La comarca ciudarrealeña de Montes de Toledo ha sido una de las más afectadas por el temporal Filomena y la ola de frío. Las localidades de la zona son ejemplo de los estragos que la tormenta de nieve y las temperaturas polares han provocado, con pérdidas en negocios y destrozos de algunas infraestructuras de ganadería, su sector más tradicional.
Retuerta de los Montes y su vecina San Pablo de Los Montes, al norte, ya en Toledo, están en el epicentro de los territorios de interior de este entorno montañoso donde la borrasca ha llegado por sorpresa. “Todos los años nieva, pero no de manera tan impetuosa”, reconocen.
Desde la ‘zona cero’ de Filomena en la provincia ciudarrealeña, autónomos, ganaderos y jubilados hablan de los inconvenientes de un tiempo invernal tan extremo que durante varios días dejó sin electricidad y teléfono a unos 3.000 vecinos de la comarca. También hubo cortes de carreteras, principalmente en el tramo oeste de la comarcal CM-4017, que une Retuerta con Horcajo de los Montes, y que fue el último que se abrió abierto al tráfico tras varias el fin de semana incomunicado.
Algunos habitantes de Retuerta y de El Robledillo, pedanía de San Pablo de los Montes, cuentan que la tormenta de nieve se hizo presente desde el jueves pero el viernes noche arreció y dejó un peligroso manto blanco el sábado con estampas tan bucólicas como inseguras. No sólo echó abajo las torretas que dan alimentación eléctrica a esos pueblos desde la cercana Sierra de San Pablo, sino que los accesos se quedaron intransitables. “Era muy difícil salir de casa y movernos”, señalan.
Una semana después del temporal en este punto cercano al Parque Nacional de Cabañeros, todavía hay una importante presencia de nieve y hielo en las calles de Retuerta y sus alrededores, y diferentes personas narran cómo lo han vivido y cómo la cooperación vecinal y el trabajo de la sociedad local han contribuido a recuperar cierta normalidad.
Los mayores del lugar recuerdan fenómenos parecidos en su niñez, pero no en el último medio siglo, mientras comentan los principales perjuicios sufridos por algunos de sus vecinos ganaderos, con techos de las naves caídos, algunos cercos vencidos y los caminos hacia las naves anegados de nieve y hielo.
Balance municipal
Desde el Ayuntamiento retorteño también han hecho balance de los daños de Filomena y su alcalde, Miguel Ángel Villa, se ha puesto al frente de diferentes trabajos para despejar las calles y para repartir sal. “Llevamos desde el lunes con dos máquinas y tres camiones sacando nieve del pueblo”, en su mayoría trasladada al cauce del río Bullaque a su paso por la población.
Precisamente, lo positivo de la borrasca será la aportación hídrica al campo y a las canalizaciones una vez se deshielen las toneladas de agua congelada que permanecen en los montes y las zonas baldías.
Pero eso vendrá después. Por ahora, Villa está haciendo recuento de las pérdidas, incluso, según ha adelantado a este digital, se está planeando consultar a las instituciones superiores si el municipio de cerca de 1.000 habitantes cumple las condiciones para solicitar la declaración de zona catastrófica: todavía están pendientes del arreglo total de los dispositivos de comunicación, son “muchos” los árboles caídos o con destrozos dentro del pueblo y en el entorno forestal, además de los daños ganaderos y del desplome de la estructura de una piscina cubierta de la casa de otro vecino.
Una mañana en Retuerta
Son perjuicios de los que ha sido testigo este digital en una visita este viernes a Retuerta y sus alrededores, en un escenario de pandemia que no hay que olvidar, sobre todo por las últimas y restrictivas medidas sanitarias que han confinado a toda la provincia ciudarrealeña.
La mañana es soleada y el pequeño pueblo da muestras de un dinamismo tranquilo pero vital.
José Luis Jiménez Pérez regenta un pequeño supermercado, el único del pueblo, que ahora se ha convertido es uno de los pocos puntos en los que varias personas no convivientes pueden entablar una conversación. “Con los bares cerrados, sólo podemos ir del trabajo a casa, y de casa al trabajo”, asegura el propietario del autoservicio, donde trabaja junto a Verónica Martín, una empleada de larga trayectoria.
Recuerda las recientes y duras vivencias que ha traído Filomena al municipio. “Hemos pasado días malos, se lamenta, incomunicados, sin luz, sin televisión, y sin teléfono”, una situación que no les ha dado tregua a que “ahora se nos congelen los contadores de agua”.
Las temperaturas, asegura, han llegado a registrar mínimas de hasta 14 grados bajos cero, a la espera de que “vengan los días más soleados”.
La tienda de Jiménez es un servicio esencial, aunque también corrió el riesgo de “perderlo todo” cuando se interrumpió el suministro eléctrico. “Tengo un grupo de luz que ponía a ratos en los congeladores y a ratos en las cámaras”, estrategia que al menos le sirvió para conservar el género.
Reconoce y agradece los trabajos de limpieza del Consistorio, a la vez que no encuentra en su memoria –está en la cincuentena- otra nevada similar. “Hace años cayó en la sierra pero no en el pueblo”.
Por su parte, la empleada de Jiménez también acusó la tempestad a la hora de atender a sus gatos en un corral fuera de su casa. “Estaba todo lleno de nieve y no podía”, explica mientras tampoco logra visualizar “otra nevada tan grande”.
Delfín Benito Comendador, un hostelero jubilado, sí evoca las estampas blancas de cuando era muchacho. “Mucho más que ahora”, sostiene al contar que “quitaba la nieve de los tejados” y se hundía “hasta la rodilla”. Entonces como ahora, las palas estaban a la orden del día “para hacer veredas e ir a la cuadra a alimentar al ganado”.
Benito vive en Retuerta en la temporada de invierno, donde cría una huerta propia, y donde le ha pillado Filomena “con varias noches sin luz ni televisión”. El resto del año lo pasa en Mallorca, donde ha trabajado al frente de su propia cafetería. Allí “hay mejores temperaturas”, indica.
Otro de los vecinos más veteranos del pueblo, Feliciano López Palmero, de 88 años, también relata su convivencia con las nevadas cuando era niño y adolescente, “como ésta o más grande”, pero entonces “era nieve, y esto es hielo”.
En aquellos años, rememora, “no había máquinas, llevábamos palas, la nieve se deshacía y corría el agua, ahora está siempre helado”.
Jubilado de la panadería familiar que heredó de su padre, posteriormente gestionada por su hijo –también jubilado-, López hace los recados “que me manda la mujer”, y se atreve a andar por las calles nevadas pero ya despejadas.
Limpieza
La limpieza no para en los barrios de Retuerta y cerca del Colegio Rural Agrupado (CRA) ‘Montes de Toledo’, pegado al río, hay varios operarios del Servicio de Carreteras de Castilla La Mancha, con una motoniveladora que ha terminado su jornada, y un camión que se dispone a repartir sal en Horcajo de los Montes.
El centro escolar está rodeado de nieve, un manto blanco y esponjoso sobre el que juegan los alumnos en el recreo.
El Robledillo
Más alejado del pueblo, a pocos kilómetros al norte, en la misma CM-4017 hacia San Pablo de los Montes, la nieve sigue más espesa y acoge una zona con diversas explotaciones de ovino y vacuno.
Las que están en activo y otras que existieron como la de Felisa Jiménez, una mujer a punto de cumplir 81 años, que se asoma con su cayado en la mano al carreterín de los Baños del Robledillo desde los alrededores de su casa en este núcleo toledano. Allí vive sola por temporadas y porque se lo permite su estado de salud.
“Me gusta estar aquí, con las gallinas, la perra y los gatos”, explica quien pastoreaba a sus vacas y cabras en las cercanas inmediaciones del camino del Riscal. Es la misma raña en la que ahora las jaras y las flores de argamona se han visto invisibilizadas por la espesa nieve.
El único perjuicio vivido por Felisa con el temporal, ya solucionado, fue la imposibilidad de llegar al gallinero, porque el paso se quedó totalmente intransitable. A nivel doméstico apenas le afectó. “Tengo todo dentro de la casa, incluso la leña de la estufa que me calienta las cuatro habitaciones y el salón”, explica. Con todo, lamenta la falta de luz, de televisión, y, sobre todo, de teléfono móvil, que “siempre” lleva consigo en el bolsillo del mandil cuando sale de la casa.
Presume de su independencia “mientras me pueda valer”, pues sus hijos -repartidos entre Retuerta y Madrid- “quieren que me vaya con ellos, pero tengo las gallinas”, además de “apañar la casa y hacer la comida”.
También es beneficiaria de servicios auxiliares como el del guardia forestal “que nos trae el pan a los vecinos”, o la visita de un sobrino que vive en una casa cercana y que “viene a verme todos los días con su moto”.
Ganadero de ovino
Más abajo del camino donde está la frontera entre Ciudad Real y Toledo, Jesús Azaña, ganadero que gestiona 600 cabezas de ovino manchego, también habla de los perjuicios que sufrió con la interrupción del suministro eléctrico. Mientras termina la retirada en un camión de una partida de corderos hacia el cebadero, explica que logró que su explotación siguiera funcionando gracias a un equipo electrógeno, que todavía mantiene en activo porque “me sigue faltando una fase”.
Azaña, junto su mujer, atiende al rebaño estabulado, y comenta que la nieve caída de manera tan enérgica como la de hace una semana “es muy bonita para ir a esquiar pero no tanto para otros negocios”.
Héroe silencioso
Y más arriba, en lo alto del puerto que lleva al balneario Baños del Robledillo, se encuentra la explotación del joven ganadero y agricultor Jesús Jiménez Comendador, de 31 años.
Fue uno de los héroes silenciosos que, junto a su padre y su tío, ayudó a despejar el trayecto hacia la Sierra de San Pablo para que los técnicos pudieran reparar las averías en los equipos de comunicaciones.
“La situación estaba difícil porque los cortes afectaron a los vecinos de Retuerta, San Pablo de los Montes, El Robledillo y las fincas, y había que colaborar. Era la solución y tiramos hacia adelante”, sostiene.
Desde la finca donde está la casa familiar y la nave ganadera con las vacas, en las estribaciones a la solana de los Montes de Toledo, Jiménez enumera los problemas que les trajo la nevada de varios días, sobre todo la más intensa del viernes, aunque muy alejados de la gravedad de los daños registrados por otros ganaderos de la zona con “estructuras y muebles caídos”.
En su caso, además de árboles y ramas arrancadas, se aplastó parte de las alambradas, y se helaron las gomas por donde va el agua con el que dan de beber a los animales.
Lo más lastrante fueron los excesos de nieve en los accesos “por los que no se podía transitar”. Hecho que impulsó la toma de la decisión familiar de coger los tractores pala y despejar caminos y rutas para poder maniobrar y trabajar
También coincide en que la nieve “es muy bonita para los muchachos y las fotos, pero luego están las complicaciones” en zonas tan aisladas y monteñas como la ubicación de su explotación, rodeada de jara, brezo, alcornoques y chaparros.
“En poco tiempo se van al traste negocios que cuesta muchos años levantar”, dice quien cultiva avena y trigo, potenciales beneficiarios de agua en la próxima campaña tras los deshielos.