La adolescencia es una “etapa de riesgo” y de “oportunidades”. Los jóvenes ponen barreras al paternalismo, aprenden a pensar y a sentir “de verdad”, rompen las normas y protagonizan la “transformación social”. La visión negativa que sobrevuela el imaginario colectivo de chavales conflictivos, obsesionados con los videojuegos y que experimentan con las drogas nada tiene que ver con esa juventud que “reclama una escucha activa” y que “tiene mucho que aportar en el cambio social”.
Ese es el paradigma de Empu-G, el programa puesto en marcha por la asociación Pokhara de Miguelturra, que ha revolucionado la intervención social con menores y jóvenes en la provincia. Yolanda Pérez, Lidia Prieto y María Serrano hablan de Manzanares, enclave de sus proyectos de prevención selectiva e indicada, además de laboratorio del nuevo programa de educación de calle para jóvenes drogodependientes. Este 2018, el programa ha llegado a cerca de 500 personas en la “encrucijada de La Mancha”.
Empu-G nació en 2013 y un año después la asociación Pokhara ya incluía a un grupo de jóvenes que habían estudiado desde medio ambiente a trabajo social, pero que habían tenido relación con “la intervención social de calle y el ocio con jóvenes”. Fue el nicho de mercado que les acogió durante la crisis y fueron en aumento: en la actualidad forman parte del programa “dieciséis personas por toda la provincia de Ciudad Real”, entre los que hay desde psicólogos a técnicos de integración social o directores de actividades juveniles.
Primero experimentaron en las salas de ocio del Centro Joven de Miguelturra y pronto llegaron a nuevas localidades. Manzanares, La Solana, Socuéllamos y Tomelloso forman parte hoy en día de su red, y hay más interesadas.
Drogas, adicción a las redes y ludopatías
Articulado en torno a la prevención del consumo de drogas, Pokhara concibe Empu-G como un “programa de oportunidades” donde conviven desde jóvenes con riesgo de caer en el consumo de drogas a otros que empiezan a flirtear con los estupefacientes sin llegar a ser dependientes.
No solo las drogas legales e ilegales están en cuestión, como el tabaco, el alcohol, el cannabis o la cocaína, sino que el programa ha tenido que responder en los últimos años a la adicción a las redes, a los videojuegos e incluso tratar ludopatías. Los factores de riesgo cambian y Empu-G es un “programa vivo”, que atiende desde el ciberbullyng a través de las redes sociales, a las adicciones derivadas del “auge de los centros de juegos de azar” e incluso los conflictos con jóvenes “hackers”.
La directora del área de prevención indicada explica que la adolescencia es una “etapa de riesgo” donde “la persona afronta muchos cambios” y hay demasiados factores que pueden llevar al consumo de drogas. La clave es ofrecer “alternativas” para que no entre en el juego.
Problemas que no entienden de capas sociales
Las situaciones sociales específicas de cada adolescente no tienen por qué estar detrás del consumo de drogas y, de hecho, Yolanda Pérez destaca que es un problema transversal, “independiente de barrios y capas sociales”, y que “no está asociado necesariamente a chavales con problemas”. Brecha de género, sin embargo, sí existe, pues más del 60 por ciento de los participantes son chicos.
Desde septiembre, Manzanares, La Solana y Miguelturra son las únicas localidades de la provincia que combinan todos los niveles de intervención social, tanto entre menores con riesgo de caer en dependencias, como entre jóvenes menores de 35 iniciados en el consumo de drogas.
Las orientadoras destacan que el plan de acción no está focalizado en el consumo, sino en la realización personal: “una persona feliz, con expectativas, no necesita el consumo de drogas”. Además, el acercamiento a los chavales no está ligado a fórmulas de autoridad despóticas o a la imposición de castigos, sino todo lo contrario. Dentro de unos límites, los trabajadores sociales tienen “intenciones formales y apariencias informales” de cara a los chavales que participan en el proyecto.
En esta parte tiene mucho que decir la educación de calle para jóvenes drogodependientes, que poco tiene que ver con las “citas de despacho” y mucho con la actuación en el entorno. Dada su eficacia, Yolanda adelanta que está previsto crear en Manzanares “puntos de información familiar” en diferentes zonas y el barrio de Divina Pastora podría ser el primer receptor.
Inclusión social a través del trabajo comunitario
Entre las curiosidades de Empu-G destaca su apuesta por el trabajo comunitario. La directora de prevencion selectiva señala que “Empu-G implica a todos los agentes sociales, desde las familias, a los grupos de iguales, los colegios y las redes locales”.
El programa “no centra la atención en el adolescente como causante del problema”, no define “ganadores” o “perdedores”, sino que analiza el contexto social, da soluciones a sus posibles carencias y promueve la inclusión. Aquí están enmarcadas las actividades con asociaciones o colectivos, los servicios a la comunidad o los intercambios con otros países de Europa.
De forma transgresora, los educadores de Empu-G consiguen llegar donde las familias o los centros educativos no lo hacían, rellenan espacios donde no había recursos. Así, Lidia explica que el plan de acción está enmarcado en el “nuevo modelo de intervención con jóvenes marcado por la Unión Europea”, que deja de lado la visión individualista y ligada a la asistencia sanitaria, y apuesta por una perspectiva global y “comunitaria” para que tenga “un impacto real en la población”.