Seis años ha estado de enfermera en Oxford y vuelve a España sin despedirse de nadie. La pandemia pilló a Cristina Fernández hace unas semanas mientras preparaba las maletas. Su marcha de Reino Unido ya la tenía programada, antes de que el Covid-19 apareciera en su vida, así que no la quedó otra que seguir para delante.
Impulsada por la crisis y el desempleo, esta ciudarrealeña marchó a Reino Unido en cuanto terminó el master tras la carrera. Allí ha trabajado hasta hace apenas unos días en el hospital de Oxford. Fue el 1 de abril, en plena crisis sanitaria y con 102.136 casos positivos en coronavirus confirmados en España, cuando Cristina pisó Barajas.
Al igual que el común de los mortales, supo del coronavirus en enero, cuando empezaron los casos en China. De hecho, cuenta que hizo un viaje a América del Sur con sus amigos, y ya se sorprendió de que había gente con mascarilla en el aeropuerto. “En China acababa de explotar la epidemia y aún no sabíamos el alcance”, explica.
La boda cancelada y el escepticismo de Boris Johnson
No fue hasta la semana previa al 14 de marzo cuando empezó a alertarse por la subida de casos en Italia, y posteriormente en España. El mismo día que el Gobierno de España decretó el estado de alarma, ella tenía una boda en Madrid y tuvo que cancelar su viaje durante la semana.
La boda al final ni siquiera se realizó. Esa misma semana, las comunidades autónomas empezaron a restringir celebraciones y el Ayuntamiento indicó que prefería que las bodas fueran solo con los novios y los testigos. Pocos hubieran imaginado que aquella noche Pedro Sánchez decretaría el confinamiento de toda la población.
Marcada por la burbuja de escepticismo con la que Boris Johnson ha rodeado a la población en las últimas semanas, Cristina Fernández observó con asombro en los días siguientes que en Reino Unido no se tomaban medidas para frenar la pandemia mientras que los casos aumentaban de forma exponencial. Al principio, el primer ministro no fue partidario de paralizar la actividad para evitar pérdidas económicas.
De hecho, Cristina cuenta que en su hospital, antes de que el Gobierno empezara a tomarse en serio la pandemia, los gerentes ya empezaron a organizarse. A primeros de marzo fueron las primeras reuniones y comenzaron un proceso escalonado para ganar unidades de cuidados intensivos dirigidas a pacientes con coronavirus.
“No creo que la sanidad sea tan mala como la pintan”
Lo que tiene claro la enfermera ciudarrealeña es que la sanidad británica no es tan nefasta. “No creo que la sanidad, ni la enfermería de allí, sea tan mala como la pintan”, afirma. Cristina habla de la menor ratio de pacientes por enfermera que existe en Reino Unido y también hace referencia a la organización que tendrán estos días.
En Reino Unido existen muchas enfermeras especialistas, y Cristina cuenta que en Londres están creando grupos coordinados de enfermería para atender pacientes. Así, enfermeras especializadas en UCI dirigen grupos con otras profesionales habituadas a estar en planta o que tienen otras especialidades. “Se van a estresar porque esto es nuevo para todos, pero igual que aquí, confío en que va a ir bien”, subraya.
Cuando dejó su hospital, todavía no había notado la saturación que hoy en día existe. Ella tuvo contacto con enfermos de coronavirus, pero con pocos, porque su UCI todavía no había tenido la reconversión. Cristina confiesa que “en una semana el número de pacientes infectados ha aumentado mucho más”. Su jefa la propuso que se quedara, pero tenía todo cerrado para venirse, hasta con su casero, así que no hubo otra opción.
¿De verdad esto es tan serio?
Con las medidas de prevención aplicadas por los británicos es mucho más crítica, en parte motivadas por la actitud de Boris Johnson -ingresado hoy en la UCI-. Cristina confiesa que “era ridícula su postura”, y confiesa que cuando el coronavirus empezó a extenderse en Europa eran los españoles y los italianos los que insistían en reducir las relaciones sociales.
Sin embargo, Cristina recuerda que el fin de semana del 20 de marzo, cuando todavía todo estaba abierto en Oxford, salió de trabajar a las ocho y todos los restaurantes de su calle estaban llenos de gente. Ella pronto dejó de juntarse con sus amigos, que la preguntaban ¿de verdad esto es tan serio? Ahora están preocupados.
Desde el 21 de marzo, en Reino Unido solo funcionan los servicios esenciales. Cristina señala que solo se puede ir a comprar, sacar al perro y dejan una hora diaria para hacer ejercicio en la calle. Ella se pregunta cómo se puede medir esa hora y afirma que la semana pasada “había gente jugando en los parques”.
De una nefasta despedida al confinamiento
La situación en España la ve mal, “pero mejor”. Cuenta que sus amigas sanitarias aseguran que en la puerta de urgencias ya han notado la disminución de los casos, aunque afirma que “las UCI van a seguir colapsadas”, porque “el paciente grave no se recupera en dos días”. Ella todos los días mira los números, los estudia, y hasta reconoce que está “un poco obsesionada”.
El 1 de abril, Cristina llegó a España, después de que la cancelaran un vuelo. La enfermera cuenta que Iberia ha reducido el número de viajes, así que tuvo que comprarse otro billete. La recogió su madre en el aeropuerto y desde entonces está encerrada en casa, donde tendrá que estar entre 7 y 14 días aislada, por haber tenido contaco con positivos y venir del extranjero. Menudo recibimiento.
“Qué horrorosa forma de despedirme de Oxford”. Así salió de su ciudad de adopción en los últimos años, sin decir adiós a su gente y sin esa fiesta de despedida que tenía organizada. Dice que en cuanto acabe esto volverá.