La presentación de ‘Para hacerte saber mil cosas nuevas’ ha resultado muy emotiva, por la presencia de numerosos familiares conscientes de estar viviendo un momento irrepetible, y con una cierta conciencia del sentido terapéutico del libro para sus vidas.
El proyecto ‘Mapas de Memoria’, que ha culminado con la recopilación, ha sacado a la luz el listado de los 4.000 nombres de ajusticiados, y un centenar de historias ocultas en las casas de las familias de las víctimas, que han emergido de manera natural para de alguna manera restañar las heridas.
Es el caso de Germinal Espartero García-Villaraco, de 80 años, originario de Torralba de Calatrava pero ciudarrealeño de adopción, hijo y nieto de represaliados en la postguerra.
Con un discurso sereno y perfectamente documentado, ha sido uno de los familiares que han intervenido en el acto, en el que ha recordado las graves consecuencias de la represión entre sus ascendentes más cercanos. “A mi abuelo lo ahorcaron tras darle una paliza y pasearlo por las calles chorreando sangre sobre un burro, y a mi padre lo fusilaron en Madrid el 24 de noviembre de 1944, junto a otras 34 personas”.
Espartero, que actualmente se recupera de una recientísima operación, ha revivido los años de su más tierna infancia con voz firme y rachas de emoción “para que cada uno esté en su sitio”.
Se quedó huérfano de madre a los quince días de nacer, y a los seis meses su padre salió huyendo hacia Alicante. Murió cuando él contaba con seis años y sólo lo vio dos veces, la última, pocas horas antes de ser ejecutado, y sin posibilidad de despedirse. “El único recuerdo que tengo de él es del día de antes de su fusilamiento, lo sacaron por capilla y no me pudo dar un beso, pero me echó una mirada que llevo y llevaré presente toda la vida”.
Germinal Espartero sufrió desde la cuna los castigos hacia los vencidos, pues “me dejaron una cabra para que me diera leche y cuando entraron los nacionales se la llevaron”.
Fue criado por unas tías y su abuela paterna, que “tenía a su marido muerto, a sus tres hijas en la cárcel y a mi padre huido”. Desde joven se interesó por el proceso de detención y condena de su progenitor, cuyos restos “saqué cuando tenía 11 años y los cambié a otra caja más pequeña”.
Incrédulo, comenta el cuestionable contenido de los datos, tanto de los denunciantes como de los informes oficiales. “Eran exactamente iguales, y decían que salió huyendo junto a su hijo y su mujer, quien llevaba muerta seis meses”.
Soñar a su padre
Vicenta Ruiz González, de Bolaños de Calatrava y residente en Madrid desde hace 55 años, es otra huérfana de un represaliado y desde hace más de siete décadas no ha dejado de ensoñar a su padre.
Un año después de ser fusilado, cuando ella apenas tenía cinco años, “soñé mientras dormía la siesta en el patio que mi padre me llamaba desde una mesa redonda, donde estaba junto a otros hombres, y yo quería ir pero no podía. Cuando me desperté, me puse a llorar”, recuerda.
“Siempre lo he echado mucho de menos y me enfadaba porque mi vecina jugaba con su padre y yo no lo tenía”.
Cuando ella tenía tres años empezó la pesadilla, tras la vuelta del frente de su progenitor, que empezó a entrar y salir de las cárceles de Bolaños y Almagro.
“Cuando vino de la guerra, lo llamaron para hacerle unas preguntas y lo detuvieron. Le hicieron un juicio en Ciudad Real y fue absuelto porque no tenía delitos de sangre, pero unas personas con nombre y apellidos de Bolaños recogieron firmas para que lo encerraran otra vez, y se lo llevaron preso”.
Así, entre los 3 y los 5 años vio cómo su padre era encarcelado por periodos durante un total de 13 meses, hasta que un 8 de mayo de 1944 fue fusilado. “Cuando estaba en Bolaños iba con mi madre a llevarle comida, y el señor carcelero me retenía hasta que me dejaba acercarme a él”.