En aquel lejano 1943 España vivía momentos complejos, con las cicatrices aún sangrantes por una terrible Guerra Civil, y la victoria cruel –siempre las victorias son crueles, sobre todo para el bando perdedor- de una España sobre otra.
Esa victoria se reflejaba, claramente, en la prensa de aquel momento. De hecho no fue raro encontrar el yugo y las flechas en el propio diario Lanza; pero no estamos en estas líneas para hablar de política sino de toros. Y los toros, precisamente, eran uno de los principales –y escasos- pasatiempos de aquellos años de dureza vital, en los que las ocasiones de ocio eran mucho menos numerosas y cotidianas que las actuales.
Los Toros en Lanza
La sección taurina del diario Lanza siempre tuvo un lugar significativo en el paginado de esta publicación. La primera firma que apareció junto a las crónicas taurinas fue la de Jeromo Timbales, pseudónimo de Ponciano Montero, quien alternó sus escritos con los de Ramón González y “Sangre y Arena”.
A partir de 1945 la sección taurina de Lanza añadió un notable colaborador como fue Juan Pérez de Ayala, quien firmó sus aportaciones hasta el año 1976 con el alias de “Un aficionado del 5”. Tal fue su relevancia que la glorieta que da acceso a la plaza de toros de Ciudad Real fue bautizada con su nombre. Ahí es nada.
Pero quien ocupó el lugar de privilegio en la sección taurina del diario manchego desde el año 1954 hasta finales de los 80 fue don Cecilio López Pastor, redactor jefe de Lanza, periodista, político y, sobre todo, aficionado a los toros. Tanto que auspició la compra de la plaza de toros de la capital por parte de la Diputación Provincial, y luchó para crear y consolidar la antaño tradicional Corrida de Beneficencia, presente en nuestra temporada hasta finales de la pasada década.
Don Cecilio –a pocas personas les pongo el don delante, pero a don Cecilio sí- fue ferviente defensor de la Tauromaquia, y dio en exclusiva la noticia de la cogida –a la postre mortal- de Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares en 1934, además de caracterizarse por ser gran defensor de los toreros de la tierra, a los que apoyó en la medida de sus posibilidades, que por momentos no fueron pocas.
Durante estos años de liderazgo de López Pastor, otras firmas taurinas aparecieron en Lanza, entre las que podemos citar a PAM, es decir, Pedro Alpera Morales, Diego del Moral, Arcos, Julián Alcázar, Amparo García, Delagama, Lucilo Villar, Curro Guadiana, o Juán Pérez Serrano, hijo del antes citado Juan Pérez Ayala. También firmaron sus letras taurinas Manuel López Camarena –hijo de don Cecilio-, Eugenio Ramos, Juan Gómez Castañeda, José Hernández, M. José Prieto, F. Mora, Enrique Moya, José Salado, Francisco Muñoz, Wenceslao Montarroso y Esperanza Santos.
Albero
Mención especial merece, en mi opinión, Esperanza Santos, quien tuvo el enorme valor de afrontar la circulación del que, según cree el arriba firmante, puede considerarse el mejor suplemento taurino que ha publicado diario alguno en Ciudad Real. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Albero, aquellas cuatro páginas de contenido exclusivamente taurino que, respaldadas por el entonces director Luis Navarrete, empezó a incluirse en Lanza el 5 de abril de 1997.
Desde aquel día, los aficionados de aquellos años esperábamos con excitación la llegada de cada martes para leer con deleite la información taurina provincial y nacional que en él se incluía bajo la coordinación –y casi autoría exclusiva- de Esperanza Santos, en una labor que los aficionados apreciábamos sobremanera. Hay que tener en cuenta que aunque internet ya existía, la información taurina no era tan accesible como hoy día, con la proliferación de incontables portales taurinos.
El culmen de aquel suplemento tuvo lugar el 7 de mayo de 1998, día en que se celebró la publicación del número 50 de Albero con un acto en el hotel Tryp Almanzor de Ciudad Real, al que acudieron destacados personajes del mundo taurino local, provincial, regional y nacional, como por ejemplo el ganadero Samuel Flores, el matador de toros Víctor Puerto en su máximo esplendor, o mi admirado Paco Aguado, en aquel entonces parte del equipo de Televisión Española y del semanario 6toros6. Aquellos fueron días dorados.
Actualidad
A principios de verano de 2001, ya sin Esperanza Santos en el diario ciudarrealeño, un joven profesor de inglés en periodo vacacional que respondía –y responde- al nombre de Julio César Sánchez mantuvo un encuentro con la directora Laura Espinar para ofrecer sus escasos conocimientos pero gran entusiasmo a la sección de Toros de Lanza. Tras ser puesto a prueba con un artículo que sirvió de previo a un mano a mano que dirimieron aquel año El Juli y Víctor Puerto en Ciudad Real, el arriba firmante comenzó a juntar letras taurinas en el diario de sus anhelos; porque Lanza era –y es- un sueño cumplido para este docente. Todos los días tenía la oportunidad de leer el periódico que, casi religiosamente, mi padre, trabajador de la Diputación Provincial, traía a casa. Poco podía yo imaginar que pasado el tiempo sería el encargado de dotar de contenido el espacio taurino de este diario.
En los comienzos acompañé a Wenceslao Montarroso, a quien siempre agradecí y agradeceré su amistosa acogida. Sin embargo, Wences tomaría pronto otros derroteros profesionales, y el que quedaba a bordo –servidor- asumiría el reto de conducir la sección en solitario, a excepción del año largo que Alicia Ureña también formó parte de la misma.
Desde los comienzos tuvimos claro que la información taurina no debía limitarse únicamente a emitir una opinión crítica sobre los festejos taurinos celebrados. La Tauromaquia va mucho más allá de ese momento culmen. No obstante, para llegar a todo culmen, antes hay que pasar por estadios previos. Por ello, en los últimos años, siguiendo la estela de Albero, en las páginas taurinas de Lanza se han publicado cientos de reportajes taurinos de todo tipo, intentando, en todo momento, fomentar y dar a conocer una disciplina en gran parte desconocida. Algo así como un iceberg que tan solo muestra el fragmento superior, pero que debajo del nivel de flotación posee la mayor parte de su volumen.
La complejidad de la crianza del toro de lidia, la dedicación –casi devoción- de los ganaderos y mayorales hacia sus animales, las distintas labores de campo llevadas a cabo a diario en las ganaderías, fueron –y siguen siendo- materia habitual en Lanza. Y todo ello, merced a no poco esfuerzo personal, sacrificio temporal, miles de kilómetros y no menos horas de dedicación apasionada; un dulce sacrificio llevado a cabo por los que hemos formado parte de las páginas taurinas de Lanza, pero que, en mi caso, no se habría producido si no hubiera contado con el respaldo de la dirección de esta entidad, en las personas de Laura Espinar, Raúl Gratacós y Carlos Muñoz. Vaya desde estas líneas mi profundo y sincero agradecimiento personal como informador, y sobre todo como aficionado, por haber permitido llevar a cabo ese intento de labor didáctica taurina.
Pero como decían en Pulp Fiction, aquella obra maestra creada por Quentin Tarantino, dejemos de hacernos la pelota (en la película este mensaje se expresaba en otros términos), y pasemos a algunas consideraciones finales.
Otros tiempos
Antes de publicar las primeras crónicas, nunca reparé demasiado en la posible facilidad o dificultad de su elaboración. Pero pronto descubrí que lo segundo supera con creces a lo primero.
Amén de tener una serie de conocimientos, el escribir una crónica requiere tener la capacidad de expresarlos de manera legible e inteligible, ya que la jerga taurina peca, a veces, de relativamente críptica. No es mejor profesor quien más sabe, sino quien con mayor eficiencia transmite ese conocimiento.
Sin embargo, la mayor dificultad que este cronista ha encontrado a la hora de redactar las reseñas taurinas de los distintos festejos es la maldita prisa; aquélla que te obliga a entregar un texto en el que se evalúa el quehacer de un hombre que se ha puesto delante de un toro –o novillo- jugándose la vida, antes de que pase la hora límite para el cierre de edición, sin poder madurar una elaboración florida ni un análisis exhaustivo de lo que acabas de presenciar. Y eso contando con los actuales medios informáticos disponibles, que facilitan notablemente la redacción y envío. No quiero ni pensar las peripecias de todo tipo que tendrían que llevar a cabo cronistas y fotógrafos entre los años 40 y 90.
A buen seguro lo que hoy es considerado un suplicio para las generaciones actuales para ellos sería poco menos que rozar el cielo. Esos positivados interminables, esa limitación a la hora de hacer fotografías con carretes analógicos que tuvo que vivir el gran Herrera Piña, aquella precariedad tecnológica… Por no hablar de los viajes por carreteras que eran poco mejores que veredas, en coches sin aire acondicionado por esos caminos quijotescos de nuestra Mancha… Mi admiración para todos ellos.
En fin… Qué tiempos debieron ser aquéllos. Tan duros, tan distintos, tan auténticos, y tan fascinantes. Porque estoy seguro que lo fueron. Como lo son, de otro modo, los actuales. Intentaremos seguir contándolos. Aquí, en Lanza.