Noemí Velasco
Manzanares
La lectura de la obra maestra de Cervantes, ‘Don Quijote de La Mancha’, ha estimulado la reflexión y la interpretación de sus múltiples pasajes, e incluso suscitado intensos debates como el que mantuvieron los pensadores del siglo XX Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno sobre la figura del escritor más internacional de esta tierra como filósofo. El manzanareño Manuel Gallego Arroyo rescata en su libro ‘Filosofía en el Quijote’ el papel de Cervantes como pensador con motivo del cuarto centenario de su muerte, un texto que expone y valora las interpretaciones que han provocado las andanzas de Alonso Quijano, las propias y las de otros autores, y donde introduce conceptos contemporáneos.
Acompañado de la concejala de Cultura, Silvia Cebrián, el licenciado en Geografía e Historia y profesor de Educación Secundaria Manuel Gallego presentó ante un buen grupo de vecinos en la Biblioteca Municipal Lope de Vega de Manzanares el pasado jueves un libro con el que trata de desligar la proyección de Cervantes y ‘Don Quijote de La Mancha’ del aspecto más “jocoso” para abordar temas académicos de un tinte intelectual. Enmarcado en las segundas Jornadas Cervantinas organizadas en la celebración del centenario que acoge Manzanares, Manuel Gallego reivindicó que este tipo de iniciativas “se extiendan en el tiempo” e incluyan actividades que traten de profundizar en el conocimiento y el entendimiento de la obra del reconocido escritor del Siglo de Oro español.
El objetivo principal de Manuel Gallego en su libro es precisamente ahondar en el pensamiento y la intención de Miguel de Cervantes, pues reflexiona sobre la posibilidad de que exista filosofía en El Quijote, expone las interpretaciones filosóficas que ha suscitado y le sirve a él mismo para hacer filosofía. Desde una perspectiva “multidisciplinar”, que incluye literatura, historia, estética, filosofía y ética, el libro parte del concepto francés de “alteridad” para llegar a vislumbrar que Don Quijote asimila que “nunca llegará a comprenderlo todo”, como un elemento propio de la siempre cambiante “realidad”.
Con la exposición de las diferentes interpretaciones que han existido sobre El Quijote, la segunda parte de la obra de Gallego, dedicada a las “hermenéuticas”, resulta de gran interés a la hora de analizar qué visión domina en la sociedad. Manuel Gallego expuso que “la primera gran interpretación la hicieron los románticos alemanes, que vieron idealismo en Don Quijote, el perfecto antihéroe que lucha contra los imposibles”; aunque las interpretaciones realizadas por pensadores españoles son mucho más interesantes para el autor. Ortega y Gasset, y Unamuno marcan su exposición, el primero por considerar a Cervantes un “filósofo”, y el segundo por tildarlo de “mediocre” y opinar que “sin El Quijote no era nadie”, una obra que salió de “rebote”, en la que el mismo personaje principal supera al autor.
La visión de Cervantes como filósofo lleva a Manuel Gallego a poner al ilustre escritor cara a cara con Platón y Aristóteles, como “crítico consciente de todo el saber clásico”, que invierte teorías y las corrige. Gallego compara el mito de la caverna de Platón, donde el mundo de las ideas aparece contrapuesto al de las imágenes ficticias del mundo real, con el pasaje de Don Quijote en la Cueva de Montesinos en las Lagunas de Ruidera; aunque las correrías del andante caballero poco tienen que ver con la teoría del amor del filósofo griego fuera de sus primeros escritos, como ‘La Galatea’, y tienen más del realismo de Aristóteles. Al final, el autor manzanareño considera que Cervantes encuentra sentido a la vida en la libertad, “pero no en un sentido romántico de hacer lo que uno quiera”, sino como “bien más preciado que le capacita al hombre para afrontar lo que ha de venir”, espacio donde se reconcilia con la “poética”.
