Se estudia en estos momentos una ley del paisaje de Castilla-La Mancha. El paisaje es el aspecto del territorio. Durante mucho tiempo, el término paisaje ha tenido un significado meramente escenográfico, con referencia a sus valores estéticos. Un paisaje era una evocación pictórica que parecía pedir un marco, detrás de un paisaje había un cuadro o, una postal. El paisaje en su visión pictórica ha estado vinculado a lo natural. En el paisaje, el pintor nos transmite su concepto de la naturaleza: la niega o afirma, la capta con fidelidad o la interpreta según su estado de ánimo. Y es también campo de experimentación pictórica en su afirmación como género autónomo.
Los paisajes y el hombre
Pero, en el momento actual, se ha cambiado esta percepción. Cualquier fragmento del territorio, natural o intervenido por los humanos, configura un paisaje, es decir un conjunto de referentes físicos y funcionales, susceptible de ser considerado como un fenómeno en sí mismo. El paisaje refleja la realidad ambiental de cada lugar, a la vez que compendia la historia del proceso antrópico que se haya podido desarrollar. Por todo ello, el concepto paisaje es en realidad un algoritmo socio ecológico. Desde hace décadas se habla de antropogeografía como estudio del ambiente modificado por el trabajo y la presencia del hombre. Y aquí confluyen la arquitectura y la geografía con diferencias de escala y de sus características singulares, una de ellas como disciplina descriptiva y la otra proyectual.
Los paisajes actuales de los países industrializados son paisajes construidos. Las primeras trasformaciones se producen por la actividad agrícola y ganadera que introducen en el paisaje roturaciones, nivelaciones, bancales, cultivos, forestaciones, creación de pastos, etc. En este proceso de construcción del paisaje la influencia de los elementos edificados sean conjuntos residenciales, equipamientos, agrupaciones urbanas o grandes infraestructuras de comunicación, energía… ha sido relevante. Esta construcción del paisaje es un elemento capital del concepto socio ecológico del mismo, aunque no nos debe hacer olvidar la gran trasformación que supone el proceso agrario y forestal probablemente más lento pero que ha marcado la imagen de determinados territorios. Pero no podemos reducir el paisaje a la simple forma geográfica.
El paisaje realidad cultural
El hombre interviene en el suelo y así se construye el paisaje que se reconoce entonces como lugar y hecho cultural. El paisaje es la forma del territorio, el resultado de la historia del lugar, el terreno, el clima, los hombres y la cultura. El valor del paisaje, incluso si está impregnado de un sentido simbólico o mágico, es debido a la intervención humanizadora. Lo específico del lugar está en un determinado orden global, que se traduce en una cierta condición geométrica y que es medible, que parte del terreno y el clima y sobre cuya base se producen las aportaciones y diversas intervenciones. Y por ello el paisaje se lee desde el plano ipsométrico del territorio, de los planos de pendientes y geomorfológicos y desde los elementos humanizadores de intervención: las líneas y redes, las tramas del parcelario, los volúmenes y áreas construidos.
El paisaje es la suma de los elementos naturales y artificiales que subsisten en el territorio y varía con el tiempo en función del cambio que experimenta la suma de esos elementos. La arquitectura debe integrarse en el ambiente como uno de los elementos que lo componen. La arquitectura no se enfrenta a la naturaleza como una entidad independiente, sino que se incorpora a ella.
Se puede hablar de paisaje tropical o de paisaje medio-europeo sabiendo que detrás de estas expresiones se incluye una información climática, edáfica y hasta geológica, biológica, y antropológica, es decir histórica, agronómica, urbanística, social y política. Por ello es importante el estudio sistemático de estos elementos que integran el paisaje y una posible clasificación de estos.
La actividad humana y el paisaje
La idea de paisaje es humana en sí misma. El territorio entendido como espacio físico material se ve trasformado por la actividad del hombre y percibido desde la sensibilidad de este. El territorio es fuente de datos de todas las generaciones que lo han vivido y dejado su huella en él, actúa de alguna manera como espejo de lo sucedido, puesto que la relación mantenida en un sitio está inevitablemente ligada a ese lugar, el ser humano necesita estar enraizado en un lugar. Lo que se ve, es vivido y sentido de manera diferente por las personas que de una forma u otra son los usuarios, realizando éstos en el paisaje selecciones de sus valores, por ello el término paisaje implica al ser humano, aunque éste exista independientemente de que haya o no observadores. El paisaje se percibe como forma estética en la medida en que se convierte en mito y en la separación de partes de este que se instrumentalizan y se hacen reconocibles de forma cuasi objetual. Percibimos el paisaje de forma subjetiva, nuestra percepción de él está siempre construida históricamente y como tal está continuamente replanteada a partir de nuestra experiencia cultural de usuarios.
Paisaje sentimental
En muchos casos el paisaje visual, cultural o ecológico, queda en segundo, plano ante lo que podríamos llamar paisaje sentimental. La valoración de un territorio por parte de los residentes y personas que acuden al mismo se juzga en función de una determinada belleza. El paisaje actúa como espejo del espectador, por lo que se puede suponer que cada forma de paisaje, cuanto más se acerque al ideal del observador tenga mayor número de cualidades asociables con la perfección de un tipo dado, más valorado será por éste y más satisfacción sentirá al contemplarlo. El sentimiento aparece más fuerte cuanto más cercana e intensa, sea la relación que le une al lugar. El hombre se mueve en un espacio limitado en el gran territorio de la superficie terrestre. Pero su pequeño territorio se ha convertido en su paisaje como suma de elementos físicos, de sus aportaciones construidas y de sus vivencias y sentimientos.
Además, la literatura nos recuerda que el paisaje es también memoria individual y colectiva. Los paisajes que amamos forman parte de nuestra experiencia personal, sus valores nos han sido transmitidos por la educación y la formación de la sensibilidad hacia la naturaleza y la cultura. La valoración del paisaje se sustenta en el sentimiento de permanencia de su propio entorno que conserva las tradiciones pasadas y aparece como referente que permanece en el tiempo.
El Consejo de Europa ha realizado una nueva Convención que ve en el paisaje un concepto y un hecho de gran interés natural y social, un gran objetivo ecológico y cultural. Y por ello reclama la atención para todos los paisajes, sean espacios naturales, rurales, urbanos o periurbanos… concierne tanto a los que pueden ser considerados notables como a los paisajes cotidianos y a los paisajes degradados, porque en todas partes el paisaje es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones.