Un malagonero de pro que ni lo exhibe ni lo disimula… simplemente lo ejerce. En medio de una atmósfera teresiana por excelencia –todo en Malagón tiene que ver con la Santa-, de un envoltorio de abolengo –el marquesado de Malagón es uno de los más antiguos de la península-, y de patronímicos de alta significación –Cides y Jimenas, Taveras, Medinacelis, Soleres- Malagón concitó a muchos avisados y expertos para escuchar la disertación de Soler.
Con ‘puntualidad británica’ –como dijera alguien antes de lo del Brexit- el Salón de Plenos de la Municipalidad malagonera se aprestaba a recibir al centenar y pico de personas interesadas en la historia de sus ancestros. Desde la alta Edad Media a la más próxima contemporaneidad, en la boca de Soler Salcedo estuvieron todos los grandes. O casi. Pese al conocido axioma de “Dinero y santidad…”, aquí no hubo mitades. Hubo un todo bien estructurado, con un rigor histórico no exento de tintes emotivos, y absolutamente redondo en el fondo y en la forma.
Desarrollo del acto
En la mesa presidencial, el alcalde de Malagón Adrián Fernández Herguido, flanqueado por la tesorera en funciones de Secretaria, Ana Fernández, y por el Presidente del IEM, Alfonso Caballero Klink. En sus palabras de apertura, Caballero Klink tan sólo dijo gracias. “Gracias por acompañarnos en la localidad natal de Soler, y gracias por esa preciosa idea del Museo de Santa Teresa. Gracias también porque una consejera del IEM, Gloria Merino, tendrá un espacio en la ciudad en la que ha vivido durante años. Gracias”.
Tras la lectura del Acta de la Asamblea General de 1 de julio de 2017 con la nota de su elección, hizo entrada en la sala Juan Miguel Soler Salcedo, acompañado por sus padrinos en la ceremonia, los doctores Francisco del Campo Real –antiguo párroco de Malagón y Canónigo de la Catedral de Ciudad Real-, y Blas Casado Quintanilla, catedrático de la UNED y vinculado familiarmente a Malagón. Ambos igualmente consejeros del IEM.
Metido en harina, y en los exactos 45 minutos previstos, Soler Salcedo fue desgranando el leitmotiv de su discurso, basado en las pasadas y no tan pasadas grandezas de Malagón. Aclarando el enunciado de la propuesta, y cimentando con puntuales notas y fechas, hechos históricos, hipótesis y personajes de carne y hueso, el sustento y entramado de su alocución.
Empezando por los primeros señores del castillo de Malagón, don Tello Pérez y doña Guentrua García de Villamayor… Para continuar con el segundo señor de Malagón, don Antonio Ares Pardo Tavera, patrono del Hospital de Tavera de Toledo. Su esposa, doña Luisa de la Cerda, consiguió que Santa Teresa fundase aquí el tercer monasterio de su Reforma, a continuación de Ávila y Medina del Campo.
Más tarde, su hija doña Guiomar sería la primera marquesa de Malagón, tercera señora de Malagón y primera señora de Fernán Caballero. Que en su tercer matrimonio casaría con Duarte de Portugal, sobrino de Felipe II, y fundaría un convento de franciscanos en Malagón, y otro en Paracuellos del Jarama.
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Tras un largo paréntesis cronológico, Soler Salcedo recupera la figura de Miguel Cayetano Soler, gran ministro de Carlos IV que murió en Malagón a manos de unos desalmados. Y considera Juan Miguel que Malagón “tendría que hacer su Concordia consigo misma para limpiar finamente su nula responsabilidad en este drama”. Yendo luego nuestro consejero en pos de Clemencio Donaire, senador por Ciudad Real a finales del XIX, y que en su testamento establece la fundación del Asilo de Malagón… El devenir de Soler se detiene en dos mojones más: la creación de la cooperativa Santísimo Cristo de Malagón rayando el s. XX, y el futuro beato Domingo Chacón, cuyo proceso ha culminado su camino hasta Roma.
Señorío y religiosidad (tal vez sólo un estadio anterior a la santidad). Sí, dicho queda. Pero ¿y la concordia? En 1552 los vecinos consiguen firmar una Escritura de Concordia con el señor de Malagón. He aquí por fin la Concordia… que les permite consolidar una serie de derechos ab usum desde su etapa de Encomienda de Calatrava. En esa Escritura de Concordia se crean unos lugares comunes (hoy los 5 municipios de Malagón, Porzuna, Fuente el Fresno, Los Cortijos y El Robledo). Con un uso común por los vecinos, en materia de leña y paso de ganado.
Ciertamente, “esta Escritura de Concordia –en docta exposición de Soler Salcedo- consolidó a los Estados de Malagón, que pasaron a denominarse Estados del Duque al incorporarse por matrimonio a los Duques de Medinaceli”. Hoy “el marquesado está sin marqués”, es decir, vacante. Al morir la última marquesa de Malagón, hay una disputa por el título entre su cuarto hijo –el único de ellos que aún vive-, y alguno de los nietos que reclaman el marquesado. Pero el título volverá a ser detentado por un nuevo sucesor, previsiblemente en cercanas fechas.
Llegados a este punto, tocaba el sábado la imposición de la medalla corporativa y el título de Consejero del IEM, pasando a continuación Soler Salcedo a ocupar asiento en la mesa presidencial.
Emotiva loatio
Con las palabras de Soler todavía flotando en el ambiente, hizo su aparición el encargado de la Loatio, Francisco del Campo Real. Hombre casi venerado en la ciudad que, si bien no vino al mundo en Malagón, sí que ha residido allí durante años, ejerciendo el sacerdocio y granjeándose el cariño general de la población. Definió a Malagón como un tesoro rico en “monumenta et documenta” y reconoció venir a Malagón siempre que puede, “porque aquí recibo mi oxígeno para continuar viviendo y amando”. Ensalzó vivamente el discurso de Soler, calificando al autor de “coherente y pleno de las mejores virtudes humanas, religiosas y sociales”.
Se refirió Del Campo al oficio del historiador –antiguo y esforzado pero hermoso– a pesar del conocido aforismo según el cual los historiadores “inventan lo que no pueden justificar”. Y lanzó un órdago a las nuevas generaciones de historiadores locales, sugiriendo la elaboración de un perfil histórico y riguroso de los alcaldes que en Malagón han sido: Felipe Barroso, Joaquín Ortega, Carmelo Fernández, Feliciano Díaz Toledo, Adrián Martín-Albo, Mercedes Romero, Jesús Romero…
Terminó Del Campo Real con una recomendación a los historiadores, echando mano de una cita textual de Cervantes para la ocasión: “…Habiendo y debiendo ser puntuales, verdaderos y nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, les haga torcer el camino cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente, y advertencia de lo por venir”.
Solemne clausura
Como broche de oro del encuentro en el Salón de Actos, el primer edil malagonero, Adrián Fernández Herguido, agradeció vivamente la presencia de todos, al tiempo que alabó la decisión de Soler Salcedo y el propio IEM, de celebrar el acto en la Casa Consistorial como noble casa de “ajuntamiento” de personas, ideas y voluntades.
Felicitó igualmente al recipiendario por la elección de los tres términos “Señorío, religiosidad y concordia”, reafirmando la confluencia de las tres apelativos en Malagón: “A la vista está el señorío que ostenta, la religiosidad que nos posee, y la concordia que nos caracteriza”.
Recordó cómo gracias a la fundación de Santa Teresa, había podido evolucionar adecuadamente Malagón desde aquellos 500 habitantes en tiempos de la Santa… Y avanzó el deseo de materializar e institucionalizar la Concordia, “una importante característica malagonera”, con la creación de sendas distinciones a “Caballeros y Damas de la Concordia”.
Igualmente repasó y ensalzó el alcalde los fines y objetivos del Instituto de Estudios Manchegos, a cuya institución felicitó por el nuevo ingreso. Agradeció igualmente a Francisco del Campo y a Blas Casado, su decidido apoyo al nuevo consejero y a la cultura local y provincial. Y se mostró convencido Adrián Fernández de la fructífera labor que desde ahora desarrollará Soler Salcedo en el Instituto. “Con fundación –recordó- del año 1943 y estatus jurídico desde 1947”. Finalmente, los asistentes pudieron departir y distender brevemente sobre la intensa historia aprehendida, compartiendo un vino español en la cercana y típica Casa Luciano.