Hablamos de Blasphemous, uno de esos juegos que demuestran que la industria del videojuego en España está mejor de lo que muchos creen. Blasphemous es un juego español desarrollado en la ciudad de Sevilla por una empresa que se llama The Game Kitchen (la cocina de juegos). Se trata de un estudio absolutamente independiente que se embarcó en la producción de un juego como muchos otros que ya han existido en sus mecánicas, pero muy diferente en su apartado artístico.
Lo que Blasphemous mostró en su primera entrega, que salió en 2019, fue un juego de acción y desplazamiento lateral al estilo metroidvania. Esto significa que parte del desarrollo de la aventura se produce en un mapa que se va desbloqueando según avanzamos en la historia, yendo adelante y atrás. El nombre, por supuesto, proviene de la mezcla de los dos grandes exponentes y creadores de este género: Castlevania y Metroid. Este es un género que, aunque conoció su apogeo en los 90, no ha pasado de moda jamás, sino que al contrario ha sido de gran desarrollo entre la industria independiente.
Además, a finales de los 2000, comenzaron a popularizarse unos juegos desarrollados por el creativo Hidetaka Miyazaki que rompieron el molde de la industria. Miyazaki, en juegos como Demon Souls y Dark Souls, desarrolló un nuevo sistema jugable que se basaba en la alta dificultad de sus juegos. El jugador debía morir, mucho, rozando la frustración. Además, añadió un estilo narrativo que se adentraba en la fantasía medieval más oscura y gótica, pidiendo al jugador un poco más de esfuerzo si quiere entender lo que está pasando.
The Game Kitchen toma todos estos elementos y decide juntarlos en la misma receta para crear así un metroidvania estilo Dark Souls. Y hasta ahí podríamos decir que es uno de tantos. Sin embargo, Enrique Cabeza, Director Creativo del juego, propone aderezar todos estos elementos con un apartado artístico y una narrativa que podemos afirmar sin miedo que es absolutamente única. Hablamos de los elementos artísticos clave de movimientos como el barroco, el manierismo con ciertos tonos góticos, llevados a un videojuego de estilo pixel art.
Blasphemous cuenta la historia de El Penitente, un superviviente de la Hermandad del Lamento Mudo que fue masacrada y debe volver a la vida con la llegada de El Milagro. Este Milagro es una maldición que atenaza la tierra de Custodia y que nosotros, refugiados bajo nuestro casco de capirote y armado con nuestra espada de espinas deberemos tratar de expulsar. Entramos de esta manera en un mundo onírico, una tierra de fantasía imposible que estará plagada de iconos que nos trasladan al barroco más oscuro, a la cultura de Semana Santa más oculta, gnóstica y mágica, convirtiéndola prácticamente en mitología andaluza. Es el apogeo de nuestro folclore más hondo y profundo, extrapolado a lenguajes más propios del cómic. Un Pixel Art crudo y salvaje, que no teme de rozar el gore, como en sí ocurre con muchas imágenes de las estaciones de penitencia.
A lo largo de cada una de las mazmorras y pasillos, el Penitente vivirá su particular Via Crucis intercambiando experiencias con todo tipo de seres. Enemigos ataviados con flagelos y túnicas de monaguillos, nos golpean con candelabros o incensarios en llamas. Almas corruptas y criaturas que parecen sacadas de las glorias de Murillo y los terrores de Goya. Corrosión y gloria del misticismo religioso al servicio de la pesadilla. Blasphemous compone un éxtasis místico llevado a un nuevo medio, los videojuegos, que sorprende y aterra a cualquier conocedor de la cultura española, pero que consiguió maravillar al resto de la tierra.
Blasphemous, a través de las pesadillas del barroco, nos presenta personajes atrapados por el éxtasis religioso marcando el ritmo mediante una banda de cornetas y tambores y acordes de guitarra española. Un formato que se convirtió en todo un éxito de la industria independiente que el 24 de agosto ve una nueva oportunidad con su segunda parte. Vuelve la expiación de los pecados a través de la penitencia, vuelve el milagro que es hacer videojuegos en España, regresa Blasphemous.