Si se habla en Malagón de este paso es inevitable asociarlo con los costaleros que comenzaron esta andadura hace 25 años. Por promesa o animados por amigos, los jóvenes malagoneros se unen al grupo para portar a costal cada Semana Santa al Cristo de la Misericordia.
A ritmo de tambor y corneta mezclando pasos como “picaito”, “gotero”, “sobre los pies” y “media telesilla”, los 22 costaleros del Cristo de la Misericordia de Malagón aprovechan los últimos ensayos previos a la procesión del Viernes Santo para ultimar detalles. Fuera del paso, su capataz, Antonio Diaz Moreno, es el encargado de realizar las indicaciones necesarias para que el recorrido de cada Viernes Santo sea perfecto.
Este grupo de costaleros cuenta con un total de 19 hombres y 3 mujeres. Los ensayos comienzan las semanas previas a Navidad para hacer una toma de contacto con el paso. Es a partir de enero cuando ni el frío ni el cansancio acumulado de la jornada suponen un impedimento para reunirse dos noches por semana para ensayar.
Animados por amigos y familiares o por promesa, cada año se suman nuevos costaleros para preparar con entusiasmo el recorrido y esperar impacientes su día, el Viernes Santo. Lucia Toribio Malagón es la costalera más joven y a sus 22 años este será el segundo año consecutivo que porte la imagen. “El año pasado fui con mi madre al primer ensayo, me gustó mucho, probé y me quedé”, asegura la joven. Por su parte, Guillermo García de la Mora Palomino cumplirá este 2018 su quinto año como costalero. “En 2013 tuve un accidente y desde entonces hice la promesa de ser costalero hasta que pueda”, confirma el malagonero.
Una historia de costaleros que cuenta con un cuarto de siglo porque fue en 1993 cuando un grupo de jóvenes malagoneros decidieron portar sobre los hombros al Cristo de la Misericordia en la Semana Santa de su pueblo. Los cuatro primeros años fueron portadores, y desde el 1997 procesionan con la imagen a costal. Ángel López Monteagudo es uno de los fundadores y el costalero más veterano actualmente.
“Ser costalero es como llevar un veneno en la sangre. Ser costalero es pensar durante todo el año en la Semana Santa” asegura el veterano. Cada ensayo se vive como si de un Viernes Santo se tratara y en cada “levantá”, después de la llamada del capataz, se escucha el “vámonos corazón vámonos”, “al cielo con él” o “vámonos mi alma”, entonado por el veterano Ángel y conocido por el pueblo vecino.
Por su parte, Antonio es el capataz del paso desde el primer año que el Cristo de la Misericordia procesionó a costal. Toda una vida dedicada a esta imagen porque antes de ser capataz, también fue portador del paso el último año que recorrió las calles del pueblo de esta forma antes del cambio a costal. Cuando llegó este cambio, él tomó las riendas de la figura del capataz hasta el día de hoy, 21 años después.
“Ser capataz conlleva una responsabilidad enorme porque supone ser los ojos de los costaleros y que ellos sean mis pies. Ellos andan como yo y yo veo por ellos. Además, les transmito las órdenes y les apoyo en los cambios”, confirma el capataz.
Las emociones del Viernes Santo
Uno de los momentos más esperados y emocionantes de cada Viernes Santo es la salida y la entrada de la imagen de la iglesia. “Se hace de rodillas a consecuencia de que el primer año que se procesionó con la imagen a costal, la imagen chocaba con la puerta. Al no poder salir de pie, decidimos hacerlo de rodillas y ya lo hemos dejado como tradición” asegura el capataz.
Ángel también explica otro de los momentos más impactantes y emotivos que viven los costaleros durante la procesión. “Rubén Camacho fue uno de los fundadores y murió en un accidente de tráfico en el 1999. Desde entonces le dedicamos una “levantá” en la puerta de la que fue su casa”, recuerda emocionado el malagonero. Este, junto a la entrada y salida de la imagen de la iglesia, son los dos momentos más emocionantes que viven los costaleros, el capataz y el pueblo de Malagón cada Viernes Santo.