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28 abril 2024
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Refugiado: Desarraigarse y huir o exponerse a morir

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Refugiados: Exiliarse para vivir
Mercedes Camacho
Mohammed tiene sólo 33 años, pero los horrores de la guerra que han visto sus ojos le hacen parecer mayor. En la primera entrevista que un refugiado concede en la provincia de Ciudad Real, narra cómo con 28 tuvo que vivir una de las peores pesadillas para cualquiera: abandonar su país junto a sus padres y hermanos, su mujer y su pequeño de tres años. Dejó atrás su casa, su trabajo y todo lo que poseía, exceptuando lo que cabía en una maleta. Pero en esa maleta no cabía su historia de vida y sí mucho desarraigo provocado por el miedo a la muerte. Él era un simple macánico sirio, concretamente de Damasco, y hace cinco años emprendió la huida de un conflicto -que nada tenía que ver con él o su familia- si no querían formar parte de las trágicas estadísticas de víctimas mortales en las que ya hay algún miembro de su familia. Ahora lleva cinco meses en España, concretamente en la provincia, donde también tiene un hermano.

Y es que los datos de víctimas y personas con la condición de refugiado habla por sí solos. La última cifra oficial de la ONU sobre las victimas mortales datan de 2014, cuando se registraron 250.000. Tras las complicaciones de acceder a ciertas áreas del país, se dejó de contar. En una nueva estimación realizada el pasado año se contabilizaban unas 400.000 muertes.

Sin embargo, otras organizaciones incrementan dicha cifra, por no hablar de que alrededor de cinco millones de sirios, la mayoría mujeres y niños, han abandonado el país en uno de los mayores éxodos de la historia reciente para intentar ser refugiado.

Todo un baile de datos que no ocultan el horror que hay detrás: nombres de niños, mujeres, hombres y familias enteras destrozadas bien porque los han asesinado o herido, bien porque los han obligado a ser algo que nunca imaginaron, refugiados o beneficiarios de protección internacional.

Agradecimiento

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Refugiados: Exiliarse para vivir

A pesar de haberlo perdido todo, de haber pasado cinco años viviendo en otro país sin muchas perspectivas de futuro y de llevar unos meses en España sin empleo por la barrera idiomática ya que está cualificado para su oficio, Mohammed agradece estar vivo y tener al menos la posibilidad de ofrecer un futuro a su familia: su mujer, tres hijos y un cuarto que está en camino. Ellos son una familia de las muchas que suman ya tres millones de sirios huidos de su país.

Aunque sonríe en más ocasiones de las que seguramente cualquiera de nosotros pudiera hacerlo si hubiera vivido los horrores que él ha vivido, en sus ojos hay patente una tristeza que no puede borrar así como así. Y es que, pese a lo que pueda pensar una parte de la sociedad, tener que abandonar tu país, toda la vida que allí has construido, tu trabajo, lo poco o mucho que posees, porque una guerra te hace temer por lo que más quieres, tu familia, es muy duro.

Tenía una vida feliz

En una entrevista en la que Abdel Hadi Tafaoui, voluntario de Cruz Roja amablemente nos hace de traductor y ante la atenta mirada de Mateo Esteban Núñez -referente provincial del Programa Integral de Acogida e Integración de personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional de Cruz Roja– Mohammed empieza a narrar como tenía una vida feliz en Damasco junto a su familia y cómo no podía imaginar hace tan solo siete años lo que iba a ocurrir en su país.

De hecho, la única respuesta que entiendo sin necesidad de traductor es la tajante que Mohammed hace a la pregunta de si él habría abandonado alguna vez su país: No -y lo dice mirándome fijamente a los ojos-.

Abandonar su tierra

Y es que, pese a que hay quien piensa que los refugiados buscan “aprovecharse” de los países en los que se les concede asilo, casi ninguno de ellos habría abandonado la tierra que les vio nacer, su cultura y sus raíces para trasladarse a un país donde, si no fuera por el apoyo de algunas instituciones y, sobre todo, de ONG como Cruz Roja, estarían completamente perdidos porque ni siquiera entienden el idioma. Hay que ser muy valiente y tener mucho miedo para adoptar una medida tan drástica.

Y Mohammed y su familia lo tenían -no en vano han perdido familiares como consecuencia de la guerra, concretamente la hija de un primo- por eso decidieron recoger lo poco que cabía en la maleta y, aprovechando la celebración de la Fiesta del Cordero, coger una especie de taxi que les cobró por cruzarles la frontera para dejarles en Líbano.

“Lo hicimos porque en Damasco no sabíamos ni siquiera si íbamos a amanecer. Te levantabas y se había hundido el edificio de al lado con mayores y niños dentro” narra este joven sirio.

Cínco años en Líbano

En el nuevo país estuvo viviendo cinco años durante los que su padre falleció, nacieron sus otros dos hijos y uno de sus hermanos consiguió la condición de refugiado.

Su única ayuda fue entonces una ONG del Líbano que les proporcionó mantas y alimentos básicos al ver que habían llegado sin nada y, aunque pudo empezar a trabajar, era el único que lo hacía y el sueldo no llegaba para alimentarlos a todos.

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Refugiados: Exiliarse para vivir

Finalmente, hace cinco meses esa misma ONG les ofreció solicitar protección internacional en Canada, EE.UU. y España, pero la enfermedad de su padre -que entonces estaba en el hospital- hizo que no pudieran acceder siquiera a los dos primeros destinos. Entonces se marchó de Líbano dejando a su madre y cuatro hermanos y emprende un nuevo camino hacia España con su mujer y sus tres hijos de 8, 5 y tres años.

De sencillos trabajadores a refugiados

Él se considera afortunado porque hasta ahora no ha sentido la xenofobia que otros refugiados y que se suele expresar con especial frecuencia en las redes sociales, equiparando a los refugiados que no tienen más remedio que huir con los terroristas o con personas vinculadas a quienes han provocado la guerra.

De hecho, Mohammed insiste en que ni él ni su familia estaban vinculados a ninguno de los grupos religiosos o políticos que iniciaron la guerra y que están asesinando inocentes, sino que eran simples trabajadores a los que la guerra y los terroristas se lo ha arrebatado todo, incluso su tierra.

“Yo no estaba con nadie, nada más que con mi trabajo para poder dar de comer y ayudar a mi familia. Yo tenía un trabajo básico, no de gran nivel”, explica este reasentado en Ciudad Real.
Por eso, asegura que le diría a las personas que sienten temor, e incluso xenofobia, hacia quienes lo han abandonado todo para convertirse en refugiados o reasentados, que se pongan en su lugar y piensen en lo que habrían hecho ellos.

“Yo preferiría no haber salido de mi país ni haberlo dejado todo si hubiera sabido que allí tenía garantizada la protección de mi familia y la mía propia”.

Futuro en paz

Mohammed, tras todo lo que ha tenido que pasar, se muestra muy agradecido de la atención que ha recibido en España a través de Cruz Roja Ciudad Real “porque al menos ahora mis hijos tienen la posibilidad de un futuro en paz”.

De hecho reconoce que aunque al principio sus hijos estaban “más separados” porque no entendían ni podían hablar con los niños, ahora ya están adaptados y han aprendido bastante el idioma.

“Ya están muy bien integrados con la gente. Ahora tienen una gran oportunidad para adaptarse porque son muy pequeños” indica el joven sirio, quien detalla que su mujer y él también lo hacen aunque “un poco despacio”.

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Técnicos y refugiados está previsto que participen en el encuentro / Elena Rosa

Parte de ese agradecimiento que expresa es que no ha sufrido el racismo que otras personas, además de que no han pasado a campamentos de refugiados sino que tiene una pequeña vivienda “y en Cruz Roja hemos encontrado mucha gente que nos apoya y acompaña”.

A todo eso que ha permitido ahora a este joven sirio ver luz en su futuro, hay que sumarle el hecho de que Cruz Roja Española, siempre que puede, procura reagrupar a las familias. Y eso es lo que le ha ocurrido a Mohammed quien está en Ciudad Real con un hermano que llegó, aproximadamente, dos meses antes que él, de forma que también es un pilar importante en la adaptación a su nueva realidad.

Reagrupación familiar

En este sentido, el referente provincial del Programa Integral de Acogida e Integración de Personas Solicitantes y Beneficiarias de Protección Internacional de Cruz Roja aclara que, siempre que es posible, se procura el reagrupamiento de las familias que van llegando como refugiados o reasentados.

No obstante, y pese a que ahora está tranquilo y más feliz, Mohammed no puede evitar sentir nostalgia de su país, de cómo era antes, “porque siempre quieres la tierra en la que naciste, te criaste con tu familia e hiciste tus amigos. Nunca te puedes olvidar y siempre la querré para mi”.

Una vez que han pasado toda esta travesía de cinco años hasta llegar al que parece el lugar definitivo en el que reiniciar una vida interrumpida por la guerra y el horror, Mohammed no duda en afirmar que le gustaría poder volver a su país alguna vez, aunque reconoce que “aquí es todo mucho mejor” porque pueden vivir tranquilos y sus hijos tener una infancia que en Siria les habían arrebatado, además de no tener que preocuparse por mantenerse vivos.

Difícil volver a Siria aunque le gustaría

Sin embargo, reconoce que le gustaría volver a pisar algún día en el futuro Siria, aunque sabe que es muy difícil y queda mucho porque cuando habla con su familia le cuentan que sigue habiendo muchos problemas “y si hay guerra es muy difícil volver”.

Finalmente, reconoce que ahora empiezan a ser felices, “aunque espero encontrar trabajo cuando hable mejor español”, y lo único que le falta es poder ver a su familia -madre y hermanos- que han quedado en Líbano porque siendo refugiado no puede salir del país para no exponerse a riesgos, de ahí la insistencia también de Cruz Roja y el gran trabajo que realizan para proteger la identidad de los refugiados así como el lugar en el que residen.

 

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Imagen de archivo de la ciudad siria de Alepo. - Europa Press/Contacto/Ameer Al-Halbi - Archivo EP
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