La “Iglesia de los pobres” del Papa Francisco se ha sumado este lunes en Ciudad Real a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, en la misma línea que los sindicatos de clase, para denunciar la precariedad de empleados del siglo XXI que tienen trabajo pero no cubren sus necesidades básicas o lo hacen sin derechos.
Con dos testimonios reales de mujeres, una como ejemplo de decente y otra de lo contrario, las organizaciones Cáritas, Confer, JOC y Hoac han propuesto un sencillo juego al público congregado en la plaza de la Constitución: pegar en un panel las experiencias de unos y otros para aprender a distinguir qué es un trabajo digno y qué no.
Ejemplo de trabajo decente
La experiencia de Amelia: “Cuidar a las personas dependientes es una tarea muy hermosa y humana, sus horarios laborales varían en función de las necesidades de los asistidos y las situaciones de las trabajadoras. Cuando ha tenido que interrumpir el trabajo por enfermedades familiares y otros contratiempos la empresa, el Ayuntamiento, le ha dado facilidades para que después de reponerse de esas situaciones se incorporara al trabajo con ilusión y ganas de hacer un servicio a los demás”.
Excamarera agotada y deprimida
Del lado contrario la experiencia de una frutera autónoma y excamarera: “Ahora con su propio comercio tiene que trabajar muy duro para llegar a fin de mes y poder pagar los elevados gastos que requiere mantener un pequeño comercio, antes trabajó en un restaurante, no tenía nada de tiempo, trabajaba desde la mañana a la noche pero solo la tenían contratada por cuatro horas al día, al final dejó el trabajo por agotamiento y depresión”.
Trabajo “como Dios quiere”
Los convocantes han leído también el manifiesto ‘Frente a la indecente precariedad, trabajo decente, como Dios quiere’ en el que han pedido “que los poderes públicos se comprometan de forma activa en la construcción de un sistema económico, social y laboral justo, fraterno y sostenible que sitúe a la persona en el centro”.
Trabajo en igualdad de hombres y mujeres
También piden que el trabajo “sea garante de dignidad y justicia, así como del desarrollo integral de la persona” y fuente de reconocimiento social y personal, “a través de la dignificación de los cuidados, con nuevos planteamientos de políticas sociales, de género y educativas en igualdad entre mujeres y hombres”.
La Iglesia reclama también el derecho la conciliación de la vida familiar y laboral en esta jornada y que se trabaje “en un entorno de seguridad y salud, con condiciones que garanticen la integridad física y psíquica de la persona”.