La Talaverana, espacio que albergó la Feria de Ciudad Real durante muchos años, poseía un encanto especial en medio de un entorno ideal rodeado de espacios verdes y arropado con su césped, árboles y jardines. Pero la verdadera estrella era la fuente de cerámica talaverana que se llevaba todo el protagonismo y que ocupaba el espacio central de la pista de baile en la que, al fondo, se situaba un amplio escenario flanqueado por una concha que proporcionaba un sonido envolvente y magnífico. Pese a las odas hacia este recinto, no faltan tampoco las opiniones que señalan que las actuaciones musicales en La Talaverana estaban dirigidas a un público más selecto, con un nivel económico medio-alto dentro del conjunto de la sociedad.
En cualquier caso, lo cierto es que los espectáculos sobre el escenario de La Talaverana ya han quedado para el recuerdo y forman parte de la historia social, cultural y artística de Ciudad Real.
Con el fin de rememorar aquellos años, y la importancia que este espacio tuvo desde el punto de vista artístico y como punto de encuentro de la sociedad ciudadrealeña (la fuente de La Talaverana hoy sigue siendo uno de los principales iconos de la ciudad), Lanza se ha puesto en contacto con algunas personas que, desde sus respectivos cargos y posiciones, vivieron aquellos años de una manera especial, los cuales han constatado que por aquella época, todos los artistas de renombre querían actuar en La Talaverana pues eso les daba prestigió y caché.
Jesús Romero, actual presidente de la Asociación Cultural Amigos de Javier Segovia, recuerda bien la magia de aquellas noches estivales. No en vano, en numerosas ocasiones actuó junto a su orquesta en el escenario de la pista municipal, si bien, en otras, las más contadas, tuvo el privilegio de hacerlo en el recinto de La Talaverana. Este artista, conocido artísticamente como Jesús Roco, merced al nombre que le puso el conocido periodista Tico Medina, tuvo la satisfacción de impregnar de música y acordes el aire de La Talaverana allá por el mes de agosto de 1985 durante la última actuación que albergó el escenario de este maravilloso recinto, dentro de una velada llena de alegría pero también de mucha melancolía y recuerdos.
Romero explica que durante la feria de Ciudad Real tradicionalmente había varios bailes, entre los que se encontraban el de La Talaverana donde “globalmente iban artistas más punteros”, y el de la pista municipal, que estaba a la espalda del primero. Pese a ello, indica que las actuaciones en la Talaverana estaban dirigidas fundamentalmente a un público perteneciente a una sociedad media-alta y los conciertos tenían unos precios elevados para la época. “Incluso te exigían llevar chaqueta para poder entrar”.
Jesús tuvo una orquesta desde 1968 hasta el año 1986. Principalmente actuaron en la pista municipal durante las fiestas de Ciudad Real, sobre todo en la década de los 70, si bien, alrededor de 1982, “en el momento en el que los bailes se acercaron más a la gente fue cuando empezamos a actuar en La Talaverana, ya con la orquesta que tenía por nombre ‘Jesús Roco, Maribel y Orquesta Guadiana’”.
Recuerda con mucha emoción como fue la última actuación que brindaron al público de Ciudad Real sobre el escenario de la Talaverana, justo la noche en el que este emblemático espacio echó el cierre al lucimiento de los espectáculos musicales, coincidiendo a su vez con el último momento en el que el Parque de Gasset albergó la feria de Ciudad Real: “No estaba previsto hacer baile esa noche, pues, según la hora programada, el momento del espectáculo coincidía en que finalizaba el 22 de agosto para dar paso al día 23. Pero la Federación de Peñas, que acababa de conformarse y que estaba presidida por Justo Serrano, se puso en contacto con nosotros para organizar un baile. Y, debido a que teníamos mucha amistad, hablé con los músicos y decidimos organizarlo todo. Conmigo cantó Maribel García Trujillo. Y fue un baile muy emotivo”.
Romero fue testigo en primera persona, tanto como músico como siendo espectador y aficionado a la música, de la magia que tuvo La Talaverana durante aquellas décadas: “Era un escenario maravilloso y todos los músicos valorábamos mucho poder venir hasta La Talaverana, que tuvo un gran esplendor y vivió su máximo apogeo desde 1967 hasta 1985”.
Considera que la Feria de Ciudad Real no habría sido la misma sin el espacio de la fuente Talaverana: “Las personas de la época solían irse a mediodía a los bares a tomarse unas cañas, luego daban un paseo por la Feria, acudía a ver los toros y, finalmente, terminaban la velada en la pista municipal o en La Talaverana, los que podían hacerlo”.
La propia Asociación Cultural Amigos de Javier Segovia quiso rememorar durante los últimos años las actuaciones en la mítica Talaverana. Así, en 2014 ofreció un emocionante concierto donde el hilo conductor fue el recuerdo de los bailes de la feria durante los años sesenta y setenta. Para tal fin, actuaron con un repertorio de 17 canciones compuesto de pasodobles, rumbas, chachachás, baladas, boleros, etc. A su vez, la misma asociación presentó en la fuente Talaverana en agosto de 2019, justo un verano antes de que llegase la pandemia, ‘Voces para el recuerdo’, que aunó canciones y poemas de diferentes autores.
Curiosidades y anécdotas de los artistas
Javier Naharro, vicepresidente de la Asociación Cultural Amigos de Javier Segovia, también pudo palpar el esplendor que tuvo la Talaverana dentro del plano cultural y social.
Indica como artistas tan conocidos como Lola Flores, Bety Misiego, Mara Lasso, Luciana Wolf, Peret, Mike Kennedy, Raphael, Rita Pavone, Conchita Márquez Piquer, Nino Bravo, Julio Iglesias, Alberto Cortez, Dyango, Nicola di Bari, las hermanas Kessler, Ana Belén, Rocío Jurado, Mocedades, Rocío Durcal, Georgie Dann, Rafaela Carrá, Camilo Sexto, Manolo Escobar, Dyango, la orquesta Platería, Bertín Osborne, Manolo Escobar, Juan Pardo, Sergio y Estíbaliz, la Orquesta Mondragón y la Topolino Radio Orquesta, así como un largo etcétera, no quisieron perderse la oportunidad de actuar dentro de un recinto tan emblemático y lleno de magia en el que la música adquiría otra dimensión.
El propio Javier Naharro comenta que la capitalidad de Ciudad Real conllevaba que “los artistas más relevantes de la época actuaran en la Talaverana, regentada por el popular Eduardo Pérez, quien fue capaz de llenar de glamour el parque de Gasset, concentrando la actividad musical en el recinto de la fuente talaverana”.
Y es que comenta que “las veladas conformadas por las canciones del momento e interpretadas por las orquestas más afamadas, sonaron en el recinto de la Talaverana desde 1967 hasta 1985, último año en el que la feria de Ciudad Real se celebró en el Parque de Gasset”.
El vicepresidente de la Asociación Amigos de Javier Segovia, quien aclara que los cachés de los artistas podían oscilar por aquella época entre las 60.000 pesetas de Lola Flores y las 335.000 pesetas de Raphael, recuerda algunas anécdotas curiosas y divertidas de los cantantes que actuaron en la Talaverana. Una de ellas se produjo en 1971 y estuvo protagonizada por Lola Flores, pues cuando fue recibida oficialmente por el Ayuntamiento, en la cafetería Ruidera, regentada por Manolo Vacas, como solía ser costumbre con los famosos que visitaban la ciudad, “viendo el edificio municipal exclamó: ¡Vaya cafetería bonita que tenéis en Ciudad Real!”
A su vez Mike Kennedy, el conocido cantante afincado en la ciudad de Vitoria, y que es recordado especialmente como líder del grupo Los Bravos, cuando cantó en la Talaverana de Ciudad Real “exigió que en su camerino estuviera un cardiólogo durante su actuación, al ser algo hipocondriaco”.
Por su parte Conchita Márquez Piquer “incluía en su contrato que le tenían que proporcionar músicos de primera categoría al igual que instrumentos perfectamente afinados”.
El genial Nino Bravo cuando el 18 de agosto de 1972 cantó en la Talaverana, en la que fue una de sus últimas actuaciones en vida, “solicitó para su concierto una pasarela que uniera el escenario principal con la fuente Talaverana, recorriendo la misma en varias de sus interpretaciones, algunas de ellas realizadas a viva voz sin micrófono, lo que impactó muchísimo en el público asistente”.
Javier Naharro comenta a su vez que otra de las anécdotas sucedió en 1975 cuando tenía que actuar en La Talaverana la estrella inglesa Shandy Shaw: “Parece ser que la cantante padecía de una ligera afección a la garganta, por lo que expuso que no podía cantar. Y lo hizo sin exhibir ningún certificado médico. Después de entablar una fuerte conversación con su representante y los organizadores, la artista accedió a subir al escenario e intentó cantar, pero finalmente reconoció públicamente que no podía hacerlo, por lo que se bajó del estrado y se marchó del recinto y de la ciudad, motivo por el cual la gente quedó bastante enfadada y desencantada”.
Concluye destacando que “la Talaverana demostró en su justa dimensión, fuera de toda especulación posible y de intenciones políticas, ser un encuentro lúdico, especialmente estético y social, sin dejar a un lado la importancia de la capitalidad, como la elaboración de su magnífico programa artístico internacional”.
“Escuela de selectividad social y de aristocratismo provinciano”
El ciudadrealeño Pepe Rivero reconoce que La Talaverana tuvo una función “simbólica y social” para la “gente de Ciudad Real evidentísima”. Recuerda como en el año 1916 “la feria se trasladó desde la Plaza Mayor (al ser una feria mercantil como todas en su origen), hasta el Parque de Gasset, un espacio donde se acometieron reformas, pues en el parque hubo un kiosko de la música, que finalmente fue desmontado. Ya sobre los años 60 fue cuando realizaron la concha donde se producían las actuaciones”.
Desde su punto de vista uno de los momento culminantes en el devenir de la importancia que adquirió el parque de Gasset y la Talaverana se produjo en 1959 cuando el Noticiario Cinematográfico Español, más conocido como NODO, “se desplazó hasta Ciudad Real para grabar parte de la batalla de flores del 16 de agosto, que tradicionalmente era el Día de la Provincia y en el que también se realizaba un desfile de alto nivel para el momento. Por tanto, podría decirse que la vida de la Talaverana en su plenitud simbólica y álgida transcurrió entre 1959 y 1985”.
En cualquier caso, aclara que las citadas actuaciones artísticas y musicales de renombre que se celebraron y que “trataban de complacer a tanta gente, al final lo hacían a unos sí y a otros no”.
A este respecto indica que uno de los factores por los que la Talaverana adquirió tanto protagonismo fue porque en Ciudad Real “en esos años no había salas de fiesta ni discotecas, debido a que el obispo prior, Juan Hervás, tenía una oposición cerrada a estos lugares donde, desde su punto de vista, se producían ‘licencias y aproximaciones de índole erótica’”. Por este motivo, Rivero piensa que “la centralidad de los bailes de sociedad (así llamados entonces) de la Talaverana ocupaba todo por ese vacío circundante al que me refiero. Por tanto, una parte queda disuelta por el aura efímera de las actuaciones y el esplendor del verano, pero también tenía una línea de educación sentimental y de aprendizaje ideológico que considero necesario poner encima de la mesa”.
Añade a su vez como “en los momentos en los que funcionaban, las verbenas y los bailes populares se celebraban a las ocho y media de la tarde, mientras que las actuaciones más ‘selectas’ ya eran un poco más tarde, concretamente a las once de la noche. Todo ello hasta que se montó la pista popular en la parte de atrás, lindando con lo que hoy es la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, por lo que había cierta segregación social significativa, pues los más pudientes iban a La Talaverana, mientras que el resto se congregaban en la pista popular donde todo era más próximo como la indumentaria, las actuaciones, los precios, etc. Por ello, podría decirse que esa escuela de selectividad social y de aristocratismo provinciano se daba a la perfección en el recinto de la Talaverana”.
Centro neurálgico de la actividad social y cultural
El que fuera primer alcalde de la democracia en Ciudad Real, cargo que ostentó entre 1979 y 1993, Lorenzo Selas, recuerda como dentro de la feria de Ciudad Real el recinto de la Talaverana, que solía engalanarse para la ocasión, “era importantísimo para toda la actividad social de la ciudad”.
“A la Talaverana acudían los mejores artistas y las mejores orquestas de la época porque a ellos también les daba prestigio venir a actuar a Ciudad Real”.
Destaca que el recinto de la Talaverana y del Parque de Gasset, al que define como “muy bonito y con una gran historia”, cuando llegaba la Feria, “además de toda la instalación de las casetas, carruseles y demás artilugios que albergaba, era el centro social de la ciudad. De hecho, la noche del 16 de agosto, cuando previamente se había celebrado la batalla de flores, se hacía una cena de gala a la que asistían todas las reinas de los pueblos que habían participado en el desfile de la batalla de flores, así como las primeras autoridades de la ciudad”.
El que fuera primer edil de la capital también pone en valor como la Talaverana fue uno de los puntos neurálgicos de Ciudad Real en lo que a la celebración de conciertos de primer nivel se refiere: “Recuerdo como la contratación previa de los artistas había que hacerla con mucha antelación porque agosto es un mes en el que prácticamente toda España está de fiestas, por lo que teníamos que anticiparnos con tiempo suficiente a través de la Comisión de Festejos y Cultura para poder contratar a los mejores de la época”.
Selas aclara como por aquella época los conciertos eran contratados desde el Ayuntamiento, siendo una tarea muy trabajosa: “La Comisión de Cultura y Festejos era la que se encargaba de contactar con los representantes de los artistas, teniendo que negociar con ellos muchas veces ‘a cara de perro’, pues en algunos casos eran muy exigentes y los artistas tenían unos cachés muy caros, por lo que había que negociar mucho. Y cuanto antes se hiciese era mejor, porque si pasaba el tiempo tenían otros compromisos y subía su caché”. De hecho, recuerda como entre los conciertos de la feria que más trabajo le costó contratar a su equipo de Gobierno durante aquellos años fue el de Rafaela Carrá, que actuó en Ciudad Real en agosto de 1981.
Añade que, a su vez, dentro de la pista municipal, que se encontraba en el recinto que hoy ocupa el edificio donde después se construyó para el colegio de la Ferroviaria, también se llevaba a cabo “una importante actividad social y cultural “muy agradable con orquetas y con bailes”.
No se olvida tampoco de la importante labor que por aquella época realizó Eduardo Pérez, que llevaba el Hotel Castillo y que era la persona responsable de organizar las cenas: “Eduardo fue una persona imprescindible para que todos estos acontecimientos se pudiesen llevar a cabo”.
Pero el tiempo no perdona, y los encantos y la magia que transmitía el recinto de la fuente Talaverana y el Parque de Gasset también tuvieron que convivir con los desperfectos sufridos tras la celebración de cada feria: “Como vecino, y antes de ser alcalde, cada vez que iba al Parque de Gasset con mis hijos tenía la sensación de que este espacio sufría un gran deterioro. Asimismo, nada más llegar al Ayuntamiento, durante mis primeras ferias ya como alcalde, observé que el Parque de Gasset sufría un deterioro y un destrozo impresionante durante quince días (incluyendo la celebración de los actos de la feria propiamente dichos y de los momentos previos necesarios para todo el acondicionamiento). A ello había que añadir que este espacio se había quedado pequeño para atender todas las peticiones existentes. Por este motivo, a la primera Corporación municipal de la que fui parte le expuse la necesidad de trasladar la feria del Parque de Gasset hasta otro recinto, en este caso el actual barrio de La Granja, que por aquel entonces campo, pues aquellos años Ciudad Real terminaba en la Ciudad Jardín”.
Esa decisión provocó que surgieran algunas voces discordantes entre los ciudadanos de a pie que no se mostraron muy conformes con esta medida, pues “pensaban que el nuevo recinto les quedaba más lejos. Y luego también estaban los nostálgicos de la Talaverana”, comenta Lorenzo Selas.
Por todo ello, y antes de que se procediera al citado traslado, desde la corporación municipal mantuvieron numerosas reuniones para poder exponer con calma y con todo lujo de detalles el proyecto que se pretendía realizar. “Fue un proyecto iniciado durante nuestra primera legislatura. Se hizo con paciencia y con muchos contextos, hasta que finalmente en junio de 1986 inauguramos todo lo que hoy se contempla como el Recinto Ferial de Ciudad Real, incluido su auditorio”.
Selas opina que al final el paso del tiempo es el juez y el que da y quita razones: “Hemos podido ver como el traslado de la feria ha funcionado y lo sigue haciendo en la actualidad. La gente desde el primer momento lo aceptó con toda naturalidad del mundo. Por ello, a día de hoy podemos sentirnos orgullosos del recinto que tenemos y de cómo hemos ido manteniendo el Parque de Gasset, aumentando también la superficie de este lugar centenario”.
Conviene recordar como la feria de Ciudad Real estuvo celebrándose en el Parque de Gasset cerca de 70 años, según indica Lorenzo Selas, después de que “la corporación de principios del siglo pasado tomase la decisión de que fuese trasladada desde la Plaza Mayor hasta el Parque de Gasset”.
Nuevo recinto ferial
Las obras del nuevo recinto ferial y del auditorio corrieron a cargo de los servicios municipales, estando encabezadas y dirigidas por los arquitectos Rafael Humbert y por Diego Peris. De hecho, el proyecto de Auditorio ubicado en ‘La Granja’ fue iniciado por Humbert y completado por Diego Peris.
Precisamente Diego Peris señala que el nuevo recinto ferial de Ciudad Real se planteó en la zona de ‘La Granja’ de Ciudad Real en un espacio de 48.000 metros cuadrados “pensado como una zona verde en la que se insertaban las diferentes actividades”.
Explica que el elemento central del proyecto era el Auditorio de unos 4.000 metros cuadrados con capacidad para 2.500 personas: “Un elemento que se hundía de forma escalonada en el terreno, cerrado con módulos construidos y elementos vegetales y un gran escenario en su frente que permitiría la celebración de diferentes actividades musicales o de convivencia”.
Junto a esa instalación también se realizaron espacios para casetas, atracciones, zona de bares y zonas especiales para actividades infantiles y juveniles. A este respecto, Diego Peris indica que el folleto que el ayuntamiento editó con motivo de la inauguración del nuevo recinto “explicaba las superficies de cada una de las zonas y la organización del gran espacio pensado como zona verde en la que se insertaban los paseos y las zonas de cada una de las actividades”.
Según el arquitecto ciudadrealeño el proyecto fue realizado por la administración, siendo el propio Ayuntamiento el encargado de realizar las obras que tuvieron a Bonifacio Villaverde como aparejador, a Pepe Vinuesa como maestro de obras y a Gumersindo Arenas como ingeniero técnico industrial, añadiendo que “en apenas unos meses y con un presupuesto austero se completaron las obras del nuevo espacio”.
Peris también recuerda como el anterior recinto que albergaba la Feria de Ciudad Real, en concreto el entorno de la Talaverana “era apreciado como recinto tradicional, pero tanto esa zona como el conjunto del Parque de Gasset era considerado por la gente como un espacio en el que era difícil desarrollar las actividades, a la vez que sufría un importante deterioro cada año de celebraciones”.
Desde su punto de vista el nuevo ferial “fue valorado muy positivamente, en especial el auditorio de La Granja, que permitía todo tipo de celebraciones desde las cenas del día de la provincia a conciertos y bailes tradicionales. La solución del espacio escalonado, ajardinado con una iluminación ambiental suave y continua generaba un espacio amable para la gente”.
Para Peris la solución del escenario con el frontón postmoderno sobre las columnas de barras metálicas “era una aportación novedosa y se publicó en las revistas de arquitectura del momento, recogiendo una moda muy concreta de esos años”. Asimismo, destaca como “la jardinería (dirigida por Pepe Arrieta) contribuyó de forma esencial a definir y organizar los espacios con una imagen de zona verde”.
Pese a ello, opina que el espacio del recinto ferial que ha sido utilizado durante 37 años “ha seguido funcionando bien”, “está muy necesitado de una rehabilitación en muchos de sus elementos”, pues “el tiempo no perdona”.