Plaza de toros del santuario de Las Virtudes, Santa Cruz de Mudela. Menos de media entrada.
Se lidiaron seis toros de Tardieu, justos de remate, zancudos y tocados de pitones. Bravo el primero, premiado con la vuelta al ruedo. Nobles y manejables en mayor o menor medida el resto.
Esaú Fernández: dos orejas y oreja.
Filiberto: silencio y palmas.
Aitor Darío “El Gallo”: silencio tras aviso y oreja.
Fernández salió a hombros.
El Día de Castilla-la Mancha se celebró, taurinamente, en una joya de la arquitectura taurina como es el coso cuadrado del santuario de Las Virtudes, en Santa Cruz de Mudela. Y lo hizo anunciando a dos toreros de la región como son Filiberto y El Gallo, de Albacete y Cuenca respectivamente, y otro”asimilado” como es Esaú Fernández, sevillano de nacimiento aunque afincado en Toledo desde hace un tiempo.
Se lidió una corrida francesa de Tardieu, vacada sobre la que no teníamos demasiadas referencias más allá de su origen Núñez. Y la incógnita se despejó positivamente al saltar al ruedo un encierro que se dejó mucho, con la nobleza por bandera, y un primer toro que aguantó lo que le echaron, que fue bastante.
A manos de Esaú fue a parar el mejor lote de la corrida. Le pegó trescientos -aproximadamente- al noble y bravo primero, premiado justamente con la vuelta al ruedo. De todos los colores. Mejores, medianos y también algún banderazo. Por cantidad no quedó. Además, mató de entera desprendida y ya en su primero se hizo acreedor a cruzar la puerta grande a hombros al término del festejo.
Su segundo se apagó después de brindar al torero sevillano un puñado de arrancadas con brío que Esaú condujo de rodillas. La estocada recetada al segundo viaje hizo guardia pero otro trofeo fue a sus manos.
Filiberto plantó cara al segundo, un ejemplar encastado que echó la cara arriba en los dos primeros tercios, pero que se dejó aceptablemente en el último, soltando la cara de vez en cuando, eso sí. Como ocurrió con Esaú, primó la cantidad sobre la calidad aunque, al contrario que el sevillano, marró al utilizar la espada de matar.
Mejor sensación dejó frente al quinto, un toro noble y soso con el que anduvo muy torero, a pesar del remiso viaje del de Tardieu. De nuevo la espada le privó de cortar trofeo o trofeos.
Escasa entrega tuvo el tercero. Sin embargo las de El Gallo fueron unas formas suaves y toreras, sobre todo manejando la muleta con la mano izquierda. Hubo gracia contenida, intención de torear bien, y un deficiente manejo del acero.
El conquense se justificó muy dignamente frente al cambiante sexto, sin poder lograr cotas de nivel pero quedando por encima de su oponente.