente la cultura segura. Si no, “vamos a perder todos”, subraya.
Afortunadamente, el coronavirus no ha menguado las ganas de crear, pues, como dice Víctor López, “las bandas no hemos parado, ni vamos a dejar de currar”. Él mismo acaba de grabar nuevos LP con sus grupos, porque todo no va a ser estar en casa, escuchar Spotify, seguir los streaming y ver conciertos en Youtube.
Ana Torres: reinventar el teatro de forma online
Quien también ha dicho “no” al parón cultural ha sido Ana Torres, actriz, empresaria y docente dentro de las artes escénicas de Puertollano, que fue capaz de enganchar, divertir y emocionar a cientos de niños y mayores con ‘La hora del cuento’ en el peor momento de la pandemia, durante el confinamiento decretado el 14 de marzo.
“La hora del cuento surgió de forma espontánea”, como un cuentacuentos online a través de Instagram dirigido en principio a los compañeros del cole de su hija Julia, que tenía entonces tres años y medio. Ana Torres contaba el cuento y su hija era el público, con alguna intervención de voz espontánea. Duraron hasta junio y al final tuvieron que pedir cuentos prestados.
Ana Torres, que escuchó hablar por primera vez del coronavirus a través de Radio 5 cuando viajaba de un lado para otro con sus clases de teatro y que cuando empezó a ver a gente con mascarillas por la calle lo consideró “un poco exagerado”, habla de la necesidad de “reinventarse” durante este tiempo.
Ese fue el origen de su último proyecto, ‘Regala un cuento’, que surgió a partir de un curso dirigido a autónomos para reactivar sus negocios de cara a paliar los efectos de la pandemia, y que en Navidad también tuvo mucho éxito.
Si antes nunca se había planteado interpretar poemas y textos en streaming para otras personas, tampoco hacer talleres de teatro online. Ahora también los hace. De hecho, a través del taller telemático en el colegio Maestro de Ávila de Almodóvar del Campo ha roto fronteras y en la actualidad es profesora de una niña española que vive en Irlanda.
Adaptarse o morir, porque Ana Torres ha pasado de llevar 12 grupos de teatro, dramatización y expresión, a tener ahora dos presenciales –parados en las últimas semanas por el refuerzo de las medidas restrictivas- y tres online, uno con niños y dos con adultos.
“El teatro va a ser muy necesario cuando la gente vuelva a la actividad”
Con 300 Alas Blancas, las actuaciones de primavera, con las redes de teatro, los cuentacuentos, quedaron suspendidas, y solo entre octubre y diciembre pudo salvar alguna. Desde entonces ha visto la cancelación de casi una decena de bolos pendientes y los continuos aplazamientos de otros, como ‘La fierecilla’ en Valdepeñas.
También ha habido giros inesperados. En octubre no tenía nada “y luego cayeron 5 o 6 funciones en diciembre”. Ahora mismo la cosa estaba parada, el último bolo cancelado ha sido en Madrid y tiene la vista puesta en mayo y junio. Así pues, confiesa que “está todo abierto”.
Por suerte, el Gobierno regional impulsó en otoño el programa ‘Castilla-La Mancha Actúa’, que incluye propuestas en los centros educativos de forma virtual con 51 compañías de teatro, música, danza y circo participantes, entre ellas, 300 Alas Blancas con ‘La tempestad’ de William Shakespeare.
“Cada uno lloramos lo nuestro. Se habla de la hostelería, pero la cultura y el ocio también son algunos de los sectores más afectados”, dice Ana Torres, que confía en que “se irá recuperando poco a poco”, aunque “va a costar y se quedará mucha gente fuera”.
Ella cree que cuando hay muchos contagios, no queda otra que cerrar, pero confiesa que dan “mucha rabia” las imágenes del metro con la gente apelotonada y la circulación de los aviones, mientras que los teatros están vacíos o casi, “donde ves un asiento sí y tres no, donde la madre está a cuatro metros del hijo”. “Nos han castigado de forma injusta”, añade.
Hartos “de pantallas, de cosas virtuales”, aunque no duda de su beneficio, porque “aunque no podamos tocarnos, abrazarnos, como nos gusta a la gente del teatro, por lo menos podemos vernos y hablarnos”, Ana Torres confía en que en la vuelta a la normalidad la gente valorará más el teatro.
La actriz dice que “el teatro tiene una cosa magnífica, que es que sucede aquí y ahora. Es un momento mágico que comparten los actores con el público. Este acto de comunicación no ocurre a través de cualquier tecnología”. Sin ánimo de perder su espíritu alegre y de esfuerzo, “como si fuera una hormiguita”, Ana Torres cree a ciencia cierta que “el teatro va a ser muy necesario para que la gente vuelva a la actividad”, ahora que se ve a tantas personas desanimadas, tristes y abatidas después de un año terrible.