El claustro del antiguo Convento de la Merced se llenó este jueves para asistir a la conferencia de la doctora María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, que tituló su intervención como ‘Atapuerca: Un millón de años evolucionando”.
“No hay lugar como Atapuerca para reconstruir la historia de nuestros ancestros durante un período de hace un millón y medio de años hasta el momento presente”, comentó Martinón, que recomendó acudir a visitar esta sierra burgalesa, Patrimonio de la Humanidad, llena de cuevas que estaban cerradas hasta que a finales del siglo XIX un tren minero dejó ver la existencia de cavidades en las que durante muchísimo tiempo se fueron depositando materiales. En este enclave, donde son muchos los yacimientos, están “todas las diferentes especies de homínidos que han habitado en Europa. Se encontró el más antiguo que se conoce hoy en día en Europa que fue hallado en la Sima del Elefante y que tiene 1,2 millones de años de antigüedad, así como las demás especies que se conocen hasta el presente: El Homo Antecessor -la especie mejor caracterizada del Pleistoceno inferior, de hace cerca de un millón de años-, el Homo Heidelbergensis –que son los preneardentales que se encontraron en la Sima de los Huesos-, hace unos años se hallaron finalmente los neardentales y también hay yacimientos con Homo Sapiens y del Neolítico y Calcolítico”.
Martinón, que consideró “una maravilla” Atapuerca donde aseguró que todavía hay “muchísimo” por descubrir, indicó que hasta que se estudiaron estos yacimientos “la historia de la evolución humana en Europa era muy cortita ya que se creía que no habían llegado humanos a nuestro continente hasta hacía sólo medio millón de años”. Con Atapuerca “se ha escrito y reescrito” este período ampliándolo medio millón de años más de lo que se esperaba, de manera que se cubren en un mismo lugar “muchos y diferentes capítulos y episodios de nuestra evolución”.
En su intervención, la doctora e investigadora orensana relató cómo en los años 90 se encontraron en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca restos humanos del pleistoceno inferior -de cerca de 900.000 años de antigüedad- que combinaban rasgos y características arcaicas -como las piezas dentales- con otros modernos como la morfología de la cara. A tanto el significado de antecedente como de adelantarse en la exploración del terreno, como el homínido que abrió las puertas de Europa, alude su nombre de ‘Homo Antecessor’, que presenta más similitudes con las poblaciones de Asia que con las de África, consideración que enlazó con el reciente descubrimiento en el yacimiento israelí de Misliya, por un equipo internacional de investigadores del que forma parte, del Homo Sapiens más antiguo hallado fuera de África, de 2.000 años de antigüedad.
Este hallazgo indica que “las raíces de nuestra propia especie, el Homo Sapiens, son más antiguas y ya no es sólo esa especie que surgió y no salió de África hasta hace sólo 50.000 años. Estos restos no se han encontrado en África o al menos lo que conocemos como África en el día de hoy, sino que se han hallado en Israel, en el corredor Levantino, lo que significa que la historia de nuestra especie, de sus viajes y migraciones comenzó mucho antes, lo que abre ahora muchos interrogantes sobre por qué salió, con quien se encontró y si interaccionó con otros humanos”, expuso, al tiempo que indicó que los movimientos migratorios de los homínidos, condicionados fundamentalmente por la búsqueda de alimentos, pudieron dirigirse hacia el este, el oeste o de regreso de nuevo a África.
De nuevo en relación con sus explicaciones sobre Atapuerca, Martinón indicó que la mayoría de los restos de Homo Antecessor hallados eran de niños o individuos jóvenes cuyos huesos presentaban incisiones similares a las que les hacían a los animales para descarnarlos, con lo que existía un canibalismo que más que gastronómico podría corresponderse a un comportamiento para diezmar el futuro de grupos de competidores por los recursos alimenticios y el territorio.
Martinón también explicó cómo en 2006 se encontró en el yacimiento de la Sima del Elefante los restos de un homínido aún más antiguo, de entre 1,2 y 1,3 millones de años de antigüedad, y cómo en la Sima de los Huesos se halló la que pudiera ser la más antigua zona destinada a enterramientos. Así mismo, habló de distintas piezas como un cráneo con orificios originados por golpes, otro al que le pusieron el nombre de ‘Miguelón’ que muestra las huellas originadas por una infección dental, una pelvis que refleja haber sufrido artritis y que su propietario debió de tener dificultades de movimiento y desplazamiento y el cráneo de una niña –Benjamina- que sobrevivió hasta los nueve años de edad con una deformidad y posibles dificultades psíquicas. Las huellas dejadas en dientes y huesos por patologías indican que los grupos a los que pertenecían debían tener compasión y les cuidaban, expuso Martinón, que indicó que estas señales también son rasgos de fortaleza porque se dan en aquéllos que lograban sobrevivir a las dolencias, gracias a su vigor y capacidad de adaptación, así como por el cuidado que pudieran recibir. En este sentido, se refirió a la consciencia de la temporalidad y la figura de la persona que, como el médico, cuida y ayuda a prolongar la vida.
La intervención de Martinón se enmarcó dentro del ciclo de conferencias ‘Médicos humanistas: Otra visión de la historia’, organizada por la Asociación de Amigos del Museo de Ciudad Real.
