Karl Schlögel publicaba en 2003 el libro ‘En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la civilización y Geopolítica’ que llegaba en su traducción española el año 2007. Un título que sorprende en primera instancia por la relación que establece entre el espacio y el tiempo y que él aclara en la introducción donde dice: la historia no se desenvuelve sólo en el tiempo, también en el espacio. Ya nuestra lengua no deja duda acerca de que el espacio y tiempo se corresponden indisolublemente. Los sucesos tienen lugar en algún sitio. La historia tiene “escenarios”. Hablamos del “lugar de los hechos”. Y por ello es interesante averiguar qué sucede cuando se piensa y describe en términos espaciales y locales sobre los hechos históricos.
Tiempos geológicos
Las cuevas existentes en Ciudad Real tienen esencialmente un tiempo geológico, un tiempo de miles de años que corresponde a las diferentes eras geológicas. La geología necesita una visión amplia para entender el territorio, sus formaciones y su evolución. Pero desde la proximidad de algunos de sus elementos es posible elevar la mirada al conjunto y entender la realidad de los tiempos largos que tiene esta ciencia. Dos afloramientos principales afectan a Ciudad Real capital: los depósitos hidro magmáticos y las costras calcáreas. Reflejan el nivel donde tiene lugar la explosión hidro magmática, que lógicamente en esta región será la mayor parte de las veces entre materiales paleozoicos o precámbricos. De ahí que la naturaleza de estos fragmentos sea, en la mayor parte de los casos, cuarcítica o pizarrosa con muy bajo grado de metamorfismo. En algún maar abundan también los fragmentos de diabasas.
El otro afloramiento de la zona, en el norte de Ciudad Real son las costras calcáreas. En el campo suele observarse la existencia de un nivel superior de costra laminar en bandas que ocasionalmente y sobre todo en los bordes de la superficie se resuelve en una costra laminar, muy bien cristalizada. Este nivel superior reposa sobre encostramientos moderadamente cementados cuya potencia puede llegar a 1,2 a 1 ,5 metros, en cuya base aparecen hasta 1 m. de nódulos columnares de material calizo más o menos pulverulentos o consistentes, que penetran los sedimentos pliocenos arcillosos, pardo rojizos y con manganeso.
Las diferentes cuevas que se van documentando en Ciudad Real son excelentes documentos geológicos y tal vez, junto a los trabajos de arqueología, sería necesario el estudio de su geología como aportación a una realidad importante de la ciudad. Si la del Torreón está en la zona de depósitos hidro magmáticos, la del Casino (construida con toda seguridad antes del proyecto de Rebollar), la del antiguo convento de la Merced o la del Elisa Cendrero están en terrenos calizos.
Tiempos de los arqueólogos
Los paisajes no son textos como tampoco las ciudades. No puede leerse un lugar, hay que buscarlo para darse una vuelta. Espacio y lugar plantean ciertas exigencias; por menos no se dejan tener. Quieren ser franqueados decía Schlögel. Y las cuevas necesitan aproximarse a ellas con la visión del arqueólogo que trata de encontrar los restos de la cultura material que nos ofrecen. Tanto en las obras del Elisa Cendrero como en las del Torreón, los arqueólogos quieren estudiar las actividades que se han desarrollado en sus cuevas, qué actividades había en las mismas y que testimonios nos ha dejado esa actividad. Los estudios que la arqueología nos ofrece sobre estos lugares nos hablan de tiempos más cercanos que los de los geólogos, tiempos que se superponen a los anteriores y quieren explicar por qué en determinados momentos se excava el terreno, para conservar alimentos, para almacenar diferentes productos o para ocultarse del exterior. Porque la arqueología quiere ser sobre todo el estudio de la cultura material.
Las investigaciones que se han realizado sobre algunos de estos espacios entremezclan los datos históricos conocidos con las excavaciones que tienen en estos espacios ya que son lugares que conservan en gran medida la excavación que se realizó en su geología años atrás. Los restos de cerámica de objetos encontrados nos dan pistas sobre los usos de estos en diferentes tiempos, especialmente de los más cercanos.
Tiempos de la historia
El libro “La ciudad subterránea: cuevas, sótanos y refugios antiaéreos. Ciudad Real 1936-1939” de Francisco Alía Miranda nos acerca a un tiempo más cercano en el que las cuevas estuvieron relacionadas con la Guerra civil española. Un libro que es el primero de la colección “Memoria Democrática de Castilla-La Mancha” que tiene como objetivo editar monografías, sobre la historia de la Guerra Civil, la Dictadura franquista y la Transición Democrática.
El libro estudia los refugios antiaéreos que se construyeron en Ciudad Real para proteger a la población civil de los bombardeos de la aviación franquista durante la Guerra Civil y de las numerosas cuevas y sótanos que se repartían por el subsuelo de la ciudad, y que a partir de agosto de 1936 fueron utilizados con el mismo fin. El libro contabiliza 171 cuevas y 136 sótanos que podrían ser más en esos momentos. Paco Alía es un excelente conocedor de la historia de Ciudad Real en este momento. Ya en 2017 publicó el libro La Guerra Civil en Ciudad Real (1936-1939). Conflicto y revolución en una provincia de la retaguardia republicana.
Los refugios de Ciudad Real
Aunque los bombardeos aéreos en los frentes de batalla ya venían siendo habituales en los conflictos bélicos, sería en la Guerra Civil española (1936-1939) donde adquieren una importancia estratégica fundamental para quebrar la moral de los ciudadanos y atacar objetivos estratégicos. En el informe a la Asamblea de las Naciones Unidas se habla de 24.00 bombas sobre territorio republicano que habían causado 7.000 muertos y 11.000 heridos. Las primeras bombas cayeron sobre Ciudad Real el 14 de diciembre de 1936 frente al Hospital de Sangre de la calle Calatrava, en el Colegio de San José.
En Ciudad Real se llegó a abrir una suscripción popular para la construcción de refugios y se organizaron actos para recaudar fondos para el proyecto elaborado por el Sindicato de Arquitectura e Ingeniería. Pero apenas se abrieron dos zanjas y se construyeron dos sencillos refugios, uno de ellos frente al edificio de viajeros de la estación. Y por ello se aprovechan cuevas existentes que se adaptan como la del convento de la Merced. Y ante los problemas de la defensa antiaérea se ofrecen a los ciudadanos información de cuevas existentes que pueden utilizarse con un total de 171 cuevas y 136 sótanos de viviendas particulares. Una nueva utilización de espacios que en las viviendas tenían usos más domésticos como almacén de materiales y alimentos fundamentalmente aprovechando sus condiciones higrotérmicas. El libro de Paco Alía nos ofrece una nueva visión de estos espacios en sus usos durante la Guerra Civil.
Los lugares
En las cuevas se superponen tiempos diversos de escalas muy diferentes: la geología con sus millones de años, la arqueología con siglos de trascurrir y la historia especialmente en sus décadas más próximas. Los lugares son testigos de fiar. Los recuerdos son elásticos. A tal punto que uno puede componer e inventar pasados: las biografías como construcciones ad libitum. Los lugares no cooperan en eso: siempre han estado ahí y ahí siguen cuando hace mucho que se ha ido quien los recuerda dice Schlögel