Noemí Velasco
Puertollano
La mirada viaja hacia el pasado en busca de recuerdos, vivencias y añoranzas ligadas a la naturaleza, el campo, el Valle de Alcudia, en un breve libro ilustrado que acoge el poema japonés llamado haikus como la mejor fórmula para retratar sensaciones y que aparece como el más perfecto acercamiento a la obra ‘poemas infantiles’. El artista de origen puertollanense Pedro Burgos presentó el viernes en el Centro Cultural de la localidad ‘La luz estremecida’, una obra formada por catorce breves poemas de métrica haikus e influenciados por los orígenes y la evolución de este tipo de poesía oriental, acompañados de ilustraciones abstractas de tipo naíf de la autora pontevedresa Amelia Palacios elaboradas a partir de la inspiración que genera cada una de las composiciones.
Después de recorrer medio mundo, el sur de América y el Caribe, Haití, Guadalupe, República Dominicana o Brasil, Pedro Burgos vuelve a Puertollano y al Valle de Alcudia, “donde me crié”, para realizar “un canto” a su niñez, según comenta el autor, “a través de un género orientado hacia la naturaleza, el paso de las estaciones, el tiempo”. A partir de la sencillez propia del haikus, formado por tres versos de métrica marcada, Burgos retrata la zona, el paisaje, las sensaciones esporádicas que estimuló, el otoño, su vida.
Alejado de esta poesía de “metáforas que escapan de la realidad”, el puertollanense de nacimiento explica que “el haikus es un tipo de poema con apariencia muy sencilla, pero que en el fondo reviste de gran complejidad”, una composición perfecta para hablar de esa niñez espontánea, ligada a la naturaleza, “pero en la que las ilusiones y los sueños son los más complejos que tendremos durante toda nuestra vida”. A pesar de que el poema japonés tradicional evita recurrir a la primera persona, Burgos sin embargo huye de esta restricción en unos versos compuestos a lo largo del último año y publicados por Editorial Discursiva, pues explica que “al fin y al cabo el arte es contradecir lo que mandan los cánones clásicos, poque si no seguiríamos escribiendo como Quevedo y Góngora, que eran maravillosos, pero no tendríamos evolución artística”.
Las ilustraciones de Amelia Palacios, hija del famoso pintor Álex Vázquez Palacios, acompañan cada uno de los haikus con referencias abstractas, que rozan el estilo naíf tan propio de las ensoñaciones infantiles en acuarela, lápiz y óleo. Pedro Burgos explica que “Amelia Palacios es una pintora muy de su tierra, Galicia, del mar, de la luz, el color y el movimiento”. Además, el autor señala que el título de la obra encaja a la perfección con cada una de las ilustraciones, porque “es una pintura estremecida” la que recoge la originalidad de esta artista que también es arquitecta y diseñadora en papel. La misma portada, con “una mancha iluminada, que refleja al mismo tiempo mar y aire”, adelanta el desarrollo de este libro que ante todo intenta estimular la imaginación, “salir la de la realidad a través de las diferentes disciplinas artísticas, como hace el autor con cada una de sus representaciones.
Estos catorce poemas forman parte de un conjunto mucho mayor elaborado por el también pintor y fotógrafo, ‘Poemas infantiles’, que incluye más de trescientas composiciones y que pretende atraer con sencillez e imaginación a los más pequeños hacia el mundo del verso, con pinceladas que hablan de la zona, pero que también escapan al ancho mundo con influencias diversas. Después de publicar varios libros, como ’Barcelona, la otra’ y ‘55 aforismos’, entre un gran número de críticas literarias, Pedro Burgos también habla de algunas de sus últimas creaciones, de ‘Istmo’, un libro de aforismos que “representa la unión de la realidad con la imaginación, en vez de la tierra con el mar’, y ‘Versos para ese día’, un compendio de toda su obra poética inédita formado por otros nueve libros.