De la intuición al sentimiento, de las sensaciones que genera el color a la comprensión emocional, la artista malagonera Isabel Ferrero hace un completo ejercicio artístico de reciclaje con prendas, buena parte de ellas íntimas, de un inagotable ‘Armario sin fondo’, título de la exposición inaugurada este viernes en el Museo del Quijote.
Pintura, escultura, poesía, instalación y vídeoarte son los diferentes lenguajes empleados en el circuito emocional que plantea Ferrero a partir de la simbología del color, las sensaciones que transmite y cómo éstas se convierten en sentimientos. El recorrido, como si se tratase de una una espiral, comienza con el gris y sus emociones asociadas de dualidad, confusión, conflicto; para pasar al negro, más asociado con el miedo, la oscuridad y los estados de desesperación; llegar al rojo con su vitalidad, movimiento, energía y pasión; alcanzar el azul próximo a la calma, esperanza, amor y alegría; aproximarse al dorado y con ello al paso del tiempo, la comprensión del sentido de la vida, lo transcendente y espiritual; y, por fin, el multicolor del ‘reciclaje’ de tonalidades, un tutti frutti que es “como un final de ciclo” y asociado también a la renovación, los comienzos y el tiempo de crecimiento.
Para zambullirse en el cromático circuito emocional, Ferrero propone como rampa de acceso o trampolín presenciar un vídeo de un minuto por cada color con un trayecto por el fabuloso paisaje de las salinas de Hui Hui en Argentina siguiendo los pasos de una motorista que se dirige a un horizonte infinito para el blanco; apreciar el desasosiego que se puede sentir dentro de un refugio antiaéreo de Croacia para el gris; ver la desesperada agitación de una mujer sin sonido, ya que a veces cuantas más ganas de gritar tenemos “no nos sale la voz”, para el negro; distinguir un dinamismo festivo, incluso estridente, que recuerda a una feria para el rojo; contemplar la serena y espléndida quietud de un iceberg para el azul; maravillarse con los reflejos en el agua del Danubio que recuerdan a las pintura de Van Gogh para el dorado; y celebrar los silbidos de unos fuegos artificiales, con cohetes que explotan como palomitas en el aire, para el multicolor.
Una vez dentro del paisaje sensitivo de cada color, el circuito expositivo tiene su zona gris con obras como ‘Universo finito’, cuadro abstracto con muchas texturas que puede aludir al caos y el intento de busca un orden mediante una forma geométrica dentro de la amalgama de manchas, acompañado de una ‘mujer almohada’ que esconde su cabeza en este tránsito por el conflicto y la confusión.
De ahí, a la oscuridad y temores del negro, con ‘Urdimbres’, cuadro de pintura-escultura con fragmentación geométrica en madera en el fondo sobre el que teje con medias una especie de malla queriendo coser cicatrices, obra a la que acompaña otra mujer almohada completamente de negro, composición que “recuerda a un insecto, a la tela de araña”.
Al llegar al rojo, que es “la vitalidad y movimiento, se combina la pintura clásica con elementos que normalmente no se ponen en la pintura como la lana con una estructura también de cicatrización, como una malla sobre una forma geométrica, una semiesfera, que recuerda también a la figura femenina”, describe Ferrero, junto a la “más enérgica, pasional e impulsiva” mujer almohada en rojo.
Cielo y mar cobran el protagonismo en la sección del azul con obras como los dípticos ‘Marea’ y ‘Me tiño de azul’, en los que emplea texturas de arena de playa y la técnica del acrílico trabajada con movimientos de expresionismo abstracto para recrear con los gestos el dinamismo de la olas, y cuadros que retratan las masas de nubes como si se contemplaran desde arriba y ‘El ángel azul’, buscando representar la vida que se encarna hacia la Tierra, además de la cajita con plumas ‘Mujeres pájaro’, en cuyo interior hay fotografías de artistas poco reconocidas del siglo XX y la mujer almohada en azul que está embarazada y porta una varita mágica como símbolo de la creatividad que genera vida.
En el área del dorado, dedicada al paso del tiempo, espiritualidad y transcendencia, las obras está trabajadas con pan de oro y en ellas la emoción se representa a través de un gesto pictórico, una pincelada, sobre fotografías de esculturas de Bernini, a las que acompaña una escultura de una figura humana creada por la naturaleza, una madera de deriva modelada por el mar, “con pan de oro para realzar esa naturaleza que crea vida”.
En la recta final, está el multicolor con mujeres almohadas que parten de los colores primarios, azul cian, amarillo y magenta, y otras muchas, creadas con ‘Prendas íntimas’ en las que se combinan mil y una tonalidades en muy diferentes personalidades.
Sostenes, medias, cinturones, bragas y corsés son utilizados para crear estas mujeres almohadas, en alusión al rol asociado a la mujer como persona que cuida, sin obviar la crítica a quienes las tratan como ‘Mujer florero’.
‘Ajuar’, con inmaculadas prendas anudadas, entre ellas bordados y puntillas; y ‘Frágil’, de rosa en referencia al cáncer de mama, son otras de las obras de la muestra, en la que, en cada sección, hay unos zapatos del color correspondiente que se dejan ver por debajo de las cortinas de las columnas de la sala, como si tras ellas estuvieran invisibilizadas las mujeres protagonistas, a excepción de los azules que se exhiben en alto junto al resto de obras.
