A Lourdes y a Lourditas
Prácticamente en todas las comedias y dramas de Francisco Nieva los personajes centrales – protagonista y deuteragonista – se nos presentan como profetas inspirados que traen un mensaje de otro; que es lo que precisamente significa “pro-phêtês”, el que habla en lugar de otro, por encargo de otro, y con lo que se tradujo el vocablo hebreo “nâbî”, cuyo significado es el mismo, el que anuncia el mensaje de otro.
Pero a diferencia de un cartero o mensajero, que portan lo que ha dicho o escrito otro, el profeta ha hecho suyo el mensaje del otro, es ardiente proselitista del mensaje, y hasta su “carácter” dramático se fundamenta en ese mensaje que constituye al personaje, y le confiere un destino. En un momento en que el teatro comenzaba a enmudecer de conductismo ramplón e ignorante, Nieva recoge la herencia profética del teatro. Y jamás una profecía ha sido emitida por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Alguien o Algo, movidos por el Espíritu de Dios o del Demonio. Los grandes personajes de Nieva están, en este sentido, “theópneustoi”, inspirados por un Dios.
En el pequeño drama La piedra de sal (Paso de Comedia) Francisco Nieva nos presenta a dos viejas hermanas misteriosamente bicentenarias, abandonadas y viviendo su limbo particular, en un pueblo abandonado, y descubiertas por un agresivo explorador, devoto de la Ciencia. Perdidas en tranquilos intermundia, este proletario urbano y rapaz las saca a la vida del afán y la posesión. Estas viejas hablan como profetisas inspiradas. A pesar de ser tan viejas que parecen haberse quedado sin edad, las adorables Tronila y Baldasarra siguen manteniendo los caracteres propios de “la hermana mayor”, Tronila, prudente y sabia, y “la pequeña”, dulce e infantil. La sabiduría profética de las viejas – profética porque nos traen un mensaje que no es de ellas, aunque haya hecho carne en ellas, heraldos del más allá, rememorantes de un hermano mayor querido – se opone a la asesina ciencia hodierna, pedantona, del miserable Silvio, que sólo vence en apariencia. “No le puede valer de nada ese remedio tan casero para no morir” (…) “¡El infeliz!)”.
La piedra de sal, como “lapis philosophalis”, como talismán contra todo tipo de enfermedad, hace perdurar una vida que envejece cercana a un nirvana hebetante, que aunque te garantice no morir tampoco es vida, y constituiría un aburrimiento infernal y horrible castigo si a la vez no atontase. Además, aunque ayuda a perdurar la vida no frena el envejecimiento, no restaura la juventud, y con ella un porvenir inacabable. Nuestras viejas proféticas adorables nos enseñan que se está mejor en la muerte que en ese comatoso nirvana sin sueños, de días que siempre terminan en noche, a pesar del arcano narcótico. ¿Qué premio es vivir una vida en que cada día acaba en noche? Esta piedra de sal del no morir alumbra de forma siniestra en la noche, y cambia su color cuando va a llover o cuando va a nevar, como un barómetro de naturaleza misteriosa que impertinente hace un corte de mangas a la Ciencia.
Lo que la sabiduría sencilla y milenariamente popular sabe
Y es que para Baldasarra, eternamente infantil, la Física – “esa buena mujer”- no sabe ni puede saber lo que la sabiduría sencilla y milenariamente popular sabe. El desprecio de la modernidad, joven y salvaje, por los antiguos destruirá el mundo. Toda la Naturaleza tiene misterios que deben ser respetados, no impúdicamente propalados ni profanados, como hacían nuestros mayores, “como esas lucecitas pálidas que se ven a lo lejos en la sierra y de las que nos preguntamos siempre: ¿Qué será?”. La vivencia perpetua descubre que el tiempo de la Historia no tiene nada que ver con el tiempo de la vida, que Historia y vida son incompatibles, que la Historia siempre acaba sustituyendo a la vida, esto es, matándola.
Un personaje que sobrenada omnipresente en la obra, aunque esté sólo en espíritu, y que se encarna en las bocas de las hermanas – más en la de Tronila que en la de Baldasarra – es el hermano de éstas, “montaraz” en el sentido de solitario Zaratustra, “extrañamente” desaparecido o muerto, el que predica – con /r/ de pronunciación francesa, según nuestra adaptación, para construir más fácilmente su singular carácter egresado de las fraternales bocas – la perduración de la vida, cueste lo que cueste, y del que finalmente abjuran sus hermanas al término de la obra, haciéndose ateas del dios familiar y progónico. Paradójicamente, el asaltador de tumbas que es el monstruoso Silvio, gustoso de pernoctar en un pueblo muerto como una tumba, rompe la maldición que pesa sobre estas dos hermanas maravillosas y sabias. El mal también puede ser un instrumento para el bien. Nieva en estado puro. El Nieva gigante. Disfrútenla.