Amablemente coge el teléfono y tras los saludos y las preguntas de rigor nos metemos en harina. Hablamos de la época gris que estamos viviendo y si (la especie humana en general) vamos a aprender de esta reciente desgracia, el artista cree que, cuando salgamos de esta, seremos más felices con las cosas cotidianas que con el consumo sin control con el que disfrutábamos hasta ahora.
Está siguiendo las noticias de los Estados Unidos «que es como la locura total, ya van por 70.000 muertos y Trump está diciendo que todo el mundo vaya a trabajar, que aunque haya muertos, la economía del país tiene que seguir adelante».
Cañas, me cuenta que ha vivido la pandemia «muy angustiado por mi madre y mi hermana, sobre todo. Con mi madre vivimos todo el proceso de la Residencia Elder, que fue terrible. Afortunadamente ahora está asintomática, dio negativo con el test rápido. Me anima ver que está bien, si todo continúa de manera favorable cumplirá noventa y nueve años el 20 de mayo. He estado más preocupado por los otros que por mí mismo».
La información no tranquiliza
Dionisio Cañas, por encima de todo ha sufrido «la falta de seguridad en todo. La información, en lugar de tranquilizarte, te pone más nervioso todavía porque es incertidumbre. Te dicen una cosa y al día siguiente otra. Por ejemplo, la cuestión de la inmunidad; “si pasas el Covid ya eres inmune”, nos contaban, y ahora resulta que no se sabe si lo vas a ser durante unos días, unas horas o unos años. Después de haber vivido los atentados terroristas del 11S de 2001 yo nunca había vivido en una situación de miedo como la de ahora. Aquello fue algo concreto, sabíamos quién era el enemigo. Pero esto es estar viviendo en una pesadilla, no saben realmente que te ocurre a ti y que le pasa a los demás. Y ahora están dudando de los animales, si se puede contagiar a través de los gatos y los perros. Te puede pasar de todo, el fin tuyo personal puede darse por cualquier cosa, por el virus, pero se puede manifestar por varios síntomas. Es una situación de incertidumbre para ti y para todos los demás».
Hablando del 11S, le traslado a Dionisio Cañas que si él considera que está pandemia, al igual que los atentados del 2001, van a ser un punto de inflexión para la sociedad, para la especie humana «aquello fue un principio de siglo que ha marcado a todo el mundo hasta ahora». Aunque el poeta considera que la situación actual es más grave «a fin de cuentas, no tenemos una policía que pueda estar vigilando, sino que al ser un enemigo invisible empiezas a desconfiar de todo y de todos. Eso es muy desagradable y muy triste. El que vayas por la calle y te cruces con miedo con alguien, por ejemplo».
Un futuro incierto
En cuanto al futuro «es tan incierto como el presente del que nos están hablando». No se sabe, prosigue el artista, si se va a encontrar una vacuna, si va a funcionar. Pero, además, «no se sabe si en el otoño va a haber un rebrote para el que no estamos preparados. Si esto es algo permanente, sin respuesta médicas para el virus, ¿cómo vamos a vivir con esa distancia social de la que hablan? No poder abrazar a la gente, no poder besar a la gente que quieres… Esto es una especia de estado de alerta constante». Hemos vuelto, considera el periodista, a la Edad Media, con el permanente miedo a la peste o a la lepra. «No sé qué hemos hecho con la ciencia, me parece alucinante que sepamos más del Universo que de un virus».
Se dice que de las desgracias se aprende. No sabemos si de esta pandemia aprenderemos o volveremos a cometer los mismos errores. De lo poco que ha servido esta desgraciada experiencia es para que nos demos cuenta que la especie humano incide directamente en la naturaleza: no ha contaminación, la vegetación se expande… «que vayamos a aprender algo, estoy seguro de ello. Por un lado, aprenderemos a valorar todo lo que no vamos a poder hacer nunca más. Valorar que la sanidad pública esté en un estado óptimo y la importancia de los otros. Yo creo que vamos a aprender eso. Con respecto a la naturaleza, esta situación parece una venganza de la tierra ante nuestro maltrato, creo que un buen porcentaje de personas sacaremos alguna enseñanza positiva. Pero hay mucha gente muy inconsciente y muy irresponsable, lo estamos viendo. Ahora con estas pequeñas “libertades” que nos están dando, ha gente que no se porta como debe. Creo que el buen comportamiento de la mayoría de las personas ha sido por miedo y no por libertad o responsabilidad, no digo los españoles, el mundo en general».
La sanidad pública es fundamental
Al final, todos los hemos dejado seducir por esos cantos de sirena que le quitaban importancia a la sanidad pública, considerándola en muchas circunstancias y ambientes, como un gasto innecesario, para encontrarnos con este desastre. «Imitamos a los americanos más en lo malo que en lo bueno y una de las cosas malas es la de ir privatizando todo poco a poco, incluyendo las jubilaciones. He vivido 30 años en Estados Unidos y sé que su sanidad es un desastre, si tienes dinero te salvas, si no tienes, ahí están las últimas imágenes de esos camiones frigoríficos llenos de cadáveres esperando que hacer con ellos. Esta crisis nos debe hacer ver que la sanidad pública es fundamental, al igual que la enseñanza pública. Hay que invertir todo lo que se pueda en esas dos cuestiones y dejar de lado la privatización. Es que, se pensaba que la privatización iba a optimizar el sistema sanitario y no es así para nada».
La creación en tiempos del coronavirus
Me interesa saber si ha aumentado la actividad creativa de Dionisio Cañas durante la pandemia. Hace poco nos hicimos eco de una exposición virtual del artista, “El final de las razas felices” «a través La Fundación Francis Naranjo de Las Palmas de Gran Canaria y el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Ecuador. Desde el punto de vista creativo no he hecho mucho, he estrado revisando mis textos sobre La Mancha, con la sensación de que tengo que pasar una etapa. La respuesta creativa es buena en situaciones como esta, pero también te paraliza un poco».
Cañas siempre ha sido un adalid de la creación de los jóvenes «hay un grupo que se llama el Cubo Verde, de arte en el campo, al que estoy asociado. El colectivo está trabajando muy bien y va a lanzar un manifestó para animar la creación en el medio rural. Es negativo que la cultura se centralice en las grandes ciudades. Es muy importante plantearnos como la cultura, y no solo ella, también la economía, por ejemplo, se descentralice». Y es que, otra cosa positiva de la pandemia es que nos ha demostrado que tenemos tecnología suficiente para trabajar online desde cualquier lugar «no sé si el ser humano va a cambiar no, pero lo que si cambiará es nuestra relación con todo; con la creatividad, con el trabajo, con la forma de vivir. Nos vamos a plantear como favorecer las ciudades medianas, más manejables que las grandes ciudades».
Esta época gris tal vez haya movido a Dionisio Cañas a volver a escribir poesía «está saliendo algo, pero no lo busco. Ahora mismo estaba escribiendo sobre una silla, en la que se sentaba mi abuelo. Me están saliendo cosas, tal vez por tristeza, vamos a perder las relaciones humanas tal como las conocíamos hasta ahora. Si viene, sin forzarlo, escribiré y ya veremos».
Seremos más felices con las cosas sencillas y cotidianas
La exposición virtual “El fin de las razas felices” es el título de un poemario de 1987 escrito en la época más dura del sida. Un nombre que, hoy por hoy, me parece premonitorio y muy actual y válido para las circunstancias que estamos viviendo. «Es válido, anuncia el fin de esa especie de inconsciencia por el progreso desmedido, por encima de todo. Nos han hecho creer que la felicidad consiste en el consumo sin control. Cuando escribí el poemario estábamos en la pandemia del sida, aquello fue un choque tremendo para una cuestión muy específica, las relaciones sexuales. Revolucionó la cuestión sexual y nuestra forma de vivir. Ahora te das cuenta que hemos vivido una época dorada en los países desarrollados en la que pensábamos que el progreso era constante y nuestra felicidad estribaba, como digo, en ser más consumidores que seres humanos».
Y es que, para el poeta, a partir de ahora «vamos a ser felices con cosas más sencillas, más cotidianas. En lugar de esa sensación de querer hacer grandes viajes y tener tal y tal cosa, tal vez nos conformemos con compartir unas gachas con unos amigos o tomar el fresco con los vecinos. Es un fin que, a la larga, se convierte en un principio».
