Conozco a José López Martínez desde hace tantos años que me produce cierta sorpresa recordar cuántos. El recuerdo de una amistad tan amplia y firme es un modo de revivirla y supone afrontar el paso del tiempo, ese viento implacable que lleva, paso a paso, a la vejez y, por qué no, acaso también a la sabiduría. Leí ya su primer libro que iniciaba su dedicación cervantista. Es un intelectual multifacético. Ensayista, narrador, conferenciante, articulista (con más de veinte mil artículos publicados en España y América) y sobre todo poeta. Gran poeta multipremiado. Tengo siempre al alcance de mi mano algunos de sus libros de poemas. “Brasas de la memoria” y “Este mundo que comienza a no ser mío” acompañan a menudo mi melancolía de lector impenitente.
Hoy me he acercado al rincón de su escritura. Me descubre, en su letra menuda, algún poema en construcción. Y digo en construcción porque cada pieza que sale de este taller literario es como un milagro arquitectónico lleno de medidas sabias, de ladrillo a ladrillo, hasta encontrar su dimensión y su altura. Hace muchos años, ay, que no afronto el clásico género periodístico de una entrevista. Se trata de que el lector sepa más de este escritor de alma entera, de conocer sus opiniones sobre esto y aquello, de modo que, además de en su obra, nos adentremos en el José Lopez Martínez de cada día, en su rica personalidad. Vamos a ello.
Pregunta: Eres un literato de amplio recorrido, pero ¿cuándo comenzaste a sentirte escritor?
Respuesta: Uno siente la vocación literaria desde muy temprano; se considera atraído por determinados autores y temas, pero no tiene conciencia de que la escritura esté acaparando su propia vida, de que la literatura está marcando su destino como ha sido mi caso.
P: ¿Qué encamina más a un escritor: las circunstancias, la vocación, algún otro fenómeno imprevisto que nos hace ver el mundo de otra manera?
R: Lo que realmente importa es la conciencia, la rebeldía de quien escribe ante cualquier estrago que se quiera hacer a la verdad. Ahora mismo estamos asistiendo a una serie de conflictos que nadie denuncia y si alguien lo hace es para ocultar otros conflictos mayores. El más eres tú campea a sus anchas.
P:¿Qué supuso para ti y tu vocación nacer en Tomelloso, ciudad de escritores? Eladio Cabañero, Félix Grande, Francisco García Pavón, tus hermanos Ángel y Francisco…
R: Supuso la enorme satisfacción de unirme a aquel grupo inolvidable de escritores y poetas y de darlo a conocer en el mundo entero. No sólo Tomelloso, toda la región castellano-manchega vivió una especie de renacimiento con Juan Alcaide y Ángel Crespo como impulsores.
P: ¿Qué lugar ocupa la lectura en la formación de un escritor? ¿Y la experiencia de la vida?
R: Yo diría que ambas son imprescindibles. El escritor debe sentir los arañazos de aquello que vulnere sus creencias, sobre todo los abusos del poder. ¿La lectura, la formación humanística? Si amamos la escritura, leer debe ser una pasión paralela.
P: Has vivido junto a grandes de la literatura, los has tenido como amigos entrañables. ¿Al recordar esas etapas, a cuál de ellos crees que le debes más como maestro literario?
R: Mantuve una buena amistad con autores de la generación del noventa y ocho y del veintisiete. Con Azorín, con Pío Baroja, con Gregorio Marañón, con el crítico Rafael Cansinos-Assens… Recuerdo su enorme personalidad y su ingenio. De todos ellos aprendí mucho. Recuerdo las conversaciones mantenidas con Marañón, tan sustanciosas y certeras; luego tuve a su hijo Gregorio Marañón Moya como consejero de honor de una revista, La Hora de Castilla-La Mancha, que publicamos semanalmente como suplemento del diario Lanza al comienzo de los años ochenta del pasado siglo.
P: ¿Y como maestro de vida?
R: Todos ellos fueron maestros y espejos de vida. De ellos aprendí a transitar por los caminos de la literatura y del periodismo.
P: Eres, y desde hace muchos años, un gran y permanente periodista que ha cultivado varios géneros. ¿Qué le ha aportado el periodista al escritor?
R: La curiosidad, dar una forma más trascendente a la noticia, a la realidad, acercarla más al humanismo. Fue buena parte del periodismo que nos legó la generación del noventa y ocho y la que le precedió. Por ejemplo, Azorín en libros como La voluntad o Ideas y creencias de José Ortega y Gasset, que deberíamos volver a leer. Por cierto, La voluntad es el primer libro que José Martínez Ruiz firmó como Azorín.
P: ¿Y el escritor al periodista?
R: Pienso que hay que andarse con cuidado.
P: Con una obra tan extensa como la tuya, ¿con que parte de ella te quedarías, con qué libro, poema o narración?
R: Mi vida y mi obra están tan unidas, tan identificas con mi propia conciencia, que no puedo separarlas.
P: Si tuvieses que elegir una etapa de tu actividad cultural ¿cuál sería? Por las experiencias y el poso dejado.
R: Quizá el periodo que va desde 1990 al 2010. Durante estos veinte años hubo semanas que tuve que escribir hasta tres artículos diarios para periódicos de España: el YA, de Madrid, el Diario de Barcelona y la agencia Fax Press, que dirigía Manuel Leguineche, y escribí mis libros más interesantes, por ejemplo, el que recibió el Premio Rabindranath Tagore: En el mar riguroso de la muerte. Fueron momentos de plenitud literaria y periodística, y pronuncié conferencias en varios continentes.
P: Hay escritores que, por así decirlo, descansan entre una obra y la siguiente, ¿eres un escritor que vive sin pausa la pasión de escribir o atraviesas periodos de sequía?
R: Siempre siento el cansancio cuando termino de escribir un libro pero descanso trabajando, o doy conferencias programadas anteriormente, o me dedico a viajar. También me ocupo en leer libros como España un enigma histórico, de Claudio Sánchez-Albornoz o Memorias de ultratumba, de Chateaunbriand.
P: ¿En qué género literario de los que has cultivado te sientes más a gusto?
R: En la poesía y el ensayo.
P: ¿Qué obra de la literatura universal te ha influido más?
R: Vuelvo mucho a lo que escribió don Francisco de Quevedo en la Torre de Juan Abad, y también a Cervantes y el Quijote. Tantos ingenios…
P: ¿Qué opinas sobre la literatura española actual, centrándonos en la poesía y la novela?
R: Se advierte algún punto de decadencia. Ya sé que es una cuestión delicada, pero nada veo en las librerías que apenas iguale a Camilo José Cela, Miguel Delibes, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, José Hierro…
P: ¿Compartes la extendida opinión de que la mercadotecnia tiene más peso en detrimento de la calidad?
R: Creo que sí.
P: Cada año la concesión del Premio Nobel supone un acontecimiento que a menudo nos sorprende, y no es raro que se premie a autores que ni siquiera hemos oído nombrar. ¿Es un índice de decadencia?
R: También esto apunta a que está bajando el interés de los lectores por la mejor literatura. Los tiempos de hoy nos alejan de la lectura, se nos facilita por otros medios lo que siempre nos llegaba a través de los libros. Se compran muchos más libros y se leen menos, lo cual nos lleva a esta situación. Lo escribió Montesquieu: “Señor, concédeme la esperanza de revivir en el libro la eternidad de mi vida”. Fueron palabras escritas para su tumba.
P: Aparte de la literatura, ¿qué otra actividad te ha interesado especialmente? Fuiste un ilustre colaborador de El Ruedo. ¿Acaso la tauromaquia?
R: Sí, escribí cientos de artículos taurinos. Fui gran amigo de importantes figuras del toreo y quise conocer las esencias de este arte tan español. Fui contertulio con Vicente Pastor, en su casa de la calle Embajadores, con Nicanor Villalta, con Manuel Mejías Bienvenida, el Papa Negro, y con muchos más. Recuerdo que Marcial Lalanda me dijo un día que buena parte de los toreros le tenían mucho respeto a La Mancha por su preferencia por los toros grandes.
P: ¿Para ti quién es un escritor más completo: el que vive de la literatura o el que vive en la literatura?
R: El que vive con pasión la literatura.
Tal cual. Así es y así piensa mi admirado José López Martinez, periodista de raza, escritor de una obra a la que hay que volver siempre, poeta que nunca defrauda, presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Y, además, persona entrañable, ejemplo de generosidad y hombría de bien. Un raro en estos tiempos de encubrimientos, disfraces y escritores de pasarela que a menudo deben más a la mercadotecnia que a su pluma. Por algo los grandes premios literarios., cada vez con más frecuencia, suman ganadores entre personajes populares -o populacheros- de obra previa desconocida y de los que no se espera con impaciencia la obra siguiente. Hagan memoria.
