“Sinuhé el egipcio” es una de esas películas (y novelas) de mi alma, corazón y vida. Una fastuosa y emotiva superproducción hollywoodiense de 1954 dirigida por un cineasta primoroso, Michael Curtiz, el de “Casablanca”, “El trompetista”, “Robín de los Bosques”, “Alma en suplicio” y decenas de perlas. Una historia profunda en el mejor sentido del término sobre un médico de pobres que supone toda una reflexión sin afectación alguna sobre la naturaleza humana. El Antiguo Egipto, con la excepción de la igualmente esplendorosas “Tierra de faraones”, nunca lució tan reluciente en todos los sentidos.
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