Castilla-La Mancha ofrece multitud de valores y encantos, entre los que se encuentra la cercanía, la hospitalidad de sus gentes y una riqueza natural, histórica y cultural de primer orden. Muchos rincones de la geografía castellanomanchega llevan décadas convertidos en destino privilegiado para los amantes de las escapadas rurales; la región ofrece al viajero esa nueva forma de ver las cosas que, en ocasiones, supone una vuelta al pasado, a los orígenes. Son rincones para paseos relajados, visitas con calma, comidas reposadas, estancias serenas, charlas amenas bajo las estrellas….
Si lo que busca es la sencillez y tranquilidad de un rincón con encanto paisajístico; la riqueza de pequeños pueblos con una historia milenaria; la armonía de un entorno de espectacular belleza natural; la inquietud por conocer las esencias culinarias sencillas y humildes, pero de asombrosos sabores; el descanso placentero… o ¿por qué no? todo a la vez. Sin duda Castilla-La Mancha es un destino muy recomendable.
La oferta es tan amplia y variada que resulta imposible resumirla en unos párrafos, pero sí nos permitimos destacar su calidad y diversidad, con propuestas que van del turismo ecológico al enológico pasando por el cultural, gastronómico o de aventura.
Muchos de los rincones para perderse en la Castilla-La Mancha más rural encierran una extraordinaria riqueza paisajística y natural. Los entornos de los parques nacionales de Cabañeros y las Tablas de Daimiel presentan, en este sentido, características únicas.
El primero es el mejor ecosistema de bosque mediterráneo conservado en España; el segundo es el máximo exponente de la Mancha Húmeda, un lugar privilegiado considerado como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Tampoco dejan indiferentes las Lagunas de Ruidera: un espectáculo de aguas turquesas, con cascadas, inmortalizadas por Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha. Muy cerca se extiende el volcánico Campo de Calatrava, con afloramientos de manantiales termales y hervideros y pueblos con un sabor muy rural y destacada riqueza patrimonial como Almagro.
Hacia el sur se extiende el Valle de Alcudia, tradicional zona de invernada para los rebaños de ovejas trashumantes. Las encinas salpican un paisaje de gran belleza y con importantes vestigios del pasado, como la antigua ciudad romana de Sisapo en las cercanías de La Bienvenida.
Destino muy apreciado pos su belleza natural son las Hoces del Cabriel, en la provincia de Cuenca. Hoces y cañones similares encontramos, en otros puntos de La Manchuela, comarca repartida entre las provincias de Albacete y Cuenca, con enclaves como Alcalá del Júcar o Jorquera como perfectos “centros de operaciones”.
Las tierras de Hellín y Tobarra, dan paso a las sierras de Alcaraz y Segura, con entrañables rincones como Ayna –la «Suiza Manchega»–, Alcaraz o Elche de la Sierra. Hacia el oeste, cerca de Riópar, el nacimiento del río Mundo es lugar de visita obligada.
Cuenca y su Serranía son un privilegiado escaparate de naturaleza en estado puro con espectaculares rincones y coquetos pueblecitos de vida tranquila y apacible en contacto con la tierra. La visita a sus parajes singulares debe incluir: el nacimiento del río Cuervo, el Ventano del Diablo, la Ciudad Encantada y las hoces de Beteta.
Al norte de la región, en Guadalajara, sorprenden las parameras en las que se levanta Molina de Aragón y su rico patrimonio. No muy lejos se encuentran la entrada al Parque Natural del Alto Tajo, un paraje de agrestes sierras y amplios pinares con el agua como hilo conductor.
Las altas tierras de Sigüenza ofrecen también un bello entorno rural en el que sierras y parameras se ven surcadas de cañones como el del Barranco del Río Dulce. Pequeñas ermitas románicas, castillos en los altos cerros, aldeas y localidades con encanto austero e intenso salpican estas geografías.
De las tierras alta del norte de la región pasamos a las grandes planicies manchegas, donde viñedos y olivares salpican unas tierras de labor en las que sobresalen en lo alto de los cerros las siluetas de sus quijotescos molinos de viento. Es tierra de pueblos ricos en arquitectura popular, marcada por sus paredes encaladas con rodapiés pintados de añil: Alcázar de San Juan, Consuegra, El Toboso, Tomelloso, Campo de Criptana, Villarrobledo, Mota del Cuervo, Belmonte… Aquí la esencia más rural está muy ligada al espíritu cervantino que se descubre en las calles y plazas.
Los Montes de Toledo ofrecen una naturaleza cuajada de jaras, encinares y todo el encanto del bosque mediterráneo con pequeños pueblos con un encanto particular alejados de ajetreos como Los Navalucillos, San Pablo de los Montes, Hontanar, Orgaz o Los Yébenes; son tierras de ciervos, corzos, jabalíes y rapaces que hay que recorrer con calma, empapándose de una arraigada identidad rural.
Decía Henry Miller que “nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”. Y nosotros añadiríamos que hay lugares que te hacen ver las cosas de otra manera. Algo que ocurre en Castilla-La Mancha.